No hubo sorpresas en la visita del Papa Francisco a Cuba.
Su visita no fue muy diferente a la de los dos papas anteriores. Quizá un poco
más mediática, pues este es un Papa farandulero.
Habló en parábolas, como hablaba Jesucristo. Cada cual
puede poner su interpretación, solamente que las palabras de Francisco fueron
más huecas y ramplonas que las de Jesucristo. El Papa será argentino, jesuita,
culto y educado, pero su prosa no está a la altura de la de Borges o de la de Cortázar.
Pero todo esto es secundario. Los cubanos esperaban que
el Papa se deshiciera acusando al gobierno acerca de las violaciones de
derechos humanos de todos conocidas. Pero el Papa es un jefe de estado en
visita oficial. Que yo sepa, ningún jefe de estado que ha visitado Cuba en los
últimos 55 años ha hecho ningún tipo de declaraciones conflictivas contra los
hermanos Castro, a no ser que uno lea demasiado entre líneas. Estas visitas
llevan meses de planeamiento, los discursos y sus límites son presentados de
antemano para la aprobación de ambas partes. En la diplomacia no hay sorpresas
públicas. No hay espacio para la espontaneidad.
Como jefe de estado, el principal interés del Papa es
avanzar los intereses de su nación. En este caso, se puede considerar que su
nación va más allá de sus fronteras e incluye a los feligreses de todos los
países del mundo. En el caso de Cuba, el Vaticano ha conseguido avanzar su
causa considerablemente, De las persecuciones y expulsiones de sacerdotes en
los años sesenta, pasando por las iglesias vacías y la falta de seminaristas en
los setenta (la hoy tan simbólica iglesia de Santa Rita, donde las Damas de
Blanco han asistido a misa antes de sus marchas que comienzan en el parque de
enfrente, estuvo cerrada por muchos años, sin ofrecer misas dominicales por
falta de sacerdotes y de parroquianos, estuvo clausurada por el miedo), ha
pasado a tener una presencia relativamente fuerte. Es la única institución no
gubernamental con algún peso en la isla. Mantienen algún que otro asilo de
ancianos, un centro cultural, un seminario revitalizado y publicaciones
periódicas.
La iglesia se ha convertido en un organismo mediador, que
si bien ha beneficiado mayormente a la clase dominante, ha logrado ocupar
espacios antes negados a ella. No importa que se deba a la lacayuna labor del
repulsivo Cardenal Ortega. Es un logro como quiera que se mire. El Vaticano busca
más. Supongo que tras bambalinas deben estar gestionando la posibilidad de
establecer clases de catecismo con regularidad y aprobación oficial. Quizá, la
apertura de un hospital privado o de alguna escuela católica. Un espacio en la
televisión. Quieren ser los primeros beneficiarios de la lenta apertura hacia
un esbozo de pálido capitalismo o aperturismo.
La iglesia tiene todo el tiempo del mundo, pues promete
la eternidad y apuesta por ella para mantener su presencia. Además,
cristianamente, cuando es golpeada debe poner la otra mejilla y de nuevo la
otra y así sucesivamente. El cristianismo es el triunfo del masoquismo
político.
Este Papa ha sido nombrado para realzar la importancia de
los feligreses latinoamericanos. Algo que la iglesia había dejado a un lado.
Los latinoamericanos son hoy en día la médula del catolicismo mundial. Son,
además, una entrada por la puerta trasera a la política americana. Con la
creciente cantidad de votantes hispanos, mayoritariamente católicos, en los Estados
Unidos, la opinión del Papa resulta relevante para influir en la elección del
presidente de la nación más importante del mundo.
Es cierto que repele su reunión con Fidel Castro, un
satanás decrépito que debe estar consciente tres días al mes, pero que es obvio
que no solamente es el símbolo del gobierno, sino que su opinión aun cuenta en
los asuntos de la nación cubana. Su hermano es, todavía, su hermano menor.
Cuba mantiene fuertes vínculos con las naciones
petroleras de América Latina (Brasil, Venezuela, Ecuador y Bolivia). “Ofender”
al gobierno cubano puede provocar la ira de gobiernos influyentes en el curso
de la política latinoamericana. Además, está actualmente envuelta, en un papel
protagónico, en las negociaciones de paz en Colombia. La miseria del pueblo
cubano y la represión interna importan muy poco más allá de las fronteras del
archipiélago.
Por otra parte, el discurso católico tiene que ser esencialmente
de izquierda. Aunque la jerarquía
históricamente se ha reunido y le ha dado el visto bueno a dictadores
despreciables de toda ideología, la retórica cristiana se enfoca en la
redistribución de la riqueza. El capitalismo se enfoca en la creación de
riquezas y la Iglesia, aunque es uno de los estados más ricos del mundo, hace
rato que dejó esa vía. Por otra parte, la creación de riquezas por parte de la
iglesia fue a través del pillaje y la colonización. Ese es un papel que hace mucho tiempo que no
ejerce.
El Papa sabe perfectamente bien que en Cuba se violan los
derechos humanos, que el gobierno es una dictadura con las manos sucias, que
existe, desde hace mucho tiempo, la corrupción, pero nada de eso entra dentro
de sus propósitos, Allá los que vean en él una figura divina con una obligación
moral. Yo no soy católico. Para mí el Papa no es más que el líder designado de
una institución milenaria, con gran peso en las ideas de millones de personas,
que controla el desarrollo de centenares de proyectos de progreso social en
muchos países, que es responsable del funcionamiento de miles de instituciones
culturales, médicas educacionales y científicas a todos los niveles y que a
pesar de todos sus defectos y de sus curas pedófilos, por lo general, tiene un
desempeño positivo en la política y el desarrollo mundial.
Nada de eso lo iba a arriesgar el Papa por defender los
derechos más elementales de un pequeño país, que pierde relevancia cada día que
pasa y en cuyos rangos opositores hay más caciques que indios y no hay poder de
convocatoria nacional.
Roberto Madrigal