Uno puede rasgarse las vestiduras por el resto de la
eternidad lamentando el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y
los Estados Unidos, pero lo cierto es que es un hecho irreversible y que abrirá
toda una serie de posibilidades que no deben ignorarse a causa de los quejidos.
El proceso recién empieza y de momento solamente implica
una elevación del nivel de relaciones por encima del que ya existía entre
secciones de intereses. Esto quiere decir canales más directos de negociación
en diferentes esferas, aumento en el flujo de visitantes americanos a Cuba,
limitados acuerdos comerciales, más bien de supuesto carácter caritativo y un
tímido incremento en las corresponsalías americanas en la isla y de la
presencia de algunas instituciones culturales, ya sea vía organizaciones
religiosas o a través de las ONG. Otras cosas se añadirán a la lista en otros
planos, pero no me propongo ser exhaustivo.
Por supuesto, eso llegará hasta donde el gobierno cubano
lo permita. Es una relación entre contrincantes, no es una relación amistosa.
Será una interacción en la cual, de parte de La Habana, predominará la
desconfianza. El gobierno americano, como acostumbra, ocupará cada pulgada que
se le conceda.
Este proceso debe preocupar más al gobierno cubano que a
nadie, pues este ha sido el que
siempre se ha rodeado de medidas protectoras, ejecutadas
siempre con tácticas represivas,
para protegerse de las posibles contaminaciones que
traiga al pueblo el roce con la cultura
americana y con los intelectuales del exilio. Ha sucedido
así desde que inventaron el concepto
de “diversionismo ideológico” (que por cierto, es un
disparate lingüístico, ya que la palabra
diversionismo no existe, aunque bien se nos hizo saber lo
que quería decir dicho dislate).
Crearon así el concepto de las dos orillas, para poner en
cuarentena cultural todo lo que no cayera dentro de sus parámetros. Sin
embargo, esas dos orillas se han ido acercando con el tiempo debido a la
transformación inevitable que ha ocurrido social y políticamente en todo el
mundo y que se han visto obligados a acomodar de alguna manera en su cada vez
más borrosa ideología.
Estos cambios en las relaciones, con el aumento del
número de viajeros de aquí para allá, quizá facilite (es una oportunidad que no
se debe malgastar) el flujo de libros y obras de escritores y artistas cubanos
que residen fuera. Aunque esto se viene haciendo hace tiempo, ese es un bloqueo
(de allá) que ahora puede romperse con mayor facilidad. Los paquetes” que hoy
se distribuyen semiclandestinamente allá, podrán ser sustituidos por mejores
paquetes y por programas originales.
Escritores y artistas de la isla ya llevan un tiempo
viniendo por su cuenta a los Estados Unidos y saliendo a otras partes mediante
invitaciones privadas (no me refiero a los enviados oficiales). Es una
oportunidad de interactuar aún más, quizá de crear foros de discusión abierta
(y a los oficiales, como siempre se ha tratado de hacer, salirles al paso y
confrontar su discurso).
Los de “aquí” no debemos convertirnos en esa otra orilla
y actuar como el reverso del gobierno cubano. Lo digo porque he visto muchas
quejas con respecto a los “intercambios culturales”. En definitiva, qué importa
que a un mediocre grupo musical lo vaya a ver unos cuantos miles de personas,
es su gusto y su derecho. Ni que a algún vocero de la UNEAC lo vayan a agasajar
unos cuantos figurantes. ¿A qué se le teme? ¿Qué pueden venir a vendernos? ¿O
es que no estamos seguros de lo que pensamos?
No basta con la letanía de que “allá no dejan que se
presente…” Eso se sabe y no va a cambiar. Ahí está la performance de Tania
Bruguera para exponerlo una vez más. Es hora de intentar estimular y financiar la
creación de eventos culturales independientes que puedan darse en la isla sin
pedir permiso y que tengan una repercusión relevante (sin hacerme muchas ilusiones,
porque ya se las arreglarán para bloquearlas). Pero hay que tomar riesgos y presionar, porque
las oportunidades ahora están ahí. Incluso, con el nuevo rango diplomático, el
gobierno americano se ve obligado a exigir y defender a sus ciudadanos de
manera más directa y transparente.
Es aún temprano para pensar concretamente en las alternativas,
pero no hay duda de que hay nuevas perspectivas. El aislamiento solamente ayuda
a los represores, a quienes quieren controlar el devenir cultural a su
capricho. El Muro de Berlín tomó casi treinta años derribarlo, pero otros muros
toman menos. A no ser que nadie lo intente. Los escritores cubanos del exilio,
principalmente, han vivido este medio siglo en una isla y salvo algunas muy
contadas excepciones, sin repercusión más allá de sus cenáculos. Ahora se
presenta una posibilidad de trascender esos límites.
Roberto Madrigal
La relación diplomática de dos gobiernos no alterará para nada la situación política interna de Cuba. Más me preocupa -y eso bajo la actual administración obamista- lo que ocurre tras bambalinas, en la medida que el actual ejecutivo pueda maniobrar. Creo que actualmente se cuece un caldo mutuamente beneficioso para Obama y los Castro, y es la devolución de la base de Guantánamo, como gesto de paz pero sobre todo para cumplir la promesita de campaña de este presiderncia de pocas consecuencia, de cerrar la prisión de ese lugar. Ya veremos.
ReplyDeleteYou can not handle the truth Mr. Ballagas, la base y la "prision" son dos cosas diferentes.
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