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Monday, September 17, 2012

Entre Munich y Bagdad



Los recientes sucesos de los países árabes, principalmente aquellos a los cuales se agrupaba bajo la denominación geográfica del Magreb, ponen a los Estados Unidos ante una difícil disyuntiva respecto a cómo proceder.

Desde que el 30 de septiembre de 1938, siguiendo la iniciativa del bienintencionado primer ministro británico Neville Chamberlain, secundado por su homólogo francés Edouard Daladier, firmaron el Acuerdo de Munich,  a través del cual Gran Bretaña y Francia aprobaban junto con Italia y Alemania, ceder los territorios checoslovacos de Sudetes, una zona limítrofe con Alemania, poblada mayormente por una minoría alemana, de gran desarrollo industrial y cultural, que representaba una zona de defensa importante para Checoslovaquia con Alemania, con el objetivo de evitar una guerra. Munich se ha convertido en sinónimo de apaciguamiento. Chamberlain estaba convencido de que las exigencias alemanas tenían cierta validez dada la composición étnica de los Sudetes y pensaba que con esto evitaría una conflagración mayor, tranquilizando a Hitler. Lo único que demostró el acuerdo fue la inutilidad de negociar con déspotas egocéntricos y lo que resultó después, la Segunda Guerra Mundial, fue mucho peor de lo que Chamberlain pudo jamás imaginar. Debo añadir que en su enorme sabiduría, las grandes potencias occidentales jamás consultaron al presidente checoslovaco Edvard Benes, a pesar de que ponían en suerte la existencia de su país. Este tuvo que aceptar los acuerdos a regañadientes. Munich y Chamberlain han sido convertidos por la historia en sinónimos de traición.

El militar e historiador griego Tucídides señalaba, ya 400 años antes de Cristo, que la conducta humana, y por ende la de sus gobernantes, está motivada por el miedo, el interés propio y el honor. Me da la impresión que el honor fue añadido a última hora cuando el historiador se dio cuenta de que las dos motivaciones principales no nos distinguen de los animales. Al cabo de tantos años, muchos historiadores consideran a Tucídides como el padre de la realpolitik. La actitud de Chamberlain fue motivada mayormente por el miedo a las pretensiones alemanas y muy poco por el interés propio. Chamberlain era un idealista.

En el antiguo Magreb los Estados Unidos han apostado por la democracia. Han retirado su apoyo a los dictadores que como Mubarak, mantenían un control conveniente en la zona y han apoyado a las fuerzas que se han rebelado contra los dictadores hostiles como Gadaffi. Túnez, Egipto y Libia han comenzado a ser dirigidos por unos gobiernos democráticos cuya mayoría dominante es hostil a los intereses americanos y por otra parte no tienen un control centralizado de sus territorios. El caso de Yemen es peor aún, ya que la situación interna es caótica, el tribalismo predomina, el gobierno central es débil y gran parte del país funciona como campo de entrenamiento de Al Quaeda.

Bagdad ha remplazado a Vietnam como sinónimo de una victoria militar pero de una incierta perdurabilidad política. Tras deponer militarmente y sin apenas oposición al gobierno de Saddam Hussein, los americanos se han visto enrolados en una guerra civil interna cuyas pérdidas, humanas y económicas, hacen repensar la utilidad y la viabilidad de las intervenciones militares. Volviendo a Tucídides, en este caso los americanos actuaron respondiendo al interés propio, debido a la posibilidad de establecer un gobierno democrático en medio de una zona dominada por jeques y dictadores, rica en reservas petroleras, y la familia Bush actuó en base a una restauración de su honor, ya que se conoce la existencia de la rivalidad personal entre Hussein y los Bush, y no les importó acudir al engaño de las supuestas armas de exterminio masivo, para arrastrar con ellos a sus aliados europeos.

Pero cómo actuar entre estas dos posiciones, respecto a las protestas islámicas, aparentemente surgidas en respuesta a un infame tráiler de una película en la cual se hace mofa de la figura del profeta Mohamed.

Para empezar me parece muy triste que se le dé tanta importancia a un engendro que no tiene nada de artístico, que está obviamente producido con el único interés de insultar y que es obra de individuos o instituciones particulares sin relación alguna con el gobierno o el pueblo americano. Al creador de este bodrio que debió ser insignificante, se le debe castigar por su mal gusto. Por supuesto, en una sociedad democrática esto es muy repulsivo, pero no es un delito, a no ser que se pruebe que sus intenciones fueron incendiarias.

Para poder definir una posición, antes de que los iracundos identifiquen a todos los árabes con los fanáticos islamistas (y a todos los musulmanes también), lo cual es erróneo y no es más que una respuesta impulsiva y prejuiciada. Solamente unos centenares, quizá unos miles, de vociferantes han salido a abusar de sus recién estrenados derechos democráticos. ¿Representa acaso este grupo el estado de opinión de estos países? Los Estados Unidos tienen que identificar ante todo a un culpable, un objetivo. El terrorismo de nuestros días es difuso, pero en el Magreb hay tres fuentes bastante claras que se benefician con todo este entuerto. Al Quaeda, Hezbolá e Irán. A mi me da la impresión que lo del video no es más que una excusa azuzada por unos intereses más tenebrosos que manipulan a las masas fanáticas, ignorantes y bullentes. Estas protestas están demasiado coordinadas y bien organizadas, como obra de titiriteros elusivos.

Una vez identificado el enemigo, entonces el gobierno de los Estados Unidos, y su presidente, en medio de la campaña electoral, deberá tomar las medidas adecuadas, considerando el miedo, el interés propio y el honor, sin dejarse llevar totalmente por ninguno de ellos, o respondiendo adecuadamente a uno de estos. No me parece que el apaciguamiento sea la política eficaz, pero hay que dejar que estas democracias se desarrollen o habría que cuestionarse si lo que es bueno para los Estados Unidos no es bueno para el resto del mundo. Los cubanos nos podríamos ver afectados por esta decisión. ¿Acaso las manifestaciones multitudinarias en la Plaza de la Revolución representan la voluntad del pueblo?


Roberto Madrigal

1 comment:

  1. Yo no entiendo mucho de política del Medio Oriente (ni de ningún otro lugar), pero estoy aprendiendo historia aquí, que siempre viene bien...
    cariños...

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