Monday, October 15, 2012

Mao, Gabo, Gao, Mo y el otro Mao: China y el complejo del Nobel


En 1942, unos años antes de asumir al poder, el camarada Mao Tse-Tung definió en su Discurso en la mesa redonda de Yenan para la discusión de la literatura y el arte, los lineamientos de la política cultural que desarrollaría a partir de 1949. En su totalitario afán de unificar la cultura china para ponerla al servicio de su revolución socialista, Mao detalló que el arte y la literatura “tenían como misión servir a los trabajadores, a los campesinos y a los soldados…para ello, los intelectuales que sinceramente desean servir a los trabajadores, a los campesinos y a los soldados, deben lanzarse de lleno en la lucha revolucionaria y remodelar asi su ideología y sus emociones”.

Para ejecutar su política cultural, Mao escogió a un tocayo y contemporáneo, Mao Dun (1896-1981), un viejo militante del partido comunista, que desde los años veinte fue considerado como uno de los más altos exponentes de la novela realista china y luego el padre del realismo socialista en China. Mao Dun, cuyo verdadero nombre era Shen Yanbing, fue ministro de cultura entre 1949 y 1964. Este Mao cayó en desgracia durante la revolución cultural y fue castigado a reclusión domiciliaria por unos cinco años. Luego lo restituyeron y lo pusieron a dirigir una revista para niños. Con sus ahorros, poco antes de su muerte instituyó el premio literario que lleva su apodo.  El apodo Mao Dun quiere decir “contradicción”.

Tras la muerte del Camarada Mao en 1976, Hua Kuofeng lo sucedió y trató de mantener las cosas como estaban, pero Deng Xiaoping manejaba los hilos del poder tras bambalinas y una vez que se consolidó en el mando, ya en 1979, decidió que China debía pasar de ser el líder del Tercer Mundo a ser un serio contendiente en las lides políticas del mundo occidental. Decidió lanzar a China a la modernidad y designó nuevas funciones para la cultura. Descongeló (un poco) la férrea censura y las tendencias artísticas y literarias anteriores y quiso vestir a los artistas chinos con un disfraz contemporáneo y más ajustado a las exigencias del capitalismo pero no a las de la pluralidad política.

Fue a principios de los ochenta cuando comienza lo que la sinóloga británica Julia Lovell llama como el “Complejo chino del Nobel” en su libro The Politics of Cultural Capital: China’s Quest for a Nobel Prize in Literature (2006). Según ella, los chinos consideraban que ganar el Nobel era importante para presentar a la nación ante la prensa y los medios culturales del Occidente como “una poderosa y moderna civilización internacional a finales del siglo”. Pero no sabían a que escritor ni que tendencia literaria presentar. Se sentían frustrados porque sus dos principales figuras a considerar eran Bei Dao, que se había exilado, y Mo Yan quien consideraban no tenía un papel lo suficientemente importante en el sistema literario oficial.

Ya iban perdiendo entusiasmo cuando Gabriel García Márquez ganó el Nobel en 1982. Se sorprendieron de que una nación subdesarrollada de un continente tercermundista pudiera ganar el premio (ignorando que ya Gabriela Mistral, Miguel Angel Asturias y Pablo Neruda lo habían ganado anteriormente), China tenía que seguir ese ejemplo. Comenzaron a apoyar a escritores que siguieran la línea del realismo mágico del Gabo, ya que pensaban que China tenía más tradiciones de leyenda que América Latina. Según la académica Catherine Yeh, el triunfo del colombiano “…mostró a los jóvenes escritores chinos que el atraso económico no impedía a una nación producir literatura de primera”. En 1985 se acrecentó el entusiasmo ya que el sinólogo sueco Goran Malmqvist fue nombrado a la Academia Sueca que concede el premio. A través de él comenzaron los cabildeos. Pero el Nobel no llegaba.

El cine, de la mano de Zhang Yimou con su película Sorgo rojo (1987), basada en una novela escrita por Mo Yan, quien también colaboró en el guión, se adelantó a la literatura en alcanzar aceptación en Europa y Estados Unidos. La película ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 1988. Yimou fue aclamado en el Occidente pero criticado en China por presentar una versión folclorista de China, para el agrado de los prejuicios extranjeros. Yimou continuó teniendo éxitos con Ju Dou (1990) y Raise the Red Lantern (1991), hasta que se convirtió en un director de películas comerciales repletas de efectos especiales. El favorito de los chinos era Chen Kaige, quien también conquistó al Occidente con Farewell My Concubine (1993), Temptress Moon (1996) y The Emperor and the Assassin (1998). La política cultural entonces se giró a influenciar para que los directores de cine llevaran a la pantalla adaptaciones de obras de escritores chinos. Pero en el cine el guión es secundario y esto tampoco resultó en un Nobel. Ya a mediados de la década de los noventa, se abandonó el cabildeo por el Nobel como política oficial y los escritores chinos, a medida que la economía adoptaba los principios capitalistas, se lanzaron a escribir para ganar dinero sin importar mucho el prestigio literario.

El complejo del Nobel se renovó cuando el premio le fue concedido en el 2000 a Gao Xingjian, novelista y dramaturgo que desde 1987 vivía exiliado en París. El gobierno lo tomó como una ofensa y todavía hoy el nombre de Gao está censurado en China y de ese Nobel no se habla oficialmente. La segunda ofensa vino cuando en el 2010 se le concedió el Premio Nobel de la Paz al escritor Liu Xiaobo, un veterano de la Plaza Tienanmen, que guardaba prisión desde el año 2009 cuando fue condenado a once años por ser coautor de la Carta 08, que llamaba a la reforma política en China.

Los dirigentes chinos seguían molestos, pero no encontraban candidato viable. Mo Yan suavizó sus posiciones políticas y se acercó en su escritura a los lineamientos oficiales. En 2005 ganó el Premio al Segundo Sueño del Pabellón Rojo, en el 2009 el Premio Newmann y en 2011 el Premio Mao Dun. Se erigió también como vicepresidente de la gubernamental Asociación de Escritores Chinos. Consolidado tanto en los medios culturales chinos como en los internacionales, fue visto por las autoridades culturales como el principal candidato y volvió el cabildeo a través del ya casi nonagenario Malmqvist. Al recibir hace unos días el Nobel de Literatura, el gobierno chino se sintió aliviado, pero muchos intelectuales chinos, entre los que se cuenta Ai Weiwei, así como varias publicaciones chinas tanto en la propia China como entre los exiliados, han protestado el premio como una maniobra política para apaciguar al gobierno chino y se refieren a Mo Yan como a un figurón. Mo Yan es también un apodo, que quiere decir “No hables”. Su verdadero nombre es Guan Moye.

No soy experto en literatura china y no he leído nada de Mo Yan, asi que no puedo opinar sobre su calidad literaria. Del Nobel anterior, Gao Xingjian, me leí Soul Mountain, una inmensa novela, y no me tocó. Después de todo, mi mayor relación con la cultura china es gustativa, desde que cuando niño mis padres me llevaban al restaurante Pekín, en la calle 23 casi esquina a 14, al cual seguí yendo hasta mi partida definitiva, lo cual me permitió observar tristemente su decadencia, del restaurante Saigón, que se encontraba al lado de la antigua Casa Vasallo, en 5ta. Avenida y calle 42, que después del sesenta devino en la primera diplotienda y que al ampliarse esta fue clausurado el Saigón sin llegar a ser Ciudad Ho Chi Minh, y del Hong Kong, situado en 23 y 26, que después se renombró Yangtsé, en cuyo edificio me caí de una escalera a los tres años y me fracturé la clavícula (nunca se me olvidan los tres meses que tuve el hombro y el brazo enyesados). A finales de los sesenta solía ir con unos amigos al cine Aguila de oro, en el barrio chino habanero, donde ponían películas de Kung Fu, con subtítulos en mandarín, cantonés, inglés y español, por lo que de pantalla solo quedaban libres unas pulgadas a través de las cuales se adivinaba la acción, una tarea ardua en medio de tratar de evitar sentarse donde lo habían hecho los pajeros de la noche anterior. Luego leyendo el Tao Te Kin, algunas cosas de Budismo Zen y aprendiendo a tirar el I Ching. He visto bastante cine chino, pero prefiero las producciones taiwanesas (Yi Yi) y las de Hong Kong (In The Mood for Love, Chungking Express). Pero nada de esto me explica a Mo Yan ni me ilumina respecto a su calidad literaria.

 
Roberto Madrigal

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