Para El Búho
Quizá fue su elección morirse el 14 de abril, tres días
antes que Gabriel García Márquez, para así pasar al otro lado del espejo
desapercibido. Su muerte no fue recogida por ninguno de los medios informativos
cubanos. Ni el Granma en La Habana,
ni El Nuevo Herald ni el Diario Las Américas en Miami, informaron
de su muerte. Solamente diez días después, Diario
de Cuba reprodujo una nota necrológica aparecida en el diario español El País.
Todo sobre Armando Peraza es ambiguo e infundado. La
mayor parte de lo que se conoce de él es por su trabajo o por su propio
recuento. Lo único seguro es que fue uno de los percusionistas más grandes y
más importantes del siglo veinte.
Se dice que nació el 30 de mayo de 1924, pero en una
entrevista que le hizo Martin Cohen en el año 2009, dijo tener 90 años. El
diccionario de música cubana que se puede leer en el sitio cubano EcuRed sitúa
su fecha de nacimiento en 1918. Eso sí, se sabe que fue en la barriada de
Lawton. Quedó huérfano a los siete años y creció en las calles habaneras. Todo
lo que aprendió, se lo enseñó él mismo. Desde muy joven fue a trabajar a los
muelles habaneros, que según él “era el único lugar donde aceptaban a los
negros y les pagaban buen dinero”. Se convirtió en bailarín, boxeador y
pelotero semiprofesional.
Su carrera musical comenzó por accidente. Ya había
aprendido a tocar el bongó. En la novena
semiprofesional en la cual jugaba pelota, se encontraba El Loco Ruiz, que era
hermano del músico Arturo Ruiz. Caminando hacia uno de los terrenos beisboleros
de la Playa de Marianao, junto a Alberto, quien iba a ver jugar a su hermano,
este le dijo a Armando que tenía un problema, estaba formando un grupo musical
pero le faltaba un bongosero. Inmediatamente Armando le dijo, que él podía
serlo, pero que pensaba que Alberto no quería negros en su banda. Alberto le
dijo que estaba equivocado y lo sumó a su grupo. Armando se compró un bongó por
seis pesos y formó parte del conjunto Kubavana, que además de Alberto Ruiz y
Armando Peraza, incluyó, entre otros, a Orlando Vallejo y a Carlos “Patato”
Valdés, este último, quien se inició como bongosero, fue llevado al grupo por
Peraza, a condición de que tocara la tumbadora.
El grupo Kubavana, según la opinión de Cristóbal Díaz
Ayala y de Helio Orovio, fue probablemente el primer conjunto sonero que
existió, pero la fecha de su fundación, como la del nacimiento de Peraza, ha
sido imposible de confirmar, por lo que siempre se ha considerado al conjunto
de Arsenio Rodríguez y al conjunto Casino como los primeros conjuntos soneros
de Cuba.
Por entonces, a Peraza se le conocía con el apodo de “Mano de plomo” pero no era por la fuerza con
la que tocaba el bongó, sino porque al hacer un poco de dinero, dicen que
comenzó a ejercer de garrotero en el espigón de Paula y cuando no le pagaban
las deudas, resolvía los problemas a manotazo limpio.
Tras tocar y grabar con Kubavana, dicen que Peraza tocó
con Paulina Alvarez y con Pérez Prado. Lo que sí es seguro es que en 1947 se
fue a México a integrar Los Diamantes negros, el grupo fundado y dirigido por
su amigo Mongo Santamaría. En 1949, Peraza y Mongo vinieron a los Estados
Unidos. Ambos se asentaron en Nueva York inicialmente, pero cuando Mongo
confrontó unos problemas con los servicios de inmigración que lo forzaron a
regresar temporalmente a Cuba, Armando se fue para California, estableciéndose
definitivamente en San Francisco.
Rápidamente se convirtió en una de las principales
figuras del jazz latino, uniéndose a Slim Gaillard, con quien estuvo de gira
por todos los Estados Unidos. Tras escucharlos en uno de esos conciertos,
Charlie Parker le pidió que participara en la grabación de un disco suyo junto
con Buddy Rich.
En San Francisco dirigió una revista musical afrocubana
en el Cable Car Village, a la cual eran asiduos Errol Flynn, Marlon Brando,
Orson Welles y Rita Hayworth. Luego comenzó a tocar con Dave Brubeck y ahí
conoció al baterista Cal Tjader con quien comenzó a grabar los más innovadores
álbumes de jazz latino de la década del cincuenta. En ese momento, lo conoció
el pianista británico George Shearing, con quien trabajó por varios años y a
quien le compuso veintiuna canciones entre ellas “Mambo in Miami”, “Ritmo
Africano” y “Armando’s Hideway”. Fue en ese momento, uno de los más importantes
propulsores del mambo en Estados Unidos, su cabeza visible.
Debido a su peculiar manera de tocar la tumbadora, a la
cual llamó “mano secreta” y que consistía en tocar tonos dobles con la mano
izquierda, fue criticado por los tradicionalistas. Eso lo llevó a girarse hacia
el rock. Después de que a principios de los sesenta se convirtió en gran
admirador de Pello el Afrokan (quien se dice era primo de Mongo Santamaría) y
ayudar a Eddie Palmieri a producir su álbum “Mambo con Conga is Mozambique”,
con el cual este último intentó sin éxito popularizar el ritmo del Afrokan en
los Estados Unidos, se fue de gira y grabó con pioneros del rock como Sly and
the Family Stone, Grateful Dead y Harvey Mandel, añadiendo nuevas sonoridades
al género, lo que culminó con su unión a la banda de Carlos Santana,
apareciendo por primera vez en el álbum Caravanserai
(1972).
Ese fue mi primer encuentro con Peraza. Cuando aquello no había internet,
en Cuba se estaba
más lejos de los Estados Unidos que de la Antártica y
todo era un rumor imposible de confirmar. Recuerdo haber oído que Chepito
Areas, el primer percusionista de Santana, era cubano, cuando un poco después
se supo que era en realidad nicaragüense. Mi amigo, el difunto Joaquinito
Ordoqui y yo buscábamos desesperados información al respecto. El primer cubano
en integrarse a esa banda fue en realidad, Francisco Aguabella, quien tocó la
percusión en la ya imperecedera Oye como
va. ¿Quiénes eran estos cubanos que tocaban percusión en uno de los grupos
de rock que más admirábamos?
Tuvimos que irnos de Cuba unos años después para poder enterarnos
de quiénes eran estos y muchos otros. Peraza se mantuvo en la banda de Santana
hasta 1990. En 1992 viajó con el grupo a Santiago de Chile, donde se
presentaron ante más de cien mil personas y en YouTube se puede ver la
magistral interpretación de Peraza en “Batuka” y “No One to Depend On”.
Escribió dieciséis canciones para Santana.
A partir de ahí, pasó a un semi-retiro en San Francisco,
ofreciendo ocasionalmente talleres musicales y participando en algunos
festivales de jazz como el de Montreal. Nunca tuvo interés en echarse arriba la
obligación de tener su propia banda, aunque grabó un álbum como solista en
1968, titulado Wild Thing. En 2002
visitó Cuba tras más de cincuenta años de ausencia, pero su visita apenas se
registró. En el 2006 fusionó su pasión por el béisbol con la música al componer
para la pianista Rebeca Mauleon, su pieza “Cepeda Forever”, en homenaje a su
amigo Orlando Cepeda, el primera base puertorriqueño, miembro del Salón de la Fama
del béisbol. En el año 2007 le fue concedido el Lifetime Achievement Award que
otorga Voices of Latin Rock. El premio le fue presentado por Carlos Santana.
Cuando el novelista mejicano Carlos Fuentes quería
minimizar, con falsa modestia, el impacto de sus opiniones, siempre añadía,
“solo soy un bongosero”. Eso no es cierto de Armando Peraza, a pesar de que
cuando una neumonía se lo llevó hace un par de semanas en un hospital de San
Francisco, a los 89 (¿o 95?) años, se encontraba disfrutando la placidez de un
inmerecido anonimato.
Roberto Madrigal
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