Wednesday, February 16, 2011

Una comedia sobre el fin del mundo


En el peculiar universo de los personajes de Gregg Araki (Los Angeles, 1959), casi todos los protagonistas son adolescentes homosexuales o bisexuales, pero la orientación sexual es una condición circunstancial y aunque se ostenta explícitamente, no toca las ramificaciones sociales del tema. Son, en su mayoría, adolescentes en el sentido más convencional de la palabra, con los desajustes típicos de su edad. Los adultos por su parte, tienen una presencia tangencial y parecen estancados en la pubertad mental.
Araki ha dirigido unas cuantas buenas películas, entre las que se cuentan The Doom Generation (1995), Nowhere (1997) y Mysterious Skin (2004). Su cine se caracteriza por un audaz e imaginativo estilo visual y por un enfoque temático que va de la comedia al drama, pasando por el thriller, sin indicios de transición y con gran fluidez. Usa la impasibilidad como pocos directores actuales. Entre sus obsesiones temáticas están los cultos religiosos y los extra-terrestres.
En Kaboom (2010), dos jóvenes estudiantes universitarios, Stella, lesbiana y estudiante de arte, y Smith, bisexual y estudiante de cine, pasan sus días comentando los pormenores de sus vidas y de sus relaciones en los predios de la institución. De repente, tras una fiesta en la que Smith se droga inadvertidamente, piensa que fue testigo de un asesinato cometido por unos hombres enmascarados con caretas de animales. Ambos amigos se juntan para investigar pero cada solución les presenta nuevas interrogantes. Sus relaciones sociales con sus amantes casuales o compañeros de cuarto se empiezan a complicar. Secuestros y desapariciones se suceden. Sin entender las razones, son perseguidos y asechados por los miembros de un culto y quedan apresados en una situación de la que no podrán salirse hasta que se precipite el fin del mundo.
Pero Araki no toma nada de esto en serio. Los personajes se mueven entre sus sueños, sus delirios, la realidad, sus temores y sus alucinaciones sin poder discernir claramente de qué lado del espejo se encuentran. Es el pasado familiar que Smith desconoce el que se le enfrenta y al correr el velo de las incógnitas lo lleva, junto con sus secuaces de aventuras, a su desenlace final, para el cual estaba predestinado.
Con cinismo e inteligencia, Araki se burla de sus personajes, de su trama y del espectador, en un filme que es, entre otras cosas, una fiesta perceptual, un híbrido refinado de Pasolini y Almodóvar, filmado en un pastel de colores brillantes que insinúan una ominosidad subyacente.

Kaboom (E.U.A. 2010). 86 minutos. Se exhibe actualmente en las pantallas de New York, Los Angeles y Chicago y está disponible por IFC On Demand.

Roberto Madrigal

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