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Sunday, March 30, 2014

La eminencia gris de Putin


 
No se puede asegurar si es el rostro de la nueva Rusia o la máscara del viejo estalinismo. Encaja perfectamente como un Rasputin para el siglo veintiuno, el cerebro detrás del trono. El Rasputin de Putin.

Cuando hace unos días se enteró de que estaba en la lista negra que el gobierno americano acababa de decretar con motivo de sus sanciones a Rusia por la anexión de Crimea, declaró que para él era “un honor” pertenecer a la lista. Cuando se le informó de las restricciones de viajes a Europa Occidental y a Estados Unidos, ripostó: “Lo único que me interesa de los Estados Unidos son Tupac Shakur, Allen Ginsberg y Jackson Pollock y para acceder a su trabajo no necesito visa”. Para venerar a la otra figura que admira, tampoco necesita de la visa americana, con ir a Cuba o a Venezuela le bastaría para obtener documentos o reliquias del mismo: es el Che Guevara. Lo cierto es que Vladislav Surkov es el epítome de la contracultura en el poder, es una verdadera aberración.

En una época en donde la información fluye en exceso por el espacio virtual, hasta su biografía oficial es confusa. No se sabe si nació, como dice su biografía oficial, en 1964, en Lipetsk, en la región del Don apacible, o si como aseveran la mayoría de las fuentes que han rastreado su historial, en  Duba-Yurt, en la región de Chechenia. Sus padres son dos maestros, pero no se puede asegurar si son rusos o si como casi todo el mundo cree, su padre era maestro, pero era checheno y su madre rusa. Su nombre de cuna es Aslambek Dudayev, pero en 1969, una vez que la familia fue abandonada por el padre y se fueron de Duba-Yurt, se lo cambió oficialmente a Vladislav Surkov, pues su madre quería borrar su pasado checheno.

Nuevamente, según su historia oficial, tiene una maestría en Economía de la Universidad Internacional. Pero fuentes más confiables dicen que  en 1982 asistió al Instituto Metalúrgico de Moscú, pero no se graduó y más tarde fue aceptado en un programa de cinco años que ofrecía el Instituto de Cultura de Moscú para estudiar dirección teatral, pero abandonó sus estudios luego de tres años.

Lo que sí se sabe es que desde temprano se asoció con los magnates petroleros Mijail Fridman y Mijail Jodorkovski, este último el controversial opositor de Putin, quien estuvo preso acusado de fraude al fisco, desde 2005 hasta diciembre de 2013, cuando Putin lo liberó por “motivos humanitarios”. Surkov trabajó en el Banco Alfa de Fridman y en el Menatep de Jodorkovski.

Surkov afirma que sirvió en una unidad de artillería del ejército soviético entre 1983 y 1985, pero el exministro de Defensa, Serguei Ivanov, jura que Surkov trabajó en la dirección de inteligencia.

Desde 1999 ha ocupado varios puestos importantes en el gobierno. En 1999 fue jefe del estado mayor de Putin y luego asumió el mismo puesto durante el segundo período del presidente. En 2010 ocupó el cargo de viceprimer ministro pero de alguna manera cayó en desgracia con Medvedev, quien lo obligó a renunciar y lo asignó como ministro encargado de la “modernización económica”, pero sigue siendo hombre de confianza del presidente ruso, quien es todo oídos para él.

En 2005 desarrolló el concepto de “Democracia Soberana”, que es supuestamente el precepto ideológico en el cual se basa Putin para regir Rusia. El término tiene cierta vaguedad, pero básicamente se refiere a un sistema único para Rusia en el cual “la vida política de la sociedad está controlada por las autoridades y poderes políticos de una diversa nación rusa que toman decisiones y controlan sus dictados con el objetivo de alcanzar el bienestar material, la libertad y la justicia para todos los grupos sociales y nacionalidades que la integran”. En fin, todo un galimatías en el cual se hace mofa del concepto de democracia.

Surkov es el autor de otros fárragos, entre ellos una ponencia sobre la segunda re-elección de Roosevelt. Aparte de ser un personaje novelesco, es oscuro y resbaladizo. Un héroe posmoderno, todavía sin deconstruir. Un ideólogo sin ideología. Un tránsfuga renacentista. En fin, alguien muy peligroso por su atractivo personal y su mimetismo político. Es probable que en Cuba se esté preparando su versión tropical para tomar el mando en los tiempos que se avecinan y mantener en el poder a los herederos designados por los que hoy gobiernan.

 
Roberto Madrigal

1 comment:

  1. Cada vez que alguien le pone apellidos a la democracia, es que quiere tomarnos el pelo.

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