Saturday, September 12, 2015

Donald Trump y la imagen pública


Es hora de tomar en serio a Trump. Ya Ted Cruz se dio cuenta y hace unos tres días se convocaron juntos en una manifestación en contra del acuerdo con Irán. Leyendo entre líneas, esto parece una movida de Cruz, que va bien a la zaga de Trump pero que puede que ahora herede gran parte de los votos de Rick Perry, para comenzar a negociar un posible boleto electoral que lleve a Trump como presidente y a Cruz como vicepresidente. Tiene mucho sentido. Cruz es todo lo que le falta a Trump. Hispano, cristiano fundamentalista y favorito del Tea Party. Exactamente los grupos reacios a abrazar al Donald.

Trump es el Kim Kardashian de la política. Se mueve en el vacío. Pero eso no se puede desestimar. Toca temas de importancia y con su habilidades performáticas los lleva a niveles a los cuales los otros candidatos no se atreven. Es un maestro de las medias verdades. Propone soluciones entre frases lapidarias y exabruptos, pero no ofrece detalles.

Es cierto que su discurso se refiere solamente a los inmigrantes ilegales, pero a partir de ahí hace generalizaciones falsas (como que todos son unos delincuentes) y lleva el tema a extremos que solo satisfacen los instintos más racistas de una parte del electorado, los cuales han estado ebullendo en silencio por ocho años, soportando la presencia de un presidente negro con un nombre árabe. Insulta a sus oponentes atacando sus atributos físicos y de paso cuestiona el establishment de lo políticamente correcto. Es certero, casi todo el mundo está harto de la corrección forzada, que lleva a los políticos a expresarse en términos vagos y en aburridos clichés.

Trump no es un político tradicional y no le debe nada a nadie. Hasta ahora se ha financiado su campaña. Eso le permite comportarse como un adolescente antisocial. Se dice y se desdice. Por una parte tiene el coraje de decir que aumentará los impuestos a los más ricos y a los hedge funds, siendo él mismo el primer afectado, pero luego resulta incapaz de explicar cómo va a lograr que México pague por el muro que propone o cómo va a reducir la amenaza iraní.

Se supone que hay que creerle porque él lo dice y según nos quiere hacer creer, es un exitoso hombre de negocios. Sin embargo, en un reciente artículo de S.V. Dáte publicado en el National Journal (una publicación que se beneficia de las donaciones de Bill Gates, quien no se lleva con Trump), se detalla que en realidad, tras heredar 200 millones de dólares de su padre, la trayectoria de Trump demuestra que ha sido un empresario mediocre. Sus inversiones y estrategias le han causado cuatro bancarrotas corporativas y el empleo a miles de personas. Crea casi tantos trabajos como los que destruye.

Más preocupante que sus discursos y diatribas, es la respuesta de los electores. El odio a los inmigrantes, algo que no es nuevo en Estados Unidos, pero que no es patrimonio de esta nación, nacida precisamente de la inmigración, es algo que está encontrando niveles nunca antes vistos en todo el mundo occidental y que se une además al rechazo a la política tradicional. Puede verse tanto a la izquierda como a la derecha, en el acenso de Pablo Iglesias y de Tsipras, en el auge (al otro lado del espectro), del Partido del Pueblo en Dinamarca, una organización de raíces nazis y del partido Demócratas Suecos también de fuentes nazis. En Inglaterra, el partido laborista ha nombrado como líder a un extremista de izquierda. Hay una ola de radicalismo político que obedece al hastío con el desempeño de los partidos establecidos y convencionales en los últimos veinticinco años.

El votante americano está cansado de discursos huecos y de una creciente desigualdad social. De guerras que no han resuelto nada y de banqueros y ejecutivos que estafan a sus clientes y escapan con una pequeña amonestación. Están también escépticos del resultado de un posible enfrentamiento entre dos dinastías políticas (Bush y Clinton), en un país en el cual la renovación es la palabra de orden.

Trump promete resolver todo eso, se presenta como la única alternativa y aunque no presenta ningún plan concreto, la gente, por simpatía, lo respaldan. Ciertamente, una minoría hasta ahora, no hay que olvidar que el 65% de su partido está contra él, pero para resolver esas diferencias están las alianzas políticas y ya vemos que Ted Cruz parece dispuesto a ello.

Por otra parte, la imagen pública, conformada por la manipulación mediática, es muy importante en la decisión del votante americano. Trump ha tenido programas televisivos de éxito, tanto como personaje que como productor. Tiene mucha experiencia, se mueve bien entre las cámaras, se ha casado con modelos y actrices. Es un WASP que se une con extranjeras, una checa y una eslovena. Rompe con la preconcepciones raciales. Además, tiene sentido del humor, y el que lo dude, que vea su reciente aparición en el Tonight Show con Jimmy Fallon. Para mucha gente es atractivo y carismático.

Trump está aún muy lejos de la nominación y de la presidencia, pero su presencia y su impacto no se pueden desdeñar. Más importante todavía resulta analizar a quienes atrae y el porqué. Es peligroso. Sería muy triste que un payaso lépero, un hombre que apela a la frustración popular y que se ceba en los peores instintos del populacho,  termine de presidente del país más poderoso del mundo.


Roberto Madrigal

1 comment:

  1. cuidado..............Trump ES el presidente desde ya

    ReplyDelete