Hace unos días tuve la oportunidad de ver el documental A contratiempo, realizado en Miami por Jorge
Soliño, con la colaboración de Jorge Dalton y Mario García Montes. La obra se
centra en los roqueros cubanos de las décadas de los años sesenta y setenta que
sufrieron persecución, hostigamiento y ninguneo por parte de las tropas
militantes de la cultura oficial cubana de la época.
Soliño ha realizado un trabajo sobrio y sin pretensiones,
dos virtudes artísticas que escasean en estos tiempos, limitándose a presentar
el testimonio de los protagonistas de aquella épica involuntaria, entrevistando
a las principales figuras que formaron parte de las agrupaciones musicales de
aquellos años, cuyo delito radicaba en hacer covers de los Beatles, Led Zeppelin, Rolling Stones y otras bandas
proscritas en la isla.
Sin editorializar ni pontificar, Soliño deja que las
entrevistas a los músicos vayan componiendo la narrativa, para que en las
propias palabras de Pepe Piñeyro, Jorge Bruno Conde, Willy Quesada, Ricardo
Eddy, Henry Vesa, Willy Goizueta, Chano Montes y muchos otros, se cree una
visión de lo que ese fragmento de la juventud cubana sufrió durante aquel período.
Soliño aprovecha al máximo los recursos de los cuales
dispone. Se ve forzado a repetir imágenes y secuencias, pero esto denota
algo muy importante: la falta de materiales que existen con respecto a aquella
época, ya que todo lo que entonces se filmaba o se imprimía, estaba en manos
del estado. Es importante anotar esto, porque alguien pudiera, con mala
entraña, criticar al documental por no presentar otra cara del momento, pero lo
cierto es que esa otra cara ya estuvo representada por la propaganda oficial.
Es un hecho que la historia la escriben los vencedores,
pero no es justo cruzarse de brazos y no intentar oponer alguna alternativa
contra esto. Cuando la historia ha sido tan tergiversada y tanta información ha
sido eliminada, sobre este y tantos otros hechos, no se puede perder la
oportunidad de recoger las declaraciones de los testigos que aún viven y que
son la única fuente de conocimiento de la cual disponemos. No importa si uno
está de acuerdo o no con lo que dicen, si admira o no a los personajes, si los
desprecia o los reconoce. Es su historia, cada uno la cuenta a su manera, unos
con exagerada elocuencia, otros deciden despotricar, otros se limitan a su
experiencia personal y cada cual a su estilo va tejiendo el hilo de la trama.
Este documental es un legado importante. Un pequeño
ladrillo más en el esfuerzo de recuperar al menos un pedazo de la historia. Es
curioso que en la últimas semanas, tras la visita de los Rolling Stones, han
publicado en Cuba sendos artículos del promotor cultural y supuesto animador
del rock, Guille Vilar, y el profesor cubanoamericano Nelson Valdés, de la
Universidad de Nuevo México, donde ocupa el cargo de profesor emérito de
Sociología y quien ha sido un abogado feroz de todas las causas castristas, recientemente
implorando por la liberación de los “cuatro héroes” en carta al presidente
Obama, ambas publicadas en Cubadebate, uno de los tabloides electrónicos
oficiales del gobierno cubano.
Vilar y Valdés han dedicado sus textos a justificar la política
cubana de represión cultural de aquella época, utilizando como excusa desde la
voladura de La Coubre, hasta la invasión de Girón, y apuntando que cuando
empezaron, los Beatles y los Stones fueron mal vistos en Inglaterra (pero se
les olvida decir que no se les censuró ni se les encarceló por su música, se
hicieron millonarios), y en el caso de Vilar llegando a decir que los Beatles
entonces todavía no eran clásicos (hombre, parece que hay que esperar treinta
años para escuchar música popular).
Ante tanto historicismo desfachatado y trasnochado, el
testimonio personal que presentan los ya viejos roqueros cubanos, resulta una
manifestación fresca e irrefutable, que denuncia por su impronta personal y que
toca al espectador en el lado emocional, sobre todo por la sinceridad que
muestran muchos de ellos que se observa bien en una de las secuencias casi
finales que muestra en breve primer plano el llanto contenido de Willy Quesada,
algo que me recordó la secuencia final de Conducta
impropia, en la cual un trágicamente irrepetible René Ariza habla del Castro
interior que lleva cada cubano.
Roberto Madrigal
Una vez mas repito las nuchas gracias al siempre bien informado amigo Madrigal con la toga viril del apostol en su bolsillo.
ReplyDeleteatu amigo del Morte