Sunday, May 31, 2015

Una víctima de las relaciones y los cambios


Una de las más visibles víctimas de los cambios raulistas y del restablecimiento de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba va a ser, ya lo está siendo, la honestidad intelectual. No que haya habido mucha en todos estos años, pero si andaba mal, ahora se pondrá peor.

Quienes en estas seis décadas han participado de la vida oficial intelectual de la isla, se han dedicado mayormente a ofrecer apoyo al discurso oficial del castrismo, de forma aparentemente iluminada. Dada la paradójica importancia que el régimen ha dado a los intelectuales, estos han sido beneficiarios de las recompensas de cada época. Viajes al extranjero cuando nadie viajaba, un estatus especial que les permitía derivar un salario sin producir absolutamente nada, privilegios aduanales y un reconocimiento público del cual se goza poco en otros lares.

En la transición de Fidel Castro a Raúl Castro se ha ido perdiendo el discurso mesiánico y épico. El general presidente necesita escapes de presión mediante ilusiones de bienestar económico. La narrativa revolucionaria ya no tiene credibilidad entre las masas y los intelectuales han ido perdiendo su importancia. Otros grupos artísticos o de buscavidas,  han comenzado a gozar de los privilegios antes concedidos a los intelectuales sin tener que hacer ninguna labor de zapa en el extranjero. Ahora tendrán que vender sus servicios al mejor postor. Las migajas han perdido su poder económico y su valor de insignia social.

Si en Perfecto amor equivocado, el escritor que interpreta Luis Alberto García se siente abochornado porque recibe un Grammy por haber compuesto una canción popular de letra vulgar, el triunfo financiero es hoy su blasón. El hombre que amaba a los perros hoy tiene que competir con el Chupi Chupi, para horror de Abel Prieto. Los escritores, artistas e intelectuales han pasado a ser una mercancía más. A pesar de todo, es el sector más vigilado (no contando a la disidencia), todavía tienen que rendir cuentas y no pueden expresarse libremente.

En la otra orilla, la transición a un poscomunismo liderado en la isla por los mismos que crearon la revolución, crea un vacío para los tradicionalistas. Muchos intelectuales construyeron su discurso solamente como reacción al discurso oficial de la isla. En la medida que este se vuelve ambivalente, la respuesta se ha hecho débil o estereotipada.

Antes, los malos estaban allá y los buenos acá, pero ahora los malos también están entre nosotros, se les ha dado la bienvenida y el exilio intelectual convencional, acostumbrado a la reacción, no se ha sabido ajustar bien. Por otra parte, muchos de acá, incluyendo tradicionalistas, se han incorporado a actividades oficiales organizadas allá.

No es un problema de acusar o perdonar a nadie, es una realidad cambiante con la cual hay que lidiar, pero en un momento en el cual si uno no coincide en que todos debemos tomarnos las manos y arrollar en una conga monolítica y feliz, llamar a las cosas por su nombre acarrea problemas.  Nadie parece entender que una verdadera reconciliación, si es que ese término significa algo, consiste en aceptar diferencias de opinión, odios, rencillas, nostalgias absurdas y rectificaciones honestas, entre muchas otras cosas. Hay que enfrentar los demonios personales y los colectivos, no sepultarlos.

La honestidad intelectual radicaría en decir las cosas como uno las ve. No tenemos que estar de acuerdo en casi nada, para eso está la discusión, aunque no conduzca a nada.  Se puede perdonar sin olvidar, y se puede coexistir sin perdonar. Allá los que no puedan lidiar con sus culpas.

Roberto Madrigal

Monday, May 11, 2015

La infalibilidad del Papa


El Cardenal Eugenio Pacelli, ya canonizado y desde el 2009 decretado como el Venerable Pio XII fue un papa controversial. Todavía se discute su posición ante el nazismo. Es cierto que salvó la vida de más de 700, 000 judíos y calladamente apoyó muchos movimientos para proteger y salvar judíos durante la II Guerra Mundial. Sin embargo, fue ampliamente criticado por lo que muchos vieron como su tibia actitud ante Hitler.

Muchos católicos polacos se sintieron traicionados por su ligera respuesta ante las atrocidades de los nazis contra la Iglesia Católica polaca. Otros se sintieron abandonados por su política de neutralidad durante la guerra. En 1942 provocó la ira de varios gobiernos porque estableció relaciones diplomáticas con Japón.

Con Stalin nunca pudo relacionarse bien. Le tenía pánico al comunismo y por otra parte tenía poca influencia en la Unión Soviética, donde los católicos eran una minoría exigua. Según muchos de sus aduladores, esa fue la razón por la cual reservó sus condenas a Hitler. También justifican que debido a su tibieza, muchas figuras de la alta jerarquía ecleciástica se retrataron junto a Hitler y Mussolini, y aparecieron en diversas veladas organizadas por los gobernantes nazis y fascistas.

Setenta años después, el nazismo y el bloque soviético han desaparecido de la faz de la tierra. Su legado ideológico solo recorre, vagamente como un débil espectro, algunos países europeos, aunque hay que reconocer que han ganado alguna fuerza en los últimos años. Pío XII es un papa venerado a pesar de la controversia. Su legado fue mantener la fortaleza del dogma católico mucho después de la catástrofe europea de los años cuarenta.

Ahora el papa Francisco se retrata con Raúl Castro y hasta intercede en favor de las relaciones de Cuba con Estados Unidos. Esto, por supuesto, molesta a muchos y con razón. Pero no es el primer Papa en hacerlo, aunque sí el más activo con respecto a la política cubana. No debemos olvidar que es argentino y por lo tanto más cercano al fenómeno que representa la revolución cubana.

No está haciendo nada muy diferente a lo que otros pontífices bajo distintas circunstancias han realizado. Como estado político y espiritual, el Vaticano está obligado a ser pragmático. Su fuerza reside en la influencia que pueda tener sobre sus seguidores, ya que sus tropas no pasan más allá de la Guardia Suiza. En Cuba, los católicos representan una relativa mayoría coherente dentro de los grupos no identificados con el poder y las organizaciones oficiales.

El castrismo pasó de la persecución desmesurada y cruel de los católicos a una aceptación de su persistencia siempre y cuando mantengan una aceptable pasividad. La obligación de la iglesia es mantener y abrir nuevos espacios para sus feligreses. Eso lo han logrado pírricamente en Cuba. La Iglesia apuesta a la eternidad y no a lo efímero de los gobiernos y las ideologías. Piensa que una vez que los Castros desaparezcan, su presencia seguirá allí, garantizando el más allá a sus seguidores. Tienen casi dos mil años de experiencia.

Para sus objetivos no vacila en utilizar los servicios de traidores. Pedro, el primer Papa, el fundador de la Iglesia Católica, traicionó a Jesús más de una vez. El Cardenal Ortega y Alamino es un San Pedro de nuestros tiempos. Tampoco duda en utilizar los servicios de amanuenses que calmen la sed de justicia de las masas. En Cuba existe el dúo de Roberto y Lenier, capaces de decir cualquier cosa y de justificar la mansedumbre, que como han dicho recientemente, se encuentran encantados con que el papa Francisco “va a legitimar el proceso de restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos y el proceso que se está viviendo en Cuba…las necesidades de los cubanos y la metodología de la distensión”. O sea, dejemos toda la solución de nuestros problemas en manos del general Presidente.

A pesar de que la infalibilidad del papa es un dogma establecido en 1870 que todo católico tiene que aceptar, este se refiere solamente a las cuestiones de moral y fe. El dogma no exonera al papa de cometer errores cuando se trata de posiciones personales. Es difícil saber si el papa Francisco, está actuando meramente como gobernante de un estado no-democrático o como un árbitro moral. En realidad, las opiniones personales de las figuras públicas importan bien poco. Aunque hasta ahora no está haciendo nada insólito ni fuera del panorama de la política vaticana de las últimas décadas, hay que vigilar que su entusiasmo no lo consuma y pase de ser un mediador práctico a un colaborador en la persistencia del sistema. Las relaciones entre Estados Unidos y Cuba son parte de una nueva dinámica global que no tiene por qué convertirse en una legitimación de una dictadura ni en una consumación de la tergiversación de la memoria histórica.

Raúl Castro, que cada vez habla más parecido a Tres Patines, podrá querer hacerse el gracioso diciendo que volveria a rezar y a ir a la iglesia dada su admiración por Francisco, pero este gesto no puede borrar de un manotazo su historia de abusos contra los católicos y su persistente violación de los más elementales derechos humanos.


Roberto Madrigal