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Thursday, July 14, 2011

Una cultura de excesos y contrastes

El mundo de la economía y las finanzas está completamente dominado por megamonopolios intangibles, cuyos principales ejecutivos son una masa de burócratas incompetentes, interesados solamente en su bienestar inmediato y capaces de llevar a la ruina el sistema que les alimenta. Es un socialismo corporativo con fines de lucro y con una avaricia desenfrenada. Las crisis son cada vez mas grandes y de alcance global. El universo deportivo incrementa su enamoramiento con los fenómenos de la naturaleza. Los atletas son cada vez más excepcionales precisamente por la distancia cada vez mayor que los separa del común de los mortales. Son gigantescos, cada vez mas rápidos, cada vez mas fuertes. Ya no importa el conocimiento de las bases fundamentales de cada deporte, sino la aptitud física exagerada y desproporcionada. También son cada vez más millonarios. Es la era de la pituitaria desencadenada. Las películas son cada vez mas largas y mas llenas de efectos especiales que, en la mayoría de los casos, son inútiles o gratuitos. Con los libros ocurre algo parecido, las novelas mas alabadas y respetadas son las que tienen un número de páginas pantagruélico. Estatuas gigantescas y exposiciones interminables de multimedia comienzan a llenar los espacios públicos de las grandes ciudades. En una esquina de Cincinnati, una iglesia ubicada en un edificio inmenso que parece mas bien una fábrica de automóviles, tiene al frente una enorme pantalla que proclama: “Jesus is the Greatest Show on Earth”. Los partidos políticos se debaten, con el peor partisanismo posible, en un perenne galimatías que evita a toda costa resolver los problemas que nos enfrentan.
El reverso de la moneda es un niño de tres años en un inocente triciclo con un casco protector digno de Lance Armstrong, o una mujer que se hace una histerectomía a los 35 años para evitar un posible cáncer de útero, solamente porque tiene historia familiar de dicha enfermedad. Los ejemplos se multiplican y son, por supuesto, mas visibles en la cultura americana que en ninguna otra, no porque sea la que lo padece peor, sino porque es la mas expuesta y la que mas posibilidades ofrece, sobre todo en un mundo que en los últimos veinte años ha visto desmembrarse al antiguo imperio soviético, que ahora se encuentra en una lucha mortal por re-encontar su identidad político-cultural y a una endeble Unión Europea que parece deshacerse a cada minuto y que está al borde del colapso fiscal. Por otra parte, el islamismo ha sido raptado por sus corrientes mas extremas y sus fanáticos mas feroces. Las llamadas “potencias del futuro”, China y la India ofecen los contrastes mas grotescos. Hoy en día los rascacielos mas novedosos y los edificios de vivienda y de comercio mas modernos se erigen desafiantes en Shanghai y Bombay en un número mayor que en cualquier otra ciudad del mundo. Crecen vertiginosamente en la misma medida que a su lado se multiplican las casuchas de los desahuciados. La extrema pobreza y la extrema riqueza se miran cara a cara en estas ciudades que son representativas de lo mejor y lo peor de la globalización, aunque lo peor lleva todavía, con mucho, la voz cantante. Esto no es un gemido apocalíptico, es solamente una observación de lo obvio, de un problema mucho mas complejo, aunque con pocos matices, porque a pesar de todo, pienso que el mundo mejora cada día.
Cuba, por su parte, es el oasis del marasmo. Con la erosión fisiológica y anatómica del más excesivo de los dictadores que jamás hayan pisado suelo latinoamericano, que lo ha convertido en el personaje que le faltaba a La tremenda corte, los contrastes socio-económicos y la exagerada absurdidad vocacional se propagan como un virus indetenible. Enarbolan como solución un tentativo, limitado y vigilado ingreso al capitalismo incipiente de pequeños propietarios, que hace rato es un animal en extinción en todas partes del mundo. Sin embargo, desde afuera, los gigantes observan comedidos, con un suspiro paternalista, y algunos, hasta aplauden.

Roberto Madrigal

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