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Sunday, May 18, 2014

La sensibilidad literaria de la CIA


 
El reciente descubrimiento de que la CIA promovió la publicación y distribución de Dr. Zhivago, la primera y última novela escrita por Boris Pasternak y que le valiera el premio Nobel en 1958, añade un nuevo capítulo a la larga historia de las vinculaciones de la CIA con el mundo artístico y literario durante la Guerra Fría.

A instancias de los servicios de inteligencia británicos, el departamento cultural de la Rusia soviética de la CIA, decidió que la novela, prohibida en la Unión Soviética y publicada por primera vez por el controversial editor Giacomo Feltrinelli, en italiano, podía ser una herramienta importante en la lucha contra el comunismo y a través de una editorial holandesa, a la cual remuneraron generosamente, hicieron una edición del original en ruso y la distribuyeron en la Unión Soviética, donde circuló como pan caliente de mano en mano clandestina.

Tras tribulaciones legales, se detuvo la edición y para circunvalar futuros problemas, aprovecharon un fondo existente en la agencia para publicar ediciones de miniatura y publicaron miles de ejemplares de la novela. También usaron sus recursos financieros para garantizar la traducción de la obra a otros idiomas. Pudiera decirse casi que la CIA ganó un premio Nobel de literatura, o que al menos demostraron un excelente olfato literario y una fina sensibilidad estética. De paso, le causaron grandes problemas a Pasternak, quien no tenía idea de lo que sucedía y que por presiones gubernamentales, se vio obligado a declinar el premio tras haberlo aceptado en un principio.

La principal figura detrás de esto fue John Maury, un descendiente de una familia patricia de Virginia, quien fuera jefe de la División de Rusia Soviética de la CIA, especialista en asuntos soviéticos y de Europa del Este. Llegó a ser subsecretario de Estado durante el gobierno de Gerald Ford.

Pero las historias de espías no son en blanco y negro y rara vez tienen un final feliz. Maury, tras esta gestión que puede valorarse como positiva y sagaz, terminó siendo uno de los autores del golpe de estado de los militares griegos contra el socialista Georigius Papandreu en 1967, y de promotor cultural pasó a ser personaje secundario de una película, Z, el filme de Costa Gavras que en 1969 arrasó con el Oscar al mejor filme extranjero, el Globo de oro y el premio a la mejor dirección en Cannes y que narra los sucesos ocurridos durante el golpe. Por cierto, Z fue exhibida en Cuba a bombo y platillo solo para ser retirada de las pantallas a los tres días de su estreno porque la lista de prohibiciones culturales de los militares griegos que aparece al final del filme se parecía mucho a las prohibiciones establecidas por el gobierno cubano al inicio del llamado quinquenio gris.

La historia del involucramiento de la CIA en las guerras culturales de la segunda mitad del siglo veinte es cuantiosa y está bien fundamentada. Comenzó a finales de la Segunda Guerra Mundial dándose a la tarea de diferenciar a los músicos y directores de orquesta que fueron nazis de aquellos que fueron colaboracionistas por necesidad. Luego lanzó un proyecto de promoción de la cultura americana, tan despreciada entonces en Europa, que se inició con montajes de obras teatrales de Lillian Hellman, Clifford Odets y Eugene O’Neill entre otros, a la difusión de las obras literarias de Hemingway, Faulkner y Saroyan.

Finalmente, en 1950 la agencia fundó el Congreso por la Libertad de la Cultura, una organización cultural sin fines de lucro que llegó a tener sedes en 35 países y que financió múltiples proyectos culturales. Su principal objetivo era apoyar, a través de fundaciones como la Ford, a “intelectuales y escritores de izquierda no comunistas” como Arthur Koestler, Ignazio Silone, Raymond Aron y Bertrand Russell para luchar contra la ofensiva cultural estalinista.

Uno de los artífices de esta organización y de muchas de sus campañas fue Michael Josselson, un judío estonio cuya familia completa fue eliminada por los bolcheviques en 1918 y que tras un periplo por Berlín y oficiar de tendero en Gimbel’s, en Nueva York, se ciudadanizó americano y se incorporó al ejército y fungió como oficial de asuntos culturales para la Oficina del Departamento de Guerra de los Estados Unidos en Berlín y ahí se conectó con la CIA.

Por gestiones suyas, el Congreso financió la publicación, en 1953, de la revista Encounter , que basada en Londres y bajó la dirección inicial de Stephen Spender, se convirtió en una de las más prestigiosas publicaciones literarias de la literatura anglosajona y que hasta su cierre en 1991, tuvo versiones en varios otros idiomas.

En 1962 se dio a conocer que la CIA estaba detrás de la revista y causó un gran revuelo entre los participantes, que aparentemente desconocedores del hecho, se sintieron manipulados por una macabra agencia de espionaje.

El Congreso también financió, en 1966 y como respuesta a la influencia ideológica de la revista Casa de las Américas, la revista literaria Mundo Nuevo, que bajo la dirección del prestigioso intelectual uruguayo Emir Rodríguez Monegal y desde París, se convirtió en la revista más importante de la década, publicando a Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, José Donoso y Severo Sarduy, para mencionar solo algunos, y que fue instrumental en el despegue del fenómeno del “Boom latinoamericano”. De nuevo, al descubrirse que la CIA la financiaba a través de la fundación Ford, Monegal renunció y la revista se mudó a Buenos Aires, en donde se convirtió en “una más” y cerró finalmente en 1971. Luego, también en París, hubo un intento capitaneado por Juan Goytisolo y Julio Cortázar de crear una revista similar. Se llamó Libre pero tras correr rumores de que también recibía fondos de la CIA, la revista cesó casi apenas empezada.

Las batallas entre Mundo Nuevo y Casa de las Américas se encuentran bien documentadas en el excelente libro Política y polémica en América Latina. Las revistas Casa de las Américas y Mundo Nuevo, de la escritora y académica cubana Idalia Morejón.

Recuerdo que la revista Mundo Nuevo podía leerse, a principios de los años setenta, en la biblioteca de la UNESCO que se encontraba en Calzada y D, frente al Carmelo. Para mí y un grupo de amigos fue una revelación. No sé quién nos alertó al respecto, pero lo cierto es que a partir de ahí realizábamos expediciones semanales para o bien robarnos algún ejemplar o arrancar artículos de nuestro interés (recuerdo uno de ellos, Delito por bailar el chachachá, de Cabrera Infante), para luego hacerlos circular entre los íntimos. No tenía idea cuando aquello de que la CIA financiaba la revista, cuando lo escuché por primera vez, lo rechacé como una mentira castrista. Ahora me pregunto cómo hubiera valorado la revista si hubiera sabido que eso era cierto y que una agencia de espionaje estaba detrás de la misma.

De todos modos, me interesa resaltar algo curioso. Los intelectuales se escandalizaban al conocer la proveniencia del dinero, que seguramente gastaron sin pensarlo mucho, a pesar de que el enfoque de la CIA no fue solicitar colaboración, sino promover trabajos ya hechos y a escritores de ya bien ganado reconocimiento quienes quizá nunca hubieran podido alcanzar la gran difusión que encontraron ni los beneficios financieros de la misma. Sin embargo, no veían mal aceptar dinero de La Habana o de Moscú, y se prestaban a colaborar en publicaciones financiadas por gobiernos totalitarios  que si exigían una temática y una obediencia ideológica. Incluso, en la época de estas batallas culturales, salvo excepciones, cuando el “caso Padilla” y en pleno “quinquenio gris”, la mayoría de los intelectuales latinoamericanos apoyaron la política cultural de Castro y veían con beneplácito declaraciones como las de Ambrosio Fornet, que pedía al poeta convertirse en funcionario,

Tampoco todo lo que financió el Congreso fue positivo, a principios de los años sesenta desataron una furiosa campaña en contra de Pablo Neruda, que arreció cuando ganó el premio Nobel. Toda institución cultural ligada a intereses políticos y subvencionada por un gobierno termina siendo devorada por la política.

Estos sucesos recobran ahora vigencia, si es que alguna vez la han perdido, un balance objetivo se hace de nuevo una obligación contemporánea y actualizada, en momentos en los cuales súbitamente tras el reciente congreso de la UNEAC algunos escritores arremeten contra las tímidas, pero nada ortodoxas, declaraciones de Leonardo Padura a una revista argentina, en lo que parece el reinicio de una nueva guerrita cultural, un posible alarido agónico, que no por ello sea necesariamente menos temible. Una ofensiva catastrófica para evitar el fin de la obediencia.

 

Roberto Madrigal

9 comments:

  1. ¡Está bueno esto, se lee como el primer capítulo de una novela de espías! Me gusta mucho lo de robarse revistas, es el único caso en que el robo está disculpado. Por lo demás, voy a buscar ipso facto la dirección de los literatos de Langley pa mandarles mis libros, a lo mejor se embullan y me organizan una campaña promocional, jejeje....Besitos desde Taos

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  2. "Una ofensiva Castrotrofica para evitar el inicio de la desobediencia"

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  3. Maestro , Cuantas veces vio "The Good Sheperd" este invierno. Debe de haber sido el "Kool-Aid" de Ohio que le este afectando el intelecto.

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  4. .... la CIA no fue solicitar colaboración, sino promover trabajos ya hechos y a escritores de ya bien ganado reconocimiento quienes quizá nunca hubieran podido alcanzar la gran difusión que encontraron ni los beneficios financieros de la misma.... angelitos

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  5. Z la vi en Cuna no se cuántas veces, incluso en los cines de las escuelas, asi que ...

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    1. Z se suspendio inmediatamente tras su estreno y no fue hasta muchos anos despues que reboto en la cinemateca y el rialto

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  6. Quienes rasgan sus vestiduras cuando la CIA promueve revistas literarias son de los que seguramente se pasan la vida lamentando que los gobiernos se desentiendan de la cultura. Pues bien, éste es un caso claro de impulso a la literatura nuestra, sin que mediase siquiera algún requisito o exigencia de temas o nombres. Porque Carlos Fuentes más antinorteamericano no puede ser, y ya ven, publicó en Mundo Nuevo. Y por cierto, en Mundo Nuevo fue donde por primera vez se publicaron fuera de Cuba fragmentos de El mundo alucinante, de Reinaldo Arenas. En cambio, ninguno de estos mismos señores dice ni pío cuando se trata de colaborar con las revistas de un gobierno sanguinario, tiránico y encarcelador de escritores como el propio Arenas. Lo que se hace cada vez más patente es que la CIA -una agencia tan norteamericana como el Departamento de Defensa o el de Estado- no es precisamente la encarnación malévola que nos habían hecho creer en Cuba, sino un ente promotor de las libertades que todos anhelamos. Entre la DGI que patrocina la revista Casa y otros engendros y la CIA, me pongo del lado de esta última. Bueno, no es por gusto que soy ciudadano norteamericano y a mucha honra.

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  7. Manny Bee
    Usted merece la order "Rough Rider" (TR Roosevelt) que ya salio para su domicilio. Pero no olvide que nada mas que somos "visitors".

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  8. Excelente articulo como siempre, Madrigal. Dile al anonimo que habla del Kool Aid de Ohio que se ponga la vacuna antivirus porque que todavia juzga la Historia con los criterios de Cubadebate. La polemica Rodriguez Rivera, Tabio y Arango esta completa en el blog de Silvio Rodriguez , "Segunda Cita". Las entrevistas de Padura estan en el Ärchivo del diario "La nacion"...(Viva la libertad que nos permite llernos TODA la informacion y no solo la que brinda el gobierno!!). Por cierto, que bien han hecho su trabajo los propagandistas comunistas cuando nunca se habla del famoso "öro de Moscu" que tanto ha financiado y financia guerras, mas que literatura y premios, en el mundo en que vivimos. Un abrazo.

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