Thursday, January 21, 2016

Ciencia y política


Hace un par de noches cambiando canales me tropecé con The Best Years of Our Lives, el excelente filme de William Wyler de 1946, que trata sobre la adaptación de tres veteranos de la Segunda Guerra Mundial y su reajuste a una sociedad que los recibe con indiferencia y poca comprensión. Hacía años que no la veía y la vi casi completa y con gran placer.

Lo que más me llamó la atención fue que el personaje de Fred Derry, interpretado por Dana Andrews, exhibe, casi como sacado de un manual de diagnóstico, todos los síntomas de lo que hoy se conoce como Desorden post-traumático de estrés. El guión está basado en una novela de Mackinlay Kantor que no conozco. Me resultó curioso como a pesar de lo obvio de la sintomatología exhibida por el personaje y acuciosamente descrita en la película, esta condición nunca fue reconocida hasta finales de los años setenta.

Factores políticos y culturales se combinaron para evitar que la enfermedad se reconociera. El miedo de los individuos a parecer unos cobardes o flojos, la mala intención del gobierno de evitar compensar a esos antiguos combatientes por una enfermedad causada por su labor militar, sí como la complicidad de muchos científicos y compañías de seguros en demorar trabajos investigativos al respecto. Por suerte hoy en día se dan grandes pasos para rectificar esa inmensa injusticia que causó gran daño emocional a miles de veteranos de esta y otras guerras, como la de Corea y la de Viet Nam, que sufrieron esas consecuencias en silencio, entre el bochorno y la falta de atención.

Esto me llevó a repensar el caso de Hans Asperger, que ha ganado notoriedad en las últimas semanas con la salida de los libros Neurotribes del periodista Steve Silberman y In a Different Key: The Story of Autism, de John Donvan y Caren Zucker.

Asperger fue un médico vienés que alrededor de 1938 sentó las bases de lo que hoy se conoce como el Desorden del espectro de Autismo. Presentó trabajos en los cuales consideraba que mucha gente padecía de esta condición que debería ser considerada como una discapacidad y que la sociedad debería tomar medidas para ayudar a esos individuos a participar de la misma y a ajustarse lo mejor posible. Asperger era un investigador callado y laborioso que no le gustaba llamar la atención y mucho menos en la Alemania de aquellos años.

Con el ascenso de Hitler al poder, se desmembró el grupo de colaboradores de Asperger, la mayoría de los cuales eran judíos. Unos se suicidaron y otros, como George Frankl, terminaron en Baltimore, donde fueron patrocinados por Leo Kanner, un psiquiatra infantil del hospital Johns Hopkins, quien a la larga logró que se le nombrara como el descubridor del autismo.

Siguiendo las creencias políticamente aceptadas de la época, Kanner culpó a los padres de niños autistas por lo que llamó una enfermedad y en consecuencia, muchos niños fueron arrebatados de los brazos de sus padres para ser admitidos en clínicas psiquiátricas en donde se pensaba que era el único ambiente terapéutico posible. De más está decir las nefastas consecuencias que esto tuvo para miles de familias y de niños y adolescentes. Aislamiento y estigmatización fue la base del tratamiento que predominó por décadas.

Mientras tanto, los trabajos de Asperger se hicieron a un lado. Por una parte, se supo que el Dr. Asperger participó del equipo médico que acompañó a las tropas nazis en la toma de Croacia. Pero sus defensores alegaban que era un firme creyente en el catolicismo, un hombre de moral recta que jamás se hubiera comprometido a colaborar activamente con los nazis. Pero considerando que trabajaba con una población que presentaba características que de ser ampliamente reconocido sería una amenaza a la supremacía aria, cuyo destino era la eliminación en campos de concentración, la duda prevaleció y muy pocos se atrevían a tocar los trabajos de Asperger.

No fue hasta 1981 cuando la psiquiatra e investigadora británica Lorna Wing, ella misma madre de un autista, describió el Síndrome de Asperger en base a una relectura de las investigaciones del vienés. También validó la existencia de un espectro que incluía a muchas más personas que las consideradas autistas en ese momento, ya que prácticamente solamente se reconocían los casos extremos. Eric Schopler uno de los pioneros en las trabajos sobre autismo en Estados Unidos, inicialmente se negó a nombrar así a este grupo y prefirió el término de “Autistas de alto funcionamiento” para referirse a quienes cumplían con la nueva descripción.

En la cuarta edición del Manual de Diagnóstico y Estadísticas de los Desórdenes Mentales (conocido por sus siglas en inglés como DSM-IV), publicado en 1994, apareció por primera vez el Síndrome de Asperger como condición reconocida. Hubo una investigación previa para asegurar que Asperger no fue un colaborador nazi. La Dra. Wing y los familiares de Asperger lo defendieron y hubo algunas que otras opiniones que levantaron sospechas, pero no fueron confirmadas entonces. La cautela es justificable, nadie quiere nombrar una enfermedad con el nombre de Mengele o algo parecido.

Un austríaco, investigador del Holocausto, llamado Herwig Czech, cuyo abuelo fue nazi, tropezó con datos que vincularon a Asperger con el fanático Dr. Franz Hamburger, un especialista en enfermedades infecciosas y un hombre que llegó a decir que Hitler era un genio médico y que creía que los discapacitados debían terminar en los hornos y que Asperger escribió informes que hicieron que muchos de sus pacientes fueran condenados a muerte. Esto a pesar de otras evidencias citadas de que Asperger fue dos veces detenido por la Gestapo y que también realizó maniobras para salvar la vida de decenas de sus pacientes, de nuevo ensombreció la memoria respecto a  Asperger.

En el libro de Donvan y Zucker, con otras nuevas evidencias recogidas, se presenta a Asperger como un colaboracionista y un oportunista que se aprovechó del nazismo aunque nunca militó en el partido. Silberman lo defiende diciendo que su posición era difícil. Todos sabemos cómo nazis y comunistas manipularon la ciencia para sus fines y eliminaron a quienes se atravesaban en su camino, por lo cual quienes se quedaban trabajando dentro del sistema, caminaban la cuerda floja y para sobrevivir tenían que doblegarse y aceptar ser manipulados.

En la quinta edición del manual arriba descrito (DSM-5), publicada en 2013, que es como la biblia por la cual se tienen que regir psiquiatras y psicólogos en los Estados Unidos, se eliminó la denominación del Síndrome de Asperger y se aceptó la del Desorden del espectro de autismo, que en realidad se ajusta más a los aportes científicos de Asperger. La seña y no el santo es lo importante en definitiva. A pesar de que puede que el nombre haya sido eliminado a conveniencia de la corrección política, probablemente justificable en este caso, se ha hecho justicia científica.

Es obvio que tanto la calidad del científico como la del artista, no tiene una relación confiable con los atributos éticos de cada cual. El ser humano es demasiado complejo. Lo importante es el aporte que haga su obra, que debe estar libre de asociaciones políticas o financieras, que no entorpezcan el valor de la ciencia o el arte. La manipulación florece en las sociedades totalitarias y aunque existe también es más proclive a ser expuesto en las democráticas, aunque las injusticias y las manipulaciones continúan en todas partes.


Roberto Madrigal

1 comment:

  1. Tanta oscura ciencia doblega mis neuronas. Gracias que tengo una persona amiga para guiarme por tan estrecho sender........ el articulo es un vacilooooon!!!!!!!
    tu amigo del norte

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