Tuesday, December 26, 2017

Séptimo aniversario


Hoy se cumplen siete años que llevo haciendo este blog. Por diversas razones, en este 2017 no me ocupé del blog como hubiera querido. También he de reconocer que los comentarios en Facebook han sustituido el interés en los blogs de la mayoría de la gente. De todos modos, no quisiera abandonarlo, aunque nadie me pidió que lo abriera. No creo que su cierre sea una pérdida sensible, pero por tozudez, voy a tratar de mantenerlo lo mejor posible en 2018. Quizá no con la asiduidad anterior, pero siempre al día.
De nuevo gracias a los que me ayudaron a lanzarlo y a los que me siguen. Esta vez no voy a poner nombres, ellos saben quienes son y los he nombrado antes.
Espero que este próximo año sea mejor para todos que 2017.


Roberto Madrigal

Saturday, October 28, 2017

Tribálicas


No es en los manuales de Historia, sino en las manuables historias en las que se mezclan las de los llamados seres ordinarios con las de aquellos de mayor perfil donde se puede llegar a conocer el estado de un país, de una nación, o… de una tribu. Tampoco ese retrato se puede conseguir con una narrativa cuidadosamente estructurada, ni con una prosa didáctica o con frases lapidarias, o predicamentos sentenciosos. Es el bricolage lo que cuenta.

Esto lo ha logrado Carlos Manuel Alvarez con su libro La tribu Retratos de Cuba, una recopilación de crónicas periodísticas sobre diversos temas y personajes, que conforman un texto imprescindible para entender la realidad cubana actual.

Alvarez lo mismo conversa con un afroamericano secuestrador de aviones que se esconde aterrado en Cuba, que escribe sobre José Contreras o sigue la ruta de los emigrantes que atrapados en Centroamérica aspiran a algún día ser inmigrantes. Su curiosidad no tiene límites temáticos, pero lo mejor de todo es su estilo fluido, aparentemente sencillo y perfectamente ejecutado. Su prosa es limpia y sin dejar de ser periodística, es literaria. Logra un balance perfecto, acepta hacer periodismo mientras logra crear literatura, introduce en el documento la dosis necesaria de ficción que redondea la imagen de lo real. Tiene mucho de Kapuscinski y de Robert Kaplan, pero también de Pico Iyer y de García Márquez (el de Crónica de una muerte anunciada).

No tengo muchos datos biográficos de Alvarez más allá de lo que dice la solapa del libro. Nació en Matanzas en 1989 y se graduó de periodismo en la Universidad de La Habana, un comienzo nada promisorio, pero ha publicado en diversas publicaciones electrónicas y tengo entendido que está a cargo de la excelente El Estornudo, junto con Gilberto Padilla Cárdenas otro joven escritor que hay que seguir. Al parecer, Alvarez reside mayormente en México, pero se mueve entre Cuba y Miami también. Su talento supera las limitaciones de sus orígenes.

No enjuicia a sus personajes ni editorializa gratuitamente sobre ninguno de los temas que toca, pero tampoco esquiva dar opiniones y emitir criterios con una agudeza inusual. No hay que estar de acuerdo con todo lo que dice, de hecho, yo mismo no lo estoy, pero sus ideas convocan a la discusión inteligente. Sus atisbos no son gratuitos. En un momento determinado predice para los futuros inmigrantes, que en ese momento se estancaban en Panamá: “Pero en Miami, adonde bien pronto irán a dar los huesos de la mayoría…El metabolismo lento de las sociedades que no exigen demasiado de uno…en el oxígeno vertiginoso de Miami no sobrevivirán ni veinticuatro horas…tendrán que comprarse un auto y aprender a manejar en una semana…trabajar diez horas y más, pagar rentas e impuestos de los cuales no entienden la mitad, asumir el trabajoso hábito de la puntualidad, obedecer a los superiores, adquirir tarjetas de débitos y de crédito, un aparte sobre el cual tampoco tienen la menor idea. Les irá bien, porque además cargan con el recuerdo del lugar del que provienen, un país que lamentablemente no supo ofrecerles demasiado, pero no será coser y canta. No hay casi ninguna prueba factual por la que, a la larga, un cubano que se vaya a Miami tenga que pensar que no tomó la decisión correcta. Menos aún si han quemado las naves, como todos estos”.

La tribu Retratos de Cuba es un libro que no me esperaba. Es un texto sorprendente. Hay momentos en que las crónicas de Alvarez bordean el ensayo literario, con elegancia y sofisticación cosmopolita, pero no cae en la trampa de menospreciar el periodismo. Aquí hay enriquecimiento mutuo de los géneros. Maneja la intertextualidad con destreza. Con este libro, su autor se suma a la casta de ensayistas y cronistas que han dominado la literatura cubana en los últimos años: Rojas, de la Nuez, Hernández Busto y Ponte. Alvarez trae el frescor de una nueva generación que parecía estéril y asfixiada.


La tribu Retratos de Cuba. Carlos Manuel Alvarez. Editorial Sexto Piso S.A., México, 2017. 257 páginas

Roberto Madrigal

Tuesday, August 29, 2017

Nuestra banalización del mal


Cuando un escritor reconocido como Leonardo Padura coteja festinadamente la UMAP con los campos de concentración nazis diciendo que, en comparación, las UMAP eran como un campamento de verano, le hace un flaco favor a ambas tragedias y en cierta medida, banaliza ambas.  Cada dolor es personal. No es lo mismo el incendio devastador que ocasiona una erupción volcánica que la casa que se quema completa por un accidente con una vela, pero la pérdida y el dolor de quienes la padecen es la misma. Se requiere insensibilidad para ignorar una desgracia porque a gran escala, palidece ante otra. O el interés de maquillar y justificar un pasado y una posición ante los hechos.

Lo mismo sucede cuando un crítico musical como Guille Vilar trata de excusar y explicar el hostigamiento a los roqueros y la censura de su música en la Cuba de los sesenta, aludiendo a la explosión del barco La Coubre. O cuando Luis Pavón o Jorge Serguera explicaban su participación en el quinquenio gris diciendo que solamente cumplían órdenes y era la norma del momento, añadiendo que todo se hacía para defender la utopía. Argumentar la comisión de un acto de injusticia criminal, por la necesidad de proteger una causa mayor no trasciende, sino rebaja. El fin nunca debe justificar a los medios. No es un simple problema ético.

Lo que Hannah Arendt en su trabajo Eichman en Jerusalén definió como la banalización del mal, no era que Eichman se presentaba como una mera pieza en el engranaje del nazismo, una pieza intercambiable, sino su total simbiosis con el mundo nazi, su ideología, sus normas racistas, que por muy inmorales que fueran, eran legales y legítimas en el mundo nazi y contaban con el apoyo de la mayoría. Eso era lo que ella percibía como el horror que se materializaba en un individuo cualquiera, sin características distinguibles. No se estaba refiriendo, como muchos interpretan equivocadamente, al pequeño nazi o al pequeño Fidel que todos llevamos dentro.

Esa banalidad se expresa en Cuba en las manifestaciones multitudinarias a las cuales los ciudadanos acuden bajo presión, pero sin obligación, legitimando así al gobierno y sus proclamas. Como bien señala Angel Velázquez en su Totalitarismo, Cuba, Castrismo cultural y el último hombre, un libro que merece leerse con cuidado, ya que es una invitación a la reflexión seria, el castrismo utiliza el espacio donde se reúnen las masas para hacer “efectivas las victorias del pueblo y la omnipresencia del jefe”. Ese espacio reúne toda la gama social y convierte a todo participante en cómplice.

Hay una tendencia creciente en la historiografía cubana oficial, cuya aceptación crece a diario en círculos académicos europeos y americanos, en presentar los abusos del totalitarismo como algo justificado por su época y sus circunstancias.  Por hacer creer que fueron errores que se cometieron por el celo de quienes luchaban por la consecución de un ideal, que peligraba ante el acecho de un enemigo cercano. O como actos extremos de jóvenes apasionados guiados por buenas intenciones.

De hecho se está vendiendo una nostalgia por ese pasado, comparándolo con la situación actual cuyos males se achacan al surgimiento de un capitalismo incipiente que corrompe la pureza original del proyecto. Se habla de muchos culpables sin mencionar ninguno por nombre y apellido y, por supuesto, sin mencionar a los culpables mayores del cataclismo social. Los amanuenses oficialistas quieren vender confusión ante la realidad. No se explican cómo y cuándo fue que degeneró ese magnífico proyecto que fue la revolución cubana. No aceptan su complicidad y al evitar hurgar en su conciencia, venden una imagen de inocencia para simplificar las respuestas. Los viejos leones, ya sin dientes ni uñas, quieren hacer ver que padecen el mismo dolor que los corderos

Nuestra banalización del mal consiste en una victimización colectiva que no tiene victimario definido. Según estas nuevas tendencias, todos somos los inmolados de una confusión. Es la expresión de la mala fe sartreana o de la evasión de la libertad de Fromm. Pero es algo que no se debe dejar correr sin que se llame la atención sobre el fenómeno. Es el nuevo disfraz de los juglares de la corte.

Roberto Madrigal




Sunday, August 13, 2017

Elogio del reguetonero


Una vez más la han cogido con los reguetoneros. De nuevo, como hace unos seis años hizo Abel Prieto, los guardianes de la cultura revolucionaria cubana se horrorizan ante la popularidad del reguetón y no solo se quejan del mal gusto imperante, sino que, como Marylin Bobes y Guille Vilar en la más reciente entrega de La Jiribilla, apuestan por la canción inteligente. Como necesitan echar mano de alguien con popularidad, pues enarbolan al dúo Buena Fe como estandarte para oponer al auge de los reguetoneros, que ocupan las ondas sonoras de la isla e incluso de Miami.

Hasta Carlos Varela se ha sumado a la queja, alegando, en la revista Vistar, que el mercado de la música cubana está invadido de mal gusto y lo que se ve en la televisión son “canciones vacías, que no dicen nada y tarde o temprano la gente las va a cambiar por otra, la nueva hamburguesa musical del top que comienza esta semana”. Quizá no le falte razón, pero lo único que ha hecho es definir la forma en que se mueve la música popular.

Los jerarcas de la alta cultura, y quienes se arrodillan ante ellos, quisieran que en Cuba solamente se trasmitiera música de Silvio Rodríguez y de sus clones. Quieren imponer el gusto musical por decreto y se niegan a aceptar el deseo del pueblo, porque popular es lo que gusta independientemente de mi gusto.

Desde que los Castro tomaron el poder hay una voluntad de imponer un gusto y una cultura que “represente” los supuestos valores de la Revolución. Los cantantes cubanos que dieron gloria a la música cubana: Olga Guillot, Rolando Laserie, Blanca Rosa Gil, Celia Cruz, Guillermo Portabales y muchos otros, fueron de los primeros en zafarle el cuerpo a la hecatombe revolucionaria que se les venía encima. Lo gobernantes decidieron borrarlos de la memoria musical oficial y trataron de crear una música de su agrado y que representara su imagen heroica (y el Comandante en Jefe nunca tuvo oído musical).

Ningún ritmo popular se ha podido establecer de forma espontánea. Ante el éxito de lo indeseado, el gobierno interviene y disuelve las agrupaciones. El Mozambique a mediados de los sesenta, parecía levantar en popularidad, pero técnicamente era difícil de popularizar y aparte de que los intérpretes de la banda de Pello el Afrokan tenían, en su mayoría, antecedentes penales (no Pello, Pedro Izquierdo, que era un camarada militante del Partido Comunista), atraían un público y un ambiente que no “representaba” a la Revolución. Los Zafiros tuvieron su momento de triunfo, pero su música se parecía demasiado a la de los Platters y eran demasiado borrachos.

Por razones similares se les quitó apoyo a las orquestas típicas (la orquesta de Fajardo se diezmó en uno de sus viajes), ya que el elemento que las componía no era tampoco del agrado de los jerarcas. Se les limitó a tocar en los bailes populares. Adiós Estrellas Cubanas, Sensación, Neno González y otras tantas. Solamente quedó la Aragón, de indiscutible calidad, liderada por el también militante del partido Rafael Lay. Pero se frenó el movimiento.

Silvio tuvo un éxito inesperado con su programa de televisión y para consternación de algunos cuadros dirigentes fue aceptado por la cúpula. Ante una posible defenestración, puso su música al servicio de las autoridades culturales, sacaron a Pablo Milanés del filin (otro género que ganaba popularidad pero cuyos intérpretes representaba el pasado, a pesar de la militancia de César Portillo de la Luz) y con la ayuda de Noel Nicola y Alfredo Guevara, surgió la Nueva Trova, que pasó de heredera de los Beatles y Bob Dylan, a heredera de la antorcha de los viejos trovero santiagueros. Esa fue la primera música que pudo ser impuesta con éxito, apadrinada en gran medida por Aida Santamaria.

A principios de 1969, Juan Formell se separó de Elio Revé y creó Los Van Van, con un sonido verdaderamente renovador dentro de la línea de las orquestas típicas. Pero empezando con un nombre que ya intencionalmente agradaba a la nomenclatura, y a pesar del desastre de los diez millones, Formell puso su música al servicio del gobierno para garantizar su estancia en el favor popular. Con sus declaraciones públicas en favor del gobierno, deshacía la velada virulencia crítica de algunos de sus temas.

No ha habido en estos casi sesenta años ningún movimiento de música popular que, tras espontáneamente haber atraído el gusto popular se haya mantenido en contra de las directivas de los mandos culturales. Los raperos fueron absorbidos por las instituciones que moderaron su mensaje o simplemente los lanzaron al olvido. Los roqueros siempre se han tenido que limitar a recibir migajas y ser mirados con recelo. El jazz es otra cosa, porque hace mucho tiempo que no es música popular.

Sin embargo, los reguetoneros han impuesto sus ritmos y sus letras muy a pesar de las autoridades culturales y de sus compañeros de gremio. No han cedido un milímetro en sus mensajes y se han mantenido en pie. Es el primer movimiento musical espontáneo que se ha mantenido a contracorriente de las autoridades culturales.

Yo fui novio de Lorenza,
una vieja quincallera
que de cada sobaquera
se podían hacer dos trenzas.
A mi­ me daba vergüenza
y la mantení­a a raya
que desde el cuerpo a la raya
el churre se hacía tabacos.
Si asi eran en los sobacos
¡como será en la quincalla!

No, esa no es letra de reguetoneros, sino de Faustino Oramas (1911-2007), conocido como El Guayabero y considerado un icono del doble sentido de la música cubana. No es una letra muy diferente del Chupi Chupi o de Bailando o de Hasta que se seque el Malecón, pero Candela, una de sus composiciones, fue incluida en el disco del Buena Vista Social Club. Los que hoy se quejan del mal gusto imperante, olvidan ésta y muchas otras letras similares, siempre presentes en la música popular cubana.

No es que me guste el reguetón, aunque lo prefiero a la salsa. Tampoco me gusta su mensaje misógino. Pero no puedo dejar de reconocer de que más allá de que algunas de sus canciones son pegajosas, se han mantenido ahí, en contra de la crítica de autoridades y “colegas”. A pesar del paternalismo con el cual han sido enjuiciados por los “intelectuales”. No puedo dejar de alegrarme cuando algún movimiento musical se impone, espontáneamente, al afán del control cultural del gobierno cubano. Tampoco me hago ilusiones, una de las razones por la cual los reguetoneros han sido aceptados es porque triunfan también en Miami y sus integrantes salen y regresan al país, por lo que se han convertido en una fuente de ingreso de dólares. A las autoridades no les queda más remedio que tolerar la ostentación de materialismo pueril que aparece en sus videos, su degradación de la mujer como objeto comercial de sexo y en general, su alarde de malas costumbres. Eso es lo que el pueblo quiere ver
.
Además, se quejan de la ascensión del mal gusto, pero qué otra cosa se puede esperar en un país en donde la educación ha decaído año tras año, en el cual los jóvenes no tienen opciones viables para su futuro, en donde la palabra vocación ha desaparecido del diccionario cotidiano, la represión es una constante y la sobrevivencia es lo único que cuenta. Un país aislado del contacto fluido con el resto del mundo, al cual se le dosifica el flujo de información que puede recibir y se le mantiene en una miseria material y existencial penosa.

Brindo por el triunfo de los reguetoneros (a los cuales confieso que no tengo que oir y Dios me ha librado de Buena Fe), porque son un triunfo de la voluntad popular sobre el decreto ideológico.


Roberto Madrigal

Tuesday, July 18, 2017

Dos microcuentos



Estos son dos de una serie de microcuentos que espero lleguen a incorporarse en un libro, aunque para tener una cantidad suficiente de páginas me va a tomar bastante.

III
-Si me cuentas más o menos la mitad de tus secretos, eres sincera.
-¿Y si te lo digo todo?
-Entonces pasas de sincera a comemierda.

XV

-Mátalo.
-¡Pero si es un ser humano!
-Por eso mismo.


Roberto Madrigal

Thursday, June 22, 2017

Por ahi anda un poeta (In Memoriam)


 Hace tres años publiqué este artículo. Respondía a unos hipócritas y paniaguados rescates culturales que se hicieron sobre algunas figuras, ya convenientemente muertas en el exilio, de la literatura marginal cubana. Me molestó y me resultó curioso que a Rogelio Fabio, uno de los más importantes, quien aún vivía olvidado en Cuba, no se le prestara atención, sino que se le dejara en las orillas, que fuera incluso ignorado a la hora de contribuir con información acerca de los cadáveres rescatados, quienes fueron sus amigos. Reproduzco aquí este homenaje de entonces, en memoria del amigo que acaba de morir. Hasta la vista Rogelio. Que nunca se apague el recuerdo.

Roberto Madrigal


Este año se cumple el centenario de Gastón Baquero. Un excelente poeta que no se limitó a escribir poesía, sino que dentro de sus posibilidades, ayudó a muchos otros poetas, sin embargo, una vez que abandonó Cuba por su exilio madrileño, fue una de las mayores víctimas del ostracismo perpetrado por las tropas de choque cultural del régimen que decidió evadir. Incluso sus antiguos amigos y beneficiarios (y aquí se puede incluir a Lezama, a Cintio Vitier y a Eliseo Diego) se hicieron cómplices de la campaña, mencionando su nombre, si acaso, en voz baja, como para evitar resonancias, y en conversaciones muy privadas. Algunos esperaron décadas para que se les permitiera fundirse de nuevo en un abrazo hipócrita. Los intelectuales cubanos han hecho un hábito de pedir permiso.

Pero no es de Baquero de quien quiero hablar pues (espero) que este año muchos otros hablarán de él mucho mejor de lo que pudiera yo hacer. Es que a propósito de su efeméride, se me ocurre que dado los recientes rescates culturales de figuras como Esteban Luis Cárdenas, Guillermo Rosales y Carlos Victoria, todos fallecidos, por qué no incorporan a una figura viviente de esa generación. Me refiero al poeta Rogelio Fabio Hurtado.

No me estoy haciendo el ingenuo, sino que si es cierto que se quieren reparar “olvidos” y rectificar “errores”, ahora que hasta Raúl Castro habla mal de la Revolución, no debe haber motivos para estudiar la figura de uno de los mejores poetas de esa generación, que además está vivo y puede aportar valiosas informaciones a los estudiosos de los escritores de esos años, los que Manuel Ballagas y yo bautizamos hace años como la “Generación del silencio”.

Hurtado (La Habana 1946) trabaja cuidadosamente la poesía desde
los años sesenta, nunca ha dejado de hacerlo. Nunca ha sido
miembro de la UNEAC ni ha recibido elogios de ninguna
publicación oficial ni premios de ninguna organización
gubernamental. Cuando Ernesto Cardenal fue a Cuba, Hurtado se le
acercó para hablarle de la realidad cubana y le enseñó sus poemas.
Tan impresionado quedó el poeta nicaragüense, que le publicó dos
de ellos en su libro En Cuba, lo cual le trajo los primeros
problemas a Hurtado. Después lo incorporó a su antología Poesía
cubana de la Revolución (Ed. Extemporáneos, México, 1976).

Fue profesor de español en una facultad obrera hasta que llegó el Mariel, puerto por el cual casi todos sus amigos nos marchamos. Fue expulsado poco después y para sobrevivir se convirtió en vendedor de flores, cuando eso era una ocupación prohibida. Así sobrevivió por muchos años, ya que no ha querido irse, aceptando continuar su obra poética bajo el aplastante peso de la Historia.

En 1996 publicó su primer libro en Miami, durante una visita temporal. El poeta entre dos tigres (Editorial La Torre de papel, Miami 1996), recoge veintiún poemas escritos entre 1970 y 1986, en uno de los cuales expresa su situación existencial: “En esta solitaria, atómica, mañana de noviembre/ no siendo yo accionista ni dirigente/ sino un antiquísimo bebedor de pésima cerveza/ ofrezco para todos cuarto en mi corazón/ paz desde esta cuartilla”. Se define aún más en el poema que da título al libro cuando dice: “Al poeta le encanta/ parecer blanco entre los rojos/ y rojo entre los blancos. Siente/ una apasionada inclinación por las minorías/ Considera aristocrático/ avanzar hacia la derrota”.

En 1993 fue incluido en la antología El desierto que canta: poesía “underground” cubana  editado por el Endowment for Cuban American Studies, Washington, DC. Ganó en el 2004 el premio Vitral que concedía la revista católica pinareña del mismo nombre, por su libro Hurrá y otras elegías que fue publicado en 2005 por las ediciones Vitral. También ganó hace muchos años el premio de poesía de la arquidiócesis de La Habana.

Ha podido leer sus poemas recientemente, en la peña que organiza el incansable Joaquín Gálvez en el Café Demetrio de Miami. Por otra parte, se ha mantenido ejerciendo periodismo disidente y publica con regularidad una columna en el sitio Primavera Digital. También ha aparecido en la revista Voces, ese esfuerzo de Yoani Sánchez, Reinaldo Escobar, Orlando Luis Pardo Lazo y ahora en manos de María Matienzo. Dos trabajos suyos aparecen en el libro Cuba in Focus editado este año por Ted Henken, Miriam Celaya y Dimas Castellanos.

Los arqueólogos culturales no parecen haber detectado su presencia. Es curioso que hace unos años Hurtado escribió un poema que parece premonitorio: “La poesía me olvida y encanezco/ no sentirme siquiera vigilado/ así es vivir ahogarse de aburrido”. Pero estos estudiosos, si fueran verdaderamente responsables, debieran ocuparse de este poeta, del cual aprenderían mucho. Les advierto que aunque es un hombre que jamás ha tenido nada malo que decir de nadie y no parece conocer del odio ni del resentimiento, puede ser bastante incómodo, porque no se transa, va a nombrar las cosas como las ve y como las ha sufrido. No va a ser condescendiente ni va a complacer ningún tipo de peticiones. A ver si se atreven.




Nota: Poco después de publicado este artículo me llegó este poema de Jorge Luis Arcos que creo sirve de excelente complemento, para leerlo pinche:  http://archdil1.blogspot.com/2014/01/un-poema-dejorge-arcos-este-es-un-poema.html

Roberto Madrigal

Monday, May 1, 2017

Censura, censores y censurados


El tema es tan viejo como el castrismo. La censura nunca ha dejado de ejercerse en Cuba. Quizá la tenacidad, el celo y la eficiencia han flaqueado por momentos, pero el ojo represor ha sido una constante. No me refiero a la censura en otros lares.

Cultura y educación son la última frontera, la última línea de defensa de los totalitarios. Son los mecanismos a través de los cuales se moldea el pensamiento de los jóvenes, se elabora la imagen pública del gobierno, se distorsiona la información y se establecen los límites del cuestionamiento. El dólar puede ser despenalizado, los pequeños negocios pueden florecer con límites y los miembros de la nomenklatura tienen derecho a enriquecerse, pero tiene que ser riqueza con conciencia revolucionaria. Después de la cultura, el veril.

Los casos recientes de los filmes Santa y Andrés, de Carlos Lechuga y Nadie, de Miguel Coyula, asi como las expulsiones del recinto universitario de Las Villas  de la profesora Dalila Rodríguez y de la estudiante de periodismo Karla María Pérez González, ilustran un vez más, la importancia que el gobierno cubano otorga a la cultura y la educación como mecanismos de control.  Las masas se ilustran a conveniencia del estado.

Las universidades son de los revolucionarios. Dalila cometió el delito inevitable de ser hija de un disidente y probablemente de no haber renunciado a él, como en los viejos tiempos. Karla se atrevió a sumarse a un grupo juvenil opositor. En un artículo recién publicado en La pupila insomne el profesor Rafael Plá León, “filósofo y profesor de disciplinas filosóficas” según apunta el portal EcuRed, filosofa en un galimatías, sobre la vigencia del lema “que nos enseñó Fidel en el fragor del proceso que se bautizó como profundización de la conciencia revolucionaria en el curso 1979-80: ‘La universidad es para los revolucionarios’…porque no es excluyente para los que no son revolucionarios…pero sí pone en su lugar al contrarrevolucionario…simplemente sienta las bases de la hegemonía revolucionaria en la Universidad como una de las conquistas históricas de la Revolución”. Por supuesto, el censor se reserva el derecho de definir a los revolucionarios, a los no revolucionarios y a los contrarrevolucionarios según le convenga. La censura es difusamente definida, el censor es antojadizo.


Una cosa está clara, se puede criticar a los revolucionarios y a los socialistas, pero no a la Revolución ni al Socialismo, y mucho menos la figura de Fidel Castro. Como ya dijeron antes, en otro lema ridículo, los hombres mueren y el partido es inmortal. Ese es el postulado, el dogma inviolable que rige la censura.

Santa y Andrés se atrevió, mediante un juego narrativo con el tiempo, a querer decir que la censura del libre pensamiento y la represión a los homosexuales, no fueron un episodio superado en la historia del castrismo, un error coyuntural. De eso se dio cuenta uno que en su momento fue censurado y ahora es censor diligente, el poeta y profesor Guillermo Rodríguez Rivera y lo expresó en un artículo que recientemente publicó en el blog de Silvio Rodríguez. En su artículo aboga por el diálogo y el entendimiento, pero con su análisis, emplaza al filme y lo pone sutilmente en la picota.

Los censores son todos aquellos que por miedo, por celo, por estupidez, por frustraciones personales y ambiciones delirantes, se prestan a ejercer la censura, a aplicarla de la forma más estricta posible. Algunos son inteligentes, muchos otros son ignorantes y se sienten inseguros.

Los censores ejecutan actos de diverso tipo. Desde los que son capaces de acabar con la carrera literaria (en la isla), de Heberto Padilla y de Reinaldo Arenas, hasta los tragicómicos (comedia para el observador, tragedia para quien sufre la censura), que castigan a una pobre editora por no haber eliminado la frase “abajo el comandante en jefe” de…La guerra de las salamandras (un caso real), sin importar que la novela fuera originalmente publicada en 1936 y que el autor hubiera muerto en 1938.

Es difícil acusar a las víctimas del crimen del cual son sujetos. Pero los censurados, en muchos casos, se convierten en cómplices de los censores (y algunos terminan de censores, como es el caso de Miguel Barnet). Dominados por el miedo, empiezan con la autocensura y luego si se les escapa algo y son atrapados en la telaraña del censor, comienzan a justificarse disfrazando sus verdaderas intenciones con excusas inexcusables. El propio Lechuga, en un momento de debilidad se quejó de la censura y habló de que él siempre se “había portado bien”, tratando de pedir redención aludiendo al oficio de carnero. Pero luego se le pasó.

Por temores justificados e injustificados, pero nunca justificables, la mayoría de los intelectuales y artistas cubanos, también por el afán de pertenecer al canon isleño, se dedican a pedir migajas. Expresan sus desacuerdos pidiendo comprensión al censor. He ahí al grupo G20 que pide una ley de cine y trata de gestionar no se sabe qué con el ICAIC. No se comprometen a defender a sus compañeros caídos, como fue el reciente caso del cineasta Juan Carlos Cremata, sino a pedir pequeños cambios para moverse mejor en el futuro. Por cierto, llevan como tres años en el asunto y no han conseguido nada todavía.

La censura es el arma poderosa que mantiene la cultura y la educación como arma de dominación política, los censores son los funcionaros diligentes que la interpretan con la mayor ortodoxia posible, sin el  menor sentido del humor, los censurados, si no terminan habitando el reino del silencio o poniendo pies en polvorosa, se convierten en cómplices de la censura y del censor, porque hay cosas que son herméticas, y ellos lo saben bien.


Roberto Madrigal

Sunday, March 19, 2017

De mal en peor (bis)

Hace tres años y medio que publiqué esto. Casi todo lo aquí predicho se ha ido cumpliendo. Se pueden añadir muchas otras causas a los males que aquejan al béisbol cubano, que no es más que un reflejo de lo que pasa en el país. No soy vidente, pero las causas y razones aquí enunciadas se mantienen vigentes. La decadencia es imparable. En los años que han pasado desde la escritura de este artículo, se han largado para las Grandes Ligas todo lo que valió y brilló en a pelota cubana y mucho que tampoco sirve para nada.

La reciente eliminación del equipo cubano de béisbol en el Clásico Mundial a manos de los tulipanes holandeses, no ha hecho más que añadir evidencia a lo que desde que los peloteros profesionales comenzaron a participar en los eventos beisboleros internacionales se ha hecho obvio: el imparable declive de ese deporte en Cuba. El equipo nacional cubano, que por décadas campeó por sus respetos cuando enfrentaban a colegiales y a jugadores aficionados, convirtiéndose en el coloso de los eventos internacionales, hoy en día es un equipo más (o un equipo menos).

Las razones más obvias se conocen bien. Más de cincuenta años de aislamiento del béisbol más competitivo, la continua miseria económica que hace que ni siquiera los estadios más importantes reciban el mantenimiento adecuado y las crecientes defecciones de algunos de sus mejores atletas, para no continuar lloviendo sobre mojado, han afectado la calidad de juego. No es culpa de los atletas ni falta de talento, pero cuando en cualquier campo se limita el desarrollo profesional, la merma cualitativa es su consecuencia.

A esto se suman factores externos, como la creciente globalización del deporte, a la cual los jugadores de la isla tienen poco que aportar, ya que como único pueden hacerlo es exilándose. Hoy en día hay peloteros cubanos en las ligas españolas, italianas, brasileñas y de muchas otras naciones en las cuales este deporte era, hasta hace bien poco, un evento marginal. La ya mencionada participación de los jugadores de las grandes ligas y de las ligas menores americanas, en las cuales a su vez, cada día participan más atletas de todas partes del mundo y la eliminación del béisbol de los juegos olímpicos.

Las nuevas generaciones tampoco se inclinan al béisbol, que es un juego lento y apacible, que nunca se sabe cuándo termina porque tiene su propia medida del tiempo. Lo sostiene la tradición que tiene en Cuba y el hecho de que todavía es, al menos en Cuba, el deporte con más equipos y cuyos jugadores tienen más longevidad, factores que inciden en la decisión de un joven de hacer una carrera deportiva. Pero no hay más que ver la creciente afición por el fútbol profesional, en un país donde no hay un jugador ni un equipo que valga la pena en ese deporte. Los jóvenes cubanos se han convertido en fanáticos de equipos profesionales como el Barcelona y el Real Madrid, a quienes solo pueden ver en televisión y de quienes se encuentran a más de siete mil kilómetros.

Pero si los cambios siguen como van con la economía cubana y como ya se ha anunciado en la arena cultural, en la cual se va a considerar la rentabilidad de los proyectos, los fanáticos de la isla van a enfrentar permutaciones drásticas. Es prácticamente imposible mantener presupuesto realista para tener una serie nacional con dieciocho equipos con el objetivo de continuar alimentando el provinciano orgullo provincial. Si el béisbol se ha mantenido hasta ahora por encima de consideraciones económicas es porque es el deporte favorito de Fidel Castro, el Fanático-en-jefe. Pero a Raúl Castro no le interesa mucho el béisbol. Se impondrá una profunda restructuración que no será del agrado de muchos.

Otros cambios que se avecinarían sería la necesidad de volver a una estructura similar a la que existía antes de la llegada de Castro. Unas ligas aficionadas patrocinadas por empresas, sindicatos o agrupaciones profesionales y una liga invernal profesional que sirviera de finca de recría para los equipos de las grandes ligas, en la cual los equipos serían franquicias de estos y jugarían no solamente peloteros cubanos, sino todos aquellos que necesitan afinar sus habilidades durante los meses de invierno, como ocurre en República Dominicana, Venezuela y otros países del área. Por supuesto, el corolario de esto sería permitir a los peloteros cubanos viajar libremente a los Estados Unidos para jugar en los equipos de las ligas mayores. Pero esto no puede suceder por el momento ni en un futuro inmediato. El embargo no permite que los cazadores de talento puedan ir a Cuba a contratar legalmente a nadie, ni que se le puedan pagar salarios a residentes de la isla, ni los equipos de las mayores pueden establecer franquicias allá. Eso solamente vendrá cuando se produzcan cambios realmente drásticos en la política cubana. Por el momento, las defecciones continuarán como única opción para el desarrollo profesional de los peloteros de la isla.

Roberto Madrigal

Sunday, February 12, 2017

Senda tenebrosa


No hay dudas de que la prensa americana está tremendamente parcializada en contra del presidente Trump. Ello no justifica que a su vez Trump insista, con su lenguaje simplón, voraz y divisivo, en atacar la credibilidad de la prensa y las instituciones de inteligencia del gobierno americano. A su vez, la reacción de la prensa a este ataque se desplaza por una senda tenebrosa que podría resultar en su propia incriminación. La tergiversación y las medias verdades no llevan a ninguna parte.

Recientemente, durante una entrevista que fue trasmitida antes del Super Bowl, el periodista Bill O’Reilly le preguntó al presidente acerca de cómo establecer una relación positiva con Vladimir Putin quien, en palabras del propio O’Reilly, es un “asesino”. La respuesta de Trump sorprendió a todos. Dijo que tampoco los americanos “somos tan inocentes, también tenemos nuestros asesinos”. Lo cual es una realidad, pero nunca había sido abiertamente expresada o reconocida por un presidente americano.

En lugar de analizar con detenimiento la declaración de Trump, los congresistas demócratas, el New York Times, el Washington Post, las principales cadenas noticiosas de televisión y hasta muchos congresistas republicanos, se lanzaron a criticar al presidente por haber osado igualar moralmente a Moscú y a Washington. Lo cierto es que por más que he mirado la entrevista repetidas veces, no veo que Trump trató de igualar moralmente a Washington y a Moscú, solamente estableció un hecho, dando a entender que en la política hay que convivir con ciertas realidades desagradables. Pero la opción facilista era no analizar lo dicho, sino acusarlo de lo que no dijo.

Ciertamente, si se mira que George Bush, malaconsejado por Donald Rumsfeld, mintió sobre las armas de exterminio masivo para invadir Irak, lo que resultó en una guerra inútil que causó la muerte de miles de iraquíes y americanos inocentes, se le puede considerar un asesino. Lyndon Johnson también mintió al pueblo americano mientras preparaba unilateralmente la escalada de la guerra de Viet Nam, durante las elecciones de 1964, presentándose como un pacifista y acusando a Goldwater, una figura compleja, como un guerrerista sin conciencia, cuando él ya tenía decidido el destino de miles de americanos y vietnamitas.

Pero el problema mayor de la prensa americana es Stephen Bannon. El máximo responsable de la victoria de Trump. Un individuo a quien se le ve como la sombra detrás del poder, la eminencia gris, el equivalente del Padre José de Trump.

François Leclerc du Trembay, conocido como el padre José, fue el hombre que manipuló los hilos del poder durante el periodo que el Cardenal Richelieu dominó la política francesa. Fue prácticamente el creador de las fuerzas de la seguridad del estado, el antecesor de la Stasi, la KGB, etc. Fue el poder tras el poder, de él viene la frase “eminencia gris”, que se le otorgó por el color del hábito de los monjes capuchinos, y para mayor información, se debe consultar el libro de Aldous Huxley, titulado Eminencia gris.

Bannon es escurridizo. Es un hombre renacentista, muy inteligente. Se le acusa de fascista, antisemita, extremista y racista. Todo lo cual puede ser cierto, pero hasta ahora solamente se le ha podido probar que es culpable por asociación. Dirige la revista digital Breitbart News, que es una publicación de ultraderecha, afiliada al “alt-right” y con vínculos con figuras del Ku Klux Klan, que sin embargo fue creada en Jerusalén por dos judíos. Bannon ha sido productor y director de cine. Entre las películas que ha producido se encuentra The Indian Runner un largometraje escrito y dirigido por Sean Penn.

Bannon se ha ganado el derecho a tener un posición de gran poder en la administración de Trump, es su principal asesor y para muchos, es el verdadero presidente. Se le ha dado acceso ilimitado a equipos, foros y grupos de análisis que ningún jefe de equipo de la Casa Blanca ni asesor principal del presidente había tenido antes.

Es cierto que es una figura tenebrosa, pero…¿se le debe combatir con insinuaciones, medias verdades o hasta mentiras? Me pregunto si la mentira se debe enfrentar con otras mentiras.

El cuestionamiento anterior lo motiva un artículo de Jason Horowitz, periodista de The New York Times aparecido en dicho periódico el 10 de febrero cuyo titular reza: “Steve Bannon cita a un pensador italiano que inspiró a los fascistas”. El trabajo se refiere a una cita que hizo Bannon del filósofo italiano Julius Evola, una figura controversial de muchos matices, cuyas ideas, después de muchos escollos, fueron usadas en apoyo de Mussolini. Pero Bannon no lo citó para apoyar un punto de vista personal, sino que lo hizo durante un congreso en el Vaticano, en 2014, en un ensayo en el cual hablaba sobre las influencias que conformaron el movimiento de Tradicionalistas católicos. Una referencia bien fundamentada.

Peor aún, Horowitz cita a un profesor danés que cuestiona el interés de Bannon por la figura de Evola. Horowitz se refiere a Evola como figura oscura. Bueno, quizá para él, pero es un pensador de cierta importancia, que ha sido reivindicado anteriormente por grupos que nada tienen que ver con el fascismo. Cuestionarse el interés de Bannon por Evola, me huele a policía del pensamiento, me recuerda un profesor de personalidad que tuve en la universidad, a quien le intrigaba mi interés por las teorías de Abraham Maslow y me decía que eso era diversionismo ideológico, porque Maslow era un psicólogo burgués.

No dudo que Bannon sea un pro-nazi de ideas quizá despreciables, pero escoger el camino de la mentira o de la verdad a medias, para tratar de enfrentarlo, solamente justifica la clasificación de “alternative news” y “fake news” que peligrosamente utiliza Trump. Combatir mentira contra mentira nos conduce por esa senda tenebrosa que puede terminar en el fin del tejido institucional que por doscientos cuarenta y un años ha protegido a la democracia americana.


Roberto Madrigal

Monday, January 30, 2017

Una reseña crítica sobre mi libro


A continuación reproduzco la reseña que sobre mi recién publicado libro hizo Carlos Espinosa Dominguez, crítico de cine, teatro y literatura y profesor universitario. La reseña fue publicada en la revista digital Cubaencuentro el viernes 27 de enero.

El cine desde la otra orilla
A lo largo de varios años, Roberto Madrigal ha escrito puntualmente comentarios sobre las películas que ha visto. Acaba de recopilar esos textos en un libro, que refleja su experiencia como espectador

Carlos Espinosa Domínguez, Mississippi | 27/01/2017 


Roberto Madrigal es lo que se dice un cinéfilo fidedigno. Solo alguien merecedor de ese nombre es capaz de falsificar un pase de crítico para asistir a proyecciones a las que, de otro modo, no tendría acceso. Solo quien ama mucho el cine puede recorrer en auto, en medio de la lluvia, 177 kilómetros (y otros tantos a la vuelta), para ver la única presentación en su zona de un filme de Abbas Kiarostami. De esa pasión tienen constancia los lectores de este diario, pues desde enero de 2012 Madrigal publica puntualmente los comentarios de las películas que ve. Antes lo había hecho, aunque no de manera regular, en Linden Lane MagazineEl Miami HeraldCafé FuerteThe Cincinnati Enquirer, así como en su blog, Diletante sin causa.
En Críticas desde afuera (Término Editorial, 2016, 415 páginas), Madrigal ha recogido esa faena suya (no sé si está todo lo escrito por él a lo largo de estos años). El recuento que hace en su voluminoso libro refleja su experiencia personal como espectador. Aun así, es tan amplio como diverso y proporciona un panorama bastante representativo de las cinematografías, corrientes y directores que hoy marcan el rumbo de la producción audiovisual. Ese repaso es también una prueba de que Madrigal no ha dejado escapar cuanto estreno merece la pena.
Para quien no sepa nada sobre el autor de Críticas desde afuera, apuntaré que Madrigal es psicólogo. Esta otra actividad que tanto disfruta la realiza para dar cauce a su pasión por el séptimo arte, imaginando las películas desde la lectura. Se define como un crítico autodidacta, que se formó a través de los libros del francés André Bazin (¿Qué es el cine?), el norteamericano Andrew Sarris (El cine americano) y el cubano Guillermo Cabrera Infante (Un oficio del siglo XX). Y también, con todas las películas que vio en la Cinemateca de Cuba, en la etapa en que era dirigida por Héctor García Mesa. En la introducción de su libro, confiesa que nunca ha hecho vida gregaria con directores, guionistas y otros críticos, aunque a algunos los conoce superficialmente. En ese sentido, apunta: “Quizá eso me da una libertad de expresión inusitada. Puedo decir lo que quiero sin temor de ofender, aunque a veces sin querer ofenda”. Asimismo, dice estar acostumbrado a hacer las cosas por su cuenta y que es responsable de seleccionar los filmes que comenta.
En las páginas que sirven de introducción al libro, tituladas “El cine visto desde la otra orilla”, Madrigal describe en estos términos su concepción de lo que José Martí llamaba el ejercicio del criterio: “Pienso que una buena crítica tiene que informar, intrigar e interpretar. La información pone a la película en contexto, no solo la trama y los personajes, sino los realizadores y los actores también. Se intriga narrando un poco de la trama y comentando el curso del guión, de la edición y de la temática. Luego es requerido que el crítico interprete, que dé su opinión sobre los aspectos técnicos y de contenido que se hayan logrado o no, pero en una forma que suscite a la discusión. Que ofrezca una opinión personal y fuerte, pero que se exponga abierto a otros discursos”. Quienes lean los textos que publica semanalmente en este periódico, comprobarán que no se trata de meras palabras, sino de un decálogo que él aplica escrupulosa y eficientemente.
Los textos de Madrigal cumplen un requisito primordial: están redactados con un lenguaje periodístico claro y comprensible. No hallamos en ellos la más mínima pretensión de hacer literatura, lo cual quedaría fuera de lugar en un periódico. Cuando digo esto no quiero decir, desde luego, que no estén correctamente escritos, que lo están, sino que su autor no emplea un discurso rebuscado. Recuérdese que él mismo anota que uno de los propósitos que busca es informar, y para ello se vale de un lenguaje idóneo para tal fin. Igualmente, es oportuno recordar que se dirige a un lector común, no a un público especializado ni a la gente de la profesión. Una razón más para que, como vehículo, se sirva de un lenguaje accesible, que le asegura una comunicación directa y eficaz con su destinatario.
Sabe argumentar su satisfacción o su desagrado
Me remito de nuevo a las palabras de la introducción que antes cité. Madrigal dedica parte del espacio a interpretar y expresar su opinión sobre los distintos aspectos artísticos y técnicos que intervienen en una obra cinematográfica. En ese sentido, sus juicios están debidamente razonados. No se dedica a desgranar adjetivos o descalificativos, sino que demuestra por qué una película es buena o por qué no lo es. Busque el lector cualquiera de los textos que ha publicado en este periódico y verificará lo que digo. Por supuesto, se puede no estar de acuerdo con su valoración –este cronista confiesa que, en ocasiones, disiente de ella–, pero no puede negársele que sabe argumentar su satisfacción o su desagrado. Eso es, en definitiva, lo que corresponde reclamarle a un crítico: no que coincida con nosotros, sino que sea capaz de fundamentar su opinión.
Esa capacidad analítica que despliega en sus comentarios, en buena medida hace de ellos textos didácticos, entendido este término en su acepción más noble. Madrigal enseña al lector cómo se deben ver las películas. Pero lo hace sin petulancia, sin el aire de un maestro que pontifica. En eso tiene bastante que ver el estilo claro, conciso y ameno adoptado por él. Por otro lado, demuestra competencia para expresar ideas atinadas con unas pocas palabras: “Takashi Miike es un genio que no se toma en serio”; “A Most Dangerous Method es muy simplista para ser historia y muy poco imaginativa para ser buena ficción”; “Un poco de ambigüedad y especulación y otro tanto de riesgo le hubieran venido bien a Lincoln, pero timorato, Spielberg se limitó a un didactismo histórico muy reverencioso”; “Alejandro González Iñárritu se ha hecho famoso por convertirse en la versión hollywoodense del pensador profundo”.
El autor de Críticas desde afuera es, desde muy joven, un cinéfilo voraz. Eso quiere decir que ha visto muchas películas, entre las cuales figuran unas cuantas de las que se consideran capitales en la historia del séptimo arte. La asistencia regular y continuada a las salas como espectador ha contribuido en no poca medida a su formación. Él, además, se ha pertrechado de un conveniente caudal de cultura e información, que le proporciona la visión teórica y el distanciamiento necesarios. Este último aspecto es esencial en la faena crítica, en la que el voluntarismo y la improvisación no tienen cabida. Un creador puede “tocar de oída”; un crítico no. De no poseer la cultura cinematográfica que posee, Madrigal difícilmente podría valorar lo que la cinta húngara Son of Saul aporta de nuevo al cine sobre el Holocausto. De igual modo, tampoco podría justificar por qué The Hateful Eight representa una obra débil dentro de la filmografía de Quentin Tarantino.
Es también de elogiar en estos textos la independencia de criterios que mantiene su autor. En más de una ocasión va a contracorriente y no duda en expresar opiniones que discrepan con la mayoría de sus colegas. Quiero ilustrar esto con un ejemplo muy reciente, y que por ello no está incluido en el libro que aquí se reseña. Es el que dedicó al filme norteamericano La La Land, que ha concitado el entusiasmo unánime de los comentaristas y acaparado un carajal de nominaciones en los Oscar. Madrigal no comparte esas encomiásticas valoraciones y hace lo que acostumbra: expone su disconformidad con elementos de juicio.
“En unos párrafos no se puede hacer crítica seria de una película, y ese es el espacio de los periódicos. Una crítica total son cuatro páginas en una revista especializada. Lo otro en el fondo es una frivolidad, a la que jugamos, pero una frivolidad… La crítica diaria es una ficción”. Esas palabras pertenecen al director español Jaime Chávarri y las traigo a colación porque ilustran una confusión: no es lo mismo la crítica que se redacta para un diario que aquella destinada a una publicación especializada. Esta última aparece a posteriori, cuando ya el filme en cuestión ha bajado de cartelera. Su análisis es por eso mucho más riguroso y técnico, y se dirige a un público lector iniciado. La otra, en cambio, por su propia inmediatez funciona como un proceso de acción-reacción. Aunque no renuncia a dar valoraciones, la anima un fin informativo y de mediación entre el filme y su destinatario. Cuando está hecha profesional y rigurosamente, cumple ese propósito y el lector lo agradece.
Pienso que los textos que Madrigal ha recopilado en Críticas desde afuera son una prueba de que sí se pude realizar una labor crítica competente y útil desde un órgano diario. Todo está en que no sea un balbuceo de diletante, sino una faena hecha con conocimiento, responsabilidad y profesionalismo.


Sunday, January 15, 2017

La emigración como arma política


El pasado 12 de enero, el presidente saliente Barack Obama derogó la enmienda presidencial conocida como “pies secos/pies mojados”, que fue una revisión a la Ley de Ajuste Cubano de 1966. Esta medida expresaba que todo cubano que llegara a las costas de Estados Unidos (“pies secos”) tendría derecho a la residencia americana al cabo de un año de estancia en este país, sin mucha indagación. Aquellos interceptados en altamar, serían devueltos de inmediato a la isla.

La ley vino poco después del explosivo movimiento migratorio conocido como el “Maleconazo”, ocurrido en 1994 y que, entre otras cosas, llevó a miles de cubanos a residir temporalmente en la Base Naval de Guantánamo. La idea de esta enmienda, que es un decreto presidencial promulgado por el entonces presidente Bill Clinton, era limitar la entrada de cubanos a los Estados Unidos, ya que como la mayoría venían por mar, al devolver a los interceptados, se reduciría el número de inmigrantes y asustaría a otros balseros potenciales.

Como siempre sucede, la cosa salió al revés. Los cubanos buscaron la forma de darle la vuelta a la enmienda y al cabo de un tiempo entraban por todas partes, desde las fronteras mejicana y canadiense, hasta llegando en vuelos desde Europa y Latinoamérica, y más recientemente mediante esos largos peregrinajes que empiezan por países que aceptan a los cubanos sin exigirles visado. Esto fue posible gracias a la maniobra de Raúl Castro en 2013, de eliminar el permiso de salida.

Como esta enmienda fue un decreto presidencial, el presidente Obama pudo eliminarla de un golpe y sin necesidad de consultar al congreso. La Ley de Ajuste Cubano, por ser una ley emitida por el congreso, requiere un proceso más lento y arduo. O sea que, básicamente volvemos al status de 1994. Los cubanos mantienen cierto grado de excepcionalidad, solamente que ahora, hay que probar la necesidad de asilo político. Aunque todo está en cuán estricto se va a implementar la política. Todavía los cubanos mantienen privilegios inimaginables al resto de los latinoamericanos.

Esta derogación venía cocinándose hacía rato. No por gusto Raúl Castro eliminó el permiso de salida. Con ello, no solo le pasaba la papa caliente de los emigrantes a los otros países, sino que preparaba el terreno para exigir ciertas concesiones al gobierno americano como parte de la normalización de relaciones.

Sin embargo, es curioso que muchos cubanos que residen en los Estados Unidos, están contentos con esta medida (la mayoría aun no la ha entendido bien), pues lamentan que desde entonces, están llegando muchos cubanos que temen declararse exiliados políticos, que inmediatamente que obtienen residencia regresan de visita a la isla a llevar dinero y a crear negocios que a la larga favorecen más a los gobernantes que al pueblo y que se han infiltrado miles de espías y agentes castristas que ahora se pasean por Miami creando negocios fraudulentos bajo instrucciones del gobierno de Castro. Si uno oye muchas de las opiniones, tal parece que todo el que llega es un agente disfrazado.

Los cubanos parecemos ser el único grupo nacional que se opone al bienestar de su propia gente. En realidad, sin negar que todo lo dicho arriba tiene mucho de verdad, qué porcentaje de los que llegan son en realidad delincuentes o espías y que porcentaje son gente trabajadora que viene a hacer lo mejor que pueden para mejorar sus vidas. No se sabe, porque la prensa manipula todo esto para sus ratings. Inventan historias de todo tipo (o más bien se centran en ellas), desde bombas lacrimógenas por el sufrimiento de los que pasan trabajo para llegar, como “trabajos investigativos” sobre los delincuentes que vienen a estafar a las instituciones americanas y a los contribuyentes. Casi todos basados en medias verdades, ofreciendo muy pocos datos comprobables y explotando la sensibilidad del lector o de la teleaudiencia.

Espías, delincuentes, gente trabajadora, perseguidos políticos y muchos otros tipos y estereotipos han llegado a estas costas durante estos 58 años. Nada ha detenido ese proceso. Todos los gobernantes americanos (algunos a su pesar), han sido extremadamente generosos con los cubanos en cuanto a privilegios migratorios. Solamente en los ocho años de Obama, 250,000 cubanos han obtenido residencia americana. Nada ha evitado que Castro (ambos), utilice la emigración como un arma de negociación, la más efectiva con la cual cuenta el gobierno cubano, que cada cierto tiempo inunda de inmigrantes ilegales a los Estados Unidos (léase Camarioca, Mariel, Maleconazo y los últimos grupos llegados a través de Centroamérica). Esta medida de Obama no es más que parte de un paquete de concesiones en un proceso diplomático (estar a favor o en contra de ese proceso ya es tema de otra discusión). Falta ver que Cuba cumpla con recibir a todos los que los americanos quieran devolver y a qué velocidad se desarrolla el proceso.

Más dura me parece la derogación del parole a los médicos que andan en misiones fuera de Cuba y quieren reasentarse. Esta es una medida tomada por Bush en 2006. Los médicos han sido la mayor mano de obra barata de la que el gobierno cubano se ha beneficiado y por muchos años no se les permitió salir del país. Ahora quedan de nuevo en el desamparo. Sin embargo, nadie habla de ello. Eso es en apaciguamiento al lamento perenne de que los Estados Unidos le roban los cerebros.

Ahora vendrán las historias sensibleras sobre los que han quedado en el camino, muy triste de verdad, pero parte del daño colateral y a la hora de irnos de la manera que nos vamos los cubanos, tenemos que contar con la posibilidad de que ello ocurra. Pero ya se buscará solución a este lado trágico de los acontecimientos.

Lo que más me asombra es que muchos cubanos se alegren de que mucha gente no pueda llegar, sobre todo los que se han beneficiado de esa misma medida. Es cierto que hay muchos delincuentes y agentes viniendo, pero, ¿acaso son mayoría?. Quizá solo sean los más visibles.  Por otra parte, ¿cómo alegrarse de la desgracia de los que vienen de verdad a buscarse la vida y los que son legítimos perseguidos políticos?

Cuando Dios anunció la próxima destrucción de Sodoma, Abraham le cuestionó si destruiría toda la ciudad aunque hubiera al menos cincuenta justos entre ellos. Dios le dijo que no y Abraham siguió negociando: “He aquí, ahora me he atrevido a hablar al Señor, yo que soy polvo y ceniza…No se enoje ahora el Señor, y hablaré solo esta vez; tal vez se hallen allí solo diez justos. Y el Señor le respondió no la destruiré por consideración a los diez” (Génesis 18: 16-33). Parece que los cubanos que están ya aquí no encuentran ni un justo entre los que llegan.

Tampoco vale el argumento de que ahora tendrán que rebelarse al no poder venir. El problema de Cuba no es solo la emigración, es la compleja realidad que vive la oposición, mayormente desconocida, sin poder de convocatoria, no confiable para mucha gente (más allá de lo genuino que pueda ser la oposición), sin legitimidad determinante, sin apoyo militar, sin una organización nacional y sin medios de combate (me refiero a medios de prensa de amplia divulgación y elementos similares). Los cubanos seguirán viniendo. Incluso si ahora tienen que pasar algunos meses en una cárcel de inmigración antes de ser liberados. Estoy seguro que muchos prefieren pasar seis meses en detención aquí en los Estados Unidos que una semana en Varadero. Emigrar es la única salida inmediata a los problemas políticos y económicos que padecen los cubanos de a pie.


Roberto Madrigal

Tuesday, January 3, 2017

Los mejores estrenos de 2016


Otro año que termina, otra lista que se completa. La lista, entendida como provocación y divertimento, es siempre valiosa. Es algo a lo que uno puede volver y hasta informarse como los gustos propios van cambiando, que no necesariamente evolucionando, con el tiempo.

De nuevo cuento con la colaboración de mi amigo Orlando Alomá para no adentrarme en esta empresa en solitario. Ojalá los lectores se animen y hagan también su aporte. Nada es más enriquecedor que la diversidad de opiniones, así si alguna película se me ha escapado, podrían llamarme la atención al respecto.

Este ha sido un año bueno para el cine independiente americano Mientras las grandes productoras de Hollywood continúan alardeando falta de imaginación, produciendo múltiples secuelas, precuelas, filmes derivados de otros y más sobre lo mismo, el cine independiente ha producido varios filmes excelentes. No solamente los que caen en esta lista, sino otros que, si bien no hicieron la lista, quedaron bien cerca. Esta es la primera vez, desde que publico estas listas, que una película americana se lleva el primer lugar.

Como en años anteriores, mantenemos las bases de nuestra selección. Se limitan a lo estrenado en el año 2016 que está disponible a cualquier espectador normal en cualquier ciudad de los Estados Unidos, que puedan ser accesible en las salas de cine, en streaming, On Demand o en DVD durante el año.

A continuación, está la lista de Alomá, con la pequeña introducción con la cual la presenta.

No es que cada vez voy menos al cine, es que cada vez tengo menos ganas de ir. Son muy pocas las películas, aun las buenas, que no alborotan mi impaciencia por que se acaben ya, sobre todo si son lentas y pasivas, por no mentar las que exceden las dos horas y pico. (El Ciudadano, de Orson Welles, no llega a dos horas.) Una lástima, lo reconozco, para quien ha disfrutado tanto tiempo de su vida en la penumbra, Pero así y todo, entre, no lo mejor, sino lo que más me gustó del 2016 pudiera haber algunas en que me contradigo. (En lo que sí van a tener que romperse la cabeza los que escogen a los nominados al Oscar y otros grandes premios, es en las categorías de actores. Este año las buenas, óptimas actuaciones se dieron como la verdolaga. Y eso, como ya advertí, sin contar las que no vi.). Sin más, aquí va mi lista, por orden alfabético, y que perdonen los que pudieran estar ausentes a causa de mi abulia.
Café Society (Director: Woody Allen, EE.UU.) 2016
El Club (Director: Pablo Larraín, Chile) 2015
Eye in the Sky (Director: Gavin Hood, Gran Bretaña-Sudáfrica) 2015
Hell or High Water (Director: David Mackenzie, EE.UU.) 2016
The Innocents (Director: Anne Fontaine, Francia-Polonia) 2016
Love and Friendship (Director: Whit Stillman, Irlanda/Francia/Holanda) 2016
Manchester by the Sea (Director: Kenneth Lonergan, EE.UU.) 2016
Moonlight (Director: Barry Jenkins, EE.UU .) 2016
Our Little Sister (Director: Hirokazu Koreeda, Japón) 2015
Son of Saul (Director: László Nemes, Hungría) 2015

Mi lista, en orden de predilección (puede que si la hago mañana le cambie algo, aunque las primeras cinco son intocables e inalterables):

1.- Moonlight (EE.UU. 2016). Dir. Barry Jenkins
2.- Toni Erdmann (Alemania/Austria/Rumania 2016.) Dir: Maren Ade
3.- Son of Saul  (Hungría 2015). Dir: László Nemes
4.- Hell or High Water (EE.UU. 2016).  Dir: David Mackenzie
5.- Things to Come  (Francia/Alemania 2016).  Dir: Mia Hansen-love
6.- Dheepan  (Francia 2015).  Dir Jacques Audiard
7.- Manchester by the Sea (EE.UU. 2016).  Dir: Kenneth Lonergan
8.- The Treasure  (Rumanía/Francia 2015).  Dir: Corneliu Porumboiu
9.- Theeb (Emiratos Arabes Unidos/ Catar/ Jordania/Gran Bretaña 2014). Dir: Naji Abu Nowar
10.- Demon  (Polonia/Israel 2015).  Dir: Marcin Wrona

Como apunta Alomá más arriba, ha sido un año de extraordinarias actuaciones. A la hora de repartir premios, muchos serán los merecedores. Ha sido también un año en el cual se ha demostrado que se puede hacer un cine excelente sin necesidad de grandes despilfarros financieros. De hecho, creo que las dieciséis películas listadas son excelentes ejemplos de guiones imaginativos, de dirección novedosa y de muy buena fotografía, así como del uso adecuado de los más elementales recursos cinematográficos que los directores enfocados en los efectos especiales, la grandiosidad temática y el didactismo, olvidan.
(Este artículo salió publicado en Cubaencuentro el 3 de enero de 2017)


Roberto Madrigal