Sunday, April 1, 2012

Pacto siniestro

Todavía se escuchan las resonancias de la  visita de Benedicto XVI a La Habana. Mayormente son lamentos que expresan la frustración de quienes esperaban que el Papa hiciera algunas declaraciones que emplazaran públicamente a Raúl Castro con respecto a los derechos humanos en Cuba, o una reunión breve con algún grupo o personalidad disidente. Si bien esto es comprensible y moralmente uno se puede solidarizar con los opinantes, esto no es más que una visión ingenua y quimérica de la visita papal. Quienes tuvieron estas expectativas en realidad esperaban un milagro y la jerarquía ecleciástica no opera milagros.
El Papa escogió México y Cuba por razones obvias. El primero es probablemente el país más importante de hispanoamérica y es además un país profundamente católico. El Vaticano está muy interesado en la estabilidad política de la nación mexicana y trata de mantener cohesión entre sus feligreses para mantener su presencia hegemónica entre las religiones cristianas en la región.
Cuba no es un país fervorosamente católico. Los católicos cubanos siempre lo han sido a su manera y de forma volátil, pero el catolicismo ha tenido muy poca competencia por parte de otras religiones cristianas y no cristianas. Su único rival serio siempre ha sido el sincretismo afrocubano y por supuesto, desde 1959, el gobierno de Fidel Castro y el de su sucesor. Si bien la iglesia recibió muchos golpes en sus inicios, con su parsimoniosa persistencia forjada a lo largo de dos mil años de existencia, se las arregló para mantener un presencia mínima en la isla, y ha logrado una pequeña expansión en el espacio público en los últimos lustros. El Vaticano es un monstruo de mil mejillas que apuesta a la eternidad. Como jefe de estado, Benedicto XVI fue en su misión de seguir expandiendo esos espacios y esa presencia.  La fingida humildad es la mejor estrategia, nada de confrontaciones. El Papa pidió poco y pidió mucho. Ya se le concedió que el Viernes Santo se convierta en un día festivo, cosa que no existe en muchos países democráticos de mayoría católica. Su solicitud de poder abrir escuelas no le será concedida. Si bien, como acertadamente acaba de señalar Rafael Rojas, el gobierno cubano ha elegido al catolicismo como alternativa leal, sus movimientos son limitados. Castro está muy interesado en seguir monopolizando la esfera pública. Con los asilos de ancianos es bastante.
El Vaticano se mantiene como un estado de gran influencia política en Europa Occidental, en donde el catolicismo es la religión más importante, profesada por decenas de millones de creyentes con raíces ancestrales. Incluso en los nuevos miembros de la Unión Europea, como Polonia y Hungria su influencia es significativa. Hasta en Rusia su influencia va en ascenso. Esta magnitud política del papado en Europa interesa grandemente a Raúl Castro, un hombre que dirige una institución posiblemente intrascendente y que solamente desea ganar tiempo para mantener el poder en el poco tiempo biológico que le queda. El gobernante cubano está dispuesto a utilizar cualquier alianza que le sirva para continuar legitimizándose ante la opinión pública europea y acceder a la atención de sus gobiernos. Sabe que el Papa es realista y le interesa cualquier victoria por muy pírrica que sea, porque aunque supuestamente dedicado a prepararnos en nuestro camino al más allá, el Vaticano siempre se ha preocupado principalmente de solidificar su posición en el más acá. Si bien una vez ejerció un gran poder autoritario sobre gran parte del mundo, hace tiempo que se mueve entre pactos, conciliábulos, coaliciones y tratados.
Por otra parte, la Iglesia Católica le resulta a Castro un opositor conveniente, ya que como institución doctrinaria y regida por una jerarquía bien rígida, a esta no le interesa la diversidad política ni mucho menos la democracia o la pluralidad ideológica. Si bien los espacios que se le abren a la iglesia en Cuba representan un pequeño respiro para algunos y un atisbo de lo que pudiera ser una disidencia organizada, la propia institución se encarga de controlarla y de no permitir que llegue a niveles que obstaculicen sus objetivos a largo alcance. A la iglesia no le interesa romper barreras sociales porque el conservadurismo es su moneda de cambio. Es por esta conveniencia a ambos poderes, ninguno de los cuales presta mucha atención a los intereses populares ni al bienestar de la nación, que el pacto entre ambos se vuelve siniestro. Si bien quizá Dios los separó en algun momento, ahora ellos se juntan sin revolverse, para mutua conveniencia. La labor de la disidencia sería ahora aprovechar las mínimas coyunturas que este acuerdo entre dos jerarquías autoritarias pueda abrir a pesar de ellos mismos.

Roberto Madrigal

1 comment:

  1. No recuerdo de quien leí que si la Esperanza estaba en la Caja de Pandora, la que reunia todos los males, ella misma era un mal. Efectivamente, todavia la esperanza juega las malas pasadas de hacer esperar milagros...Aun conociendo esto, no deja de ser una penosa visita que muestra al Papa en su mas terrenal acepción...

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