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Monday, March 18, 2013

Latinoamericano, jesuita y ...blanco



Cuenta Mateo en su evangelio que cuando los fariseos trataron de confundir a Jesucristo en sus múltiples visitas al templo le preguntaron, sabiendo que éste detestaba a los cobradores de impuestos, si era justo pagar tributo al César, a lo cual Jesucristo respondió con una de sus parábolas: “¿De quién es la imagen que está en la moneda?” y al responder estos: “…de César señor”, él les respondió: “Entonces den al César las cosas que son del César y a Dios las cosas que son de Dios”. (Mateo 22: 15-22).

Esta manida parábola parece haber indicado el camino dicotómico que habría de tomar la futura iglesia católica. Por una parte, una misión terrenal, como estado destinado a mantener control político y social. Por la otra parte, su misión evangelizadora de propagar los principios doctrinarios. A lo largo de los siglos la Iglesia Católica ha visto mermar su poder hegemónico, que ha ido desde un gran imperio, asociado a los poderes políticos en diversas formas, a un solo estado autocrático, encargado de promocionar lineamientos políticos a sus fieles y de mantener las mejores relaciones posibles con los otros estados y sus gobernantes. El lado de los asuntos del más allá ha cambiado poco, fiel a sus principios fundamentales y mayoritariamente conservador. Lo que concierne estrictamente a Dios no admite mucha flexibilidad de ideas, ya que se supone que sean verdades absolutas y universales. Además, la fe no está sujeta a discusión, se tiene o no se tiene.

Hace tiempo que el Vaticano siente la necesidad de nombrar un Papa latinoamericano. Se ha informado que en el año 2005, el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, acumuló muchos votos del Sínodo que finalmente eligiera al Cardenal Joseph Ratzinger como Benedicto XVI. Ya se había roto con la larga tradición de papas italianos al elegirse al cardenal polaco Karol Wojtyla, en 1978, para que se convirtiera en Juan Pablo II. Incluso se ha dicho que Benedicto XVI tenía los ojos puestos en el Arzobispo de Sao Paulo, Odilo Pedro Scherer, como su sucesor.

La América Latina ha crecido en importancia ante los ojos del Vaticano por varias razones. El poder político de la jerarquía católica en Europa ha estado estabilizado en los últimos cien años y parece haber llegado a su punto de saturación. Las decisiones de la Unión Europea tienen poco que ver con las decisiones políticas del Papa y su colegio cardenalicio. Los temas respecto al aborto, la participación de la mujer en la sociedad y la aceptación de las diferencias de orientación sexual no son asuntos en los que la iglesia se mueve bien y por lo general la visión de la sociedad civil se impone sobre la religiosa. En Estados Unidos, país mayoritariamente calvinista, los católicos siempre han tenido una voz limitada, de hecho, un solo presidente ha sido católico. Por lo tanto, un Papa europeo o americano no avanza mucho la causa política vaticana. Asia y Africa son continentes con demasiados conflictos étnicos, políticos y tribales, y en los cuales el Vaticano no ha tenido un peso significativo. Además, las tradiciones religiosas que predominan, desde diversos animismos, pasando por el budismo, el hinduismo y el islamismo, no proveen un terreno fértil para el desarrollo del catolicismo. Es una batalla cuesta arriba. Un Papa asiático o africano no avanza el poder político de los católicos.

Latinoamérica siempre ha sido un continente sólidamente católico cuya curia, salvo por aislados eructos como el padre Camilo Torres, el Arzobispo Romero y la Teología de la Liberación, se ha mantenido eminentemente conservadora y asociada a los gobiernos de turno. Sus fieles y fanáticos se debaten entre la pobreza y el recibimiento de una recompensa paliativa en la otra vida. Pero en la última década las iglesias fundamentalistas protestantes, con sus socialmente agresivas misiones, le han comenzado a quitar terreno a los católicos en dimensiones alarmantes. El Vaticano busca recobrar y avanzar su posición en este continente que es el único baluarte que le queda. Tampoco deben haber perdido de vista que dado el flujo indetenible de latinoamericanos a los Estados Unidos, esta elección sería una forma de entrar por la puerta trasera para influir sobre las estructuras de poder americanas.

Independientemente de sus méritos y deméritos personales, los cuales no voy a entrar a discutir ya que la biografía de las figuras públicas está sujeta a constantes y convenientes manipulaciones, la elección del argentino Bergoglio, por encima de otros candidatos también de relevancia continental como los ultraconservadores cardenales Norberto Rivera (Arzobispo de Ciudad de México) y Juan Luis Cipriani (Arzobispo de Lima) y del moderado Odilo Pedro Scherer, resulta lógica por varias razones. México y Perú, países depositarios de las más grandes culturas precolombinas, presentan problemas al Vaticano. La política mexicana es muy compleja y no es fácil de controlar por el papado. Además, a pesar de su gran influencia en el continente, México es un país sui generis, que es una isla y un continente en si mismo. Perú ha sufrido mucha inestabilidad política en los últimos treinta años y es la cuna de Gustavo Gutiérrez y su teología de la liberación. Brasil es un gigante político y económico, pero no habla español y eso limita su poder de transferencia endémica al resto del continente. También resulta que Monseñor Scherer está muy ocupado tratando de controlar al católico carismático Marcelo Rossi. Argentina es el país latinoamericano con menos tradición indigenista y menos contrapunteo étnico, un país que siempre ha mirado a Europa como modelo, más ajustable al catolicismo tradicional.

Otra ventaja es que el padre Bergoglio procede de los jesuitas. Es sabido que los jesuitas tienen tradición y reconocimiento como educadores, renovadores sociales y administradores eficientes. Todo lo cual necesita un continente empobrecido, que se debate entre el Socialismo del Siglo XXI, el populismo ramplón y un liberalismo endeble. La imagen de un jesuita, un representante de una orden perennemente controversial,  como Papa, por primera vez en la historia, puede verse como un llamado a la reconciliación de la iglesia, tan dividida por tantos asuntos internos, entre ellos la galopante epidemia de pedofilia.  Matan con esta elección varios pájaros de un tiro. Estoy seguro de que al elegir Francisco como nombre, aunque el Papa ha explicado que lo hace por Francisco de Asís, y no tengo por qué dudar de su sinceridad, lo ha hecho con el doble sentido de rendir homenaje también a Francisco Javier, el cofundador de la Sociedad de Jesús. Ambos franciscos fueron iconoclastas y transformadores de la iglesia.

Por último, pero no menos importante, al aparentemente irse a los confines del mundo a buscar al nuevo Papa, en realidad el Vaticano no ha ido muy lejos de las fronteras europeas. Ha elegido a un hombre blanco, descendiente de inmigrantes italianos, que a pesar de que los franceses digan que Africa comienza en los Pirineos, es una extensión del poder europeo. Han evitado arriesgarse a escoger a un hombre de una raza oscura y diferente, alguien que provenga de zonas étnicas cuyos antecedentes religiosos estén de alguna manera influenciados por otras creencias, alguien que pueda, quizá a su pesar, promover el sincretismo. En fin, lo que se espera del Papa Francisco es que mantenga la tradición conservadora de la iglesia, que enfrente lo mejor que pueda los problemas que cualquier otro elegido hubiera tenido que enfrentar, pero que a su vez lo haga promoviendo la supremacía católica a través de un grupo de fieles unidos por un lenguaje y una idiosincrasia, que han sido hasta ahora olvidados y que se regocijarán en la promesa de la atención que podrán recibir de la jerarquía ecleciástica.

Roberto Madrigal

2 comments:

  1. Eres sin dudas vanidoso, Roberto, pero la vanidad, cuando no es extrema -y creo que este es tu caso- puede ser una virtud. Gracias por tu vanidad de compartir opiniones que nadie te ha pedido; es, en todo caso, una forma generosa de aportar a la educacion colectiva. Me gusto mucho este articulo y comparto su (tu) tesis. No se si el Papa Francisco traiga en mente transformaciones profundas como las que quedaron truncas con la subita y extran~a muerte de Albino Luciani, de quien ya nadie habla ni se acuerda, pero no estoy seguro que el atrincheramiento de las mas altas estructuras de la jerarquia catolica le permitan a Francisco mucha flexibilidad. El tiempo dira.

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  2. Gracias, Roberto, por un artículo tan interesante e informativo. Deberías escribir para un periódico además del blog. Te lo digo de veras, no es guataquería.
    Cariños desde Taos

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