Thursday, February 10, 2011

Represiones y represiones


por Orlando Alomá

Leo en el libro Molotov’s Magic Lantern (Travels in Russian History), de Rachel Polonsky (Farrar, Straus and Giroux, 390 págs.), que cuando fue deportado en 1910 a Vologda, 250 millas (o 400 kilómetros) al norte de Moscú, el joven bolchevique Vyacheslav Molotov les escribía a sus amigos con entusiasmo sobre las satisfacciones de su exilio interior, donde por fin tenía tiempo para leer todos los libros pendientes. El gobierno zarista le pasaba un estipendio mensual de once rublos de oro y solo tres cosas le estaban vedadas: abandonar su lugar de exilio, desempeñar un cargo oficial y enseñar (prohibición esta última que desobedeció). Con los años, Molotov llegaría a ser uno de los secuaces más duraderos e implacables de Stalin. Su firma avaló miles de ejecuciones, muchas de ellas de sus antiguos camaradas, y –para añadir literalmente insulto a la herida– adosaba a veces en los márgenes del documento epítetos como “escoria” o “bastardo”. Recuérdese incluso que su mujer, Polina Zhemchuzina, fue arrestada, torturada en la Lubyanka y deportada tres años a Kazakhstan, donde era mencionada oficialmente como el “Objeto No. 12”. Eso sí, dígase a su favor (¿a su favor?) que el canciller soviético que firmó el pacto con los nazis en 1939, esperó paciente por el regreso de Polina y siguió siendo su esposo. Enviudó en 1970 y murió de muerte natural un mérito para la época que le tocóen la Unión Soviética de la perestroika y el glasnost en 1986, a los 96 años.
Ahora, sin ir muy lejos, es más, sin salir de Vologda, encontramos otra víctima de otra represión: Varlam Shalamov, autor de los brutales Relatos de Kolyma y oriundo de la ciudad construida en el siglo XVI por Iván el Terrible. Shalamov fue expulsado de la Universidad de Moscú en 1928, a los 21 años, por “ocultar su procedencia social”: Era hijo de un clérigo ciego y en la matrícula, en el espacio acerca de la profesión del padre, había escrito “inválido”. Fue arrestado por primera vez en 1929 y condenado a cinco años por reproducir ilegalmente, con otros estudiantes, el testamento de Lenin, donde el líder comunista fallecido en 1924 criticaba a Stalin. Fue detenido de nuevo en 1937 y sentenciado por “actividades contrarrevolucionarias” a cinco años en Kolyma, en el extremo noreste del país, condena a la que le impusieron diez años más cuando delatores del campo de trabajos forzados informaron de varios temas de conversación del recluso: Shalamov, por ejemplo, se burlaba de que en la URSS no se habían publicado aún las obras de Dostoievski; dudaba del talento del escritor oficialista Konstantin Simonov (ganador de cinco premios Stalin), y manifestaba su admiración por la poesía de Marina Tsvetaeva, escritora que emigró a principios de la revolución rusa, tras una estadía turbulenta en París se repatrió en 1939 y se suicidó dos años después. Contra toda esperanza, Shalamov sobrevivió para dar testimonio del horror y murió en Moscú en 1982.

Orlando Alomá es escritor y periodista. Trabajó por más de dos décadas para El Miami Herald y The Miami Herald. Vive en Miami

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