Sunday, August 5, 2012

Retrato con fantasmas



Varios fantasmas recorren la consciencia alemana. Con su mini-saga de dos novelas en las cuales el personaje central es el científico e intelectual Eduard Hoffmann, el escritor alemán Peter Schneider se ha propuesto retratarlos en dos períodos que se sitúan alrededor de uno de los acontecimientos más importantes en la historia alemana moderna: la caída del muro de Berlín.

En Couplings (1996), la trama ocurre un par de años antes de la caída del muro y la integración de las dos alemanias. El muro preside las reuniones casi cotidianas de Hoffmann,  un investigador genético que vive en Berlín Occidental, con varios de sus amigos, entre los que se cuentan una enigmática productora de cine, un hombre que ha renegado todas sus ambiciones en pos de una felicidad doméstica que nunca alcanza y un escritor residente en Berlín Oriental que pasa de una zona a la otra sin muchos problemas a pesar de ser considerado contestatario en la República Democrática Alemana. Las reuniones tienen lugar en The Tent, un cafetín sin pretensiones, al cual acuden todo tipo de personajes que van desde curiosos hasta intelectuales serios, todos los cuales ofrecen sus puntos de vista sobre la realidad del momento, y que se encuentra situado a unos metro del muro, cuya sombra física y espiritual se proyecta sobre el mismo y que lo convierte, a los ojos de sus parroquianos, en un lugar mitológico.

Ante el muro los personajes no solo discuten de política, literatura y hasta filosofía, sino que tienen encuentros sexuales y son visitados por espías y gendarmes de ambas partes. El muro a su vez sirve para ocultar y a la vez resaltar los contrastes económicos y sociológicos de ambas ciudades, o de la ciudad dividida. Los personajes expresan los fantasmas de esa consciencia alemana en sus sospechas respecto a las posiciones políticas de otros, sus posibles involucramientos con la Stasi, su excesiva convencionalidad, el problema del antisemitismo, que siempre termina sepultándose, los complejos de inferioridad de los Ossis (los habitantes de la antigua Alemania Oriental) con respecto a los Wessis (la contrapartida occidental), que se encuentran diametralmente en este entorno y en este periodo en donde el cambio se presagia en cada esquina. La obra va de lo grave a lo hilarante. Muestra de lo último es un momento en el cual un personaje alardea de su privilegio de vivir en Berlín Oriental pero a unos metros del muro, porque desde su apartamento puede usar sus binoculares para ver lo que comen sus vecinos del occidente y así apacigua su hambre, se siente como otro comensal a sus mesas.

En la segunda entrega, Eduard’s Homecoming (1999), el argumento se desarrolla años después de la caída del muro. El personaje central, Eduard, regresa a Berlín después de haber pasado más de diez años en los Estados Unidos, específicamente en San Francisco, donde ha establecido familia con una americana de origen italiano y judío, que creció en Roma. La pareja enfrenta la transición íntima del trasplante familiar, de la domesticidad trunca y la transición política, social y económica que atraviesa Berlín.

Esta novela se me antoja más compleja que la primera. Los personajes, algunos de los cuales aparecían en la novela anterior, se asoman a un mundo congelado por más de cuarenta años y resalta su resistencia a cambiar y ajustar sus puntos de vista a la nueva realidad. El paisaje social les asusta, la situación económica les afecta a todos y las actitudes políticas tratan de resolverlas viviendo esclavizados por los eslógans. Los Ossis se muestran defensivos e irritados ante las actitudes de los Wessis, resienten su paternalismo, muchos sienten resquemor por la Ostalgie y ese recelo se muestra hasta en las relaciones sexuales. Eduard, que ha regresado a trabajar a un instituto de investigaciones científicas situado en el antiguo Berlín Oriental, tiene un prolongado affaire con una colega que siempre trata de confundirlo respecto a su origen y aquí entra en cuestionamiento la relación entre el hombre y la mujer matizada por sus orígenes sociopolíticos. Esta parte esta magistralmente manejada por Schneider.

Eduard también descubre que ha heredado un edificio de apartamentos propiedad de un abuelo, al cual a pesar de que inicialmente le reporta pérdidas, no puede renunciar según las nuevas leyes de redistribución de las propiedades anteriormente confiscadas por el gobierno comunista. Al enfrentar esta situación no solamente se asoma a la realidad de los desposeídos en el lado oriental de Alemania, sufre la beligerancia de los que por décadas se han sentido hostigados y temen que un nuevo monstruo los despoje de su dignidad, que es lo único que les queda. Asimismo entra en contacto con la nueva clase de negociantes que lucran con el desarrollo urbano del este de Berlín, quienes se apoyan en matones, sobornadores y funcionarios inescrupulosos para lograr sus objetivos.

También Eduard enfrenta los demonios atávicos que habitan en cada alemán al tener que explorar el origen de su propiedad, obtenida poco antes de 1939, cuando una incontable cantidad de judíos fueron obligados a vender sus propiedades a precios infinitesimales o fueron simplemente despojados de las mismas. En su trabajo enfrenta la politización que los antiguos burócratas intentan adosar a sus estudios, en particular uno que le proponen sobre los orígenes genéticos de la violencia.

Ambas novelas pueden leerse independientemente y leer una no obliga a leer la otra, pero con estas dos obras Schneider ha logrado retratar demonios y fantasmas que pueblan ese yo colectivo alemán, con una narrativa limpia y un excelente dominio del lenguaje. Su prosa carece de pretensiones estilísticas pero se ajusta perfectamente a lo que cuenta y golpea con eficacia al lector. El autor ha navegado la historia reciente de su país manteniendo un balance expresivo y ha conseguido evitar  la monserga, el historicismo grandilocuente y el didactismo simplista.

Peter Schneider nació en Lubeck en 1940. Pertenece a una generación a la cual le tocó vivir unos de los períodos más revueltos en la historia alemana. En los años sesenta fue dirigente del movimiento de la izquierda universitaria alemana y por años quiso ser organizador de la lucha proletaria, para lo cual trabajó en fábricas como simple obrero, a pesar de ser graduado de filosofía. Escribió Lenz (1973) una novela de la cual se dice fue la insignia de la izquierda intelectual de los años setenta. Con el tiempo se alejó del radicalismo y se dedicó a la literatura y a la enseñanza universitaria. Vive en Berlín desde 1962 y desde el año 2001 ha sido escritor-en-residencia de Georgetown University en Washington. Ha escrito ensayos y además otra novela importante traducida al inglés, The German Comedy (1991).



Roberto Madrigal

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