Monday, April 29, 2013

Rescates culturales


Reproduzco el artículo del poeta y amigo Rogelio Fabio Hurtado, publicado en la edición 269 de la revista Primavera Digital, ese increíble y persistente esfuerzo que publica, contra toda esperanza,  un grupo de periodistas independientes en Cuba.

Ya hace tiempo que entre los nuevos cambios que ocurren en Cuba se encuentra el reivindicar, rescatar o hurtar la figura de escritores disidentes cubanos que fueron exorcizados de la memoria cultural en pos de la pureza ideológica, para ahora presentar un panteón que los incluya pero edificando su resurrección a partir de medias verdades, análisis incompletos y de un prisma distorsionador.

Con las figuras más conocidas tienen que andarse con mucho cuidado, pero ahora parece que le toca a mi generación, la que hace tiempo he llamado la generación del silencio, compuesta por escritores que surgieron a la creación cultural a finales de los sesenta y principios de los setenta y que sintieron el peso de la censura y la represión cuando estas se encontraban en plena forma. Es una generación más fácil de tergiversar, ya que sus autores fueron casi o totalmente desconocidos en Cuba y casi todos partieron al exilio. Con este trabajo, Hurtado le enmienda la plana a Velazco con conocimiento de causa y me parece que es un documento importante que debe tener la mayor difusión posible.

Busqué por toda la internet el trabajo de Carlos Velazco, pero no lo encontré. De aparecer en algún momento ampliaría este post para incluirlos a los dos. Velazco es uno de los arqueólogos del momento, ya que también se encargó anteriormente de rescatar parte de la figura y trayectoria de Guillermo Cabrera Infante en su libro Sobre los pasos del cronista, escrito junto con Elizabeth Mirabal, un libro nada despreciable que recopila una buena cantidad de información valiosa. Ahora, quizá con menos instrumentos a su disposición, aborda a Esteban Luis Cárdenas.

Los rescatados son preferentemente muertos, su lista quedará como un canon de cadáveres exquisitos que revelarán la realidad y las intenciones conscientes de sus creadores.

Roberto Madrigal


Lunes, 22 de Abril de 2013 03:48


Cuba actualidad, Marianao, La Habana, (PD) Como su amigo y asiduo como él a la ahora inesperadamente reconocida "célebre Tertulia de la Funeraria, en el parquecito de Calzada y K", vengo a precisar algunos de los criterios vertidos por Carlos Velazco en su ensayo Patakín (Unión 78/2013), consagrado a presentar una muestra mínima de la obra literaria de Esteban Luís Cárdenas (1945-2010), fallecido en Miami, donde residía desde el mes de enero de 1980.

Absolutamente ignorado por la cultura oficial debido a su invariable rebeldía, cuando lo conocí, alrededor de 1971, Cárdenas era el mejor escritor de mi generación.

Sus historias personales, que Velazco prefiere llamar "leyendas", fueron efectivamente numerosas. No precisa que fue Esteban Luís el primer joven cubano objetor de conciencia y no por motivos religiosos precisamente – contrario a lo que sugieren el título del ensayo y la piel del sujeto. Cárdenas no era entonces creyente, ni su literatura, realista, crítica, inteligentísima, se cobijaba para nada en el folklore. Omite, por ejemplo, sus inquietantes vínculos con los militantes norteamericanos del Black Power domiciliados en La Habana después de desviar aviones de los Estados Unidos.

El único vínculo laboral que se le atribuye es el de "trabajador de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional", leve eufemismo por estibador de libros en la torre de dicha institución. Antes, había sido "periodista" de la Revista Bohemia, donde le pagaban sin permitirle publicar una línea. Al intentar salir de Cuba, era asesor literario de las escuelas en el campo.

La referencia a "la becada extranjera" no agota el capítulo amatorio, dominado por Ana María Paredes, madre de su hija y consecuente compañera suya por muchos años. Tampoco me consta que Esteban recordase a la joven eslovaca como "una historia triste". Velazco, al parecer, no llegó a saber de su romance platónico con Concha Bouza Leyva, Concha la de Luyanó.

La historia que se le atribuye al Babalawo, la conozco con dos variaciones de peso: ocurrió después de ser liberado en 1978 y la protagonista fue la cartomántica de la Loma de Chaple, a quien el difunto Pastor Vega dedicara su última película. La profecía fue : "Vas a buscar la muerte". Al situar este hecho antes, Velazco se asegura una de sus frases temáticas: "A Esteban Luís Cárdenas Junquera lo dominaba una obsesión, irse. Así, su salida del país, forzada de hecho por tener que escoger entre cumplir 15 años de prisión o irse, se presenta como una decisión absolutamente personal, casi como una locura, de la que las autoridades políticas y culturales no tendrían responsabilidad ninguna. Esta línea, que preserva la inocencia de los máximos responsables, es acatada a todo lo largo del ensayo, que evita cuidadosamente toda alusión explícita al hipócritamente denominado Quinquenio gris.

Respecto al intento de penetrar saltando al jardín de la sede argentina, tengo algunas precisiones. El acompañante de Esteban no fue "un conocido de apellido Colás", sino nuestro amigo Reynaldo Colás McPherson, joven poeta quien esperaba la publicación de un libro suyo, merecedor de mención en el Concurso 13 de Marzo de la Comisión de Extensión Universitaria. Hasta donde sé, Colás se hizo pastor cristiano y vive como tal en los Estados Unidos. El personal de la embajada eran los representantes de la dictadura militar de Videla, quienes telefonearon inmediatamente a la policía para que recogiesen a "esos negros de su jardín". El ingreso en el hospital "Calixto García" corrió a cuenta de la entonces muy activa sección de diversionismo ideológico del DSE.

Velazco afirma, con razón, que Esteban había sido leído en Cuba por sus cuentos, pero no presenta ni siquiera la sinopsis de ninguno de aquellos relatos. Lamentablemente tampoco conservé ninguno y debo limitarme al recuerdo de algunas tramas. Recuerdo, por ejemplo, un relato donde un trabajador militante es cuestionado constantemente por su mujer, debido a las condiciones de penuria en las que viven.

Los trágicos accidentes que lo mutilaron, lo hicieron consagrarse a la poesía, género donde siempre prefirió la lírica, por encima del realismo de crítica social.

Velazco recorre sus libros de poemas, para llegar a un párrafo inadmisible: donde afirma que " De su etapa en Cuba, en mayo de 2008, Esteban Luís Cárdenas resumía que su mayor enfrentamiento había sido su propia honestidad." O sea, que la culpa era únicamente suya.

Me consta, porque visité a Esteban en sus agónicos boarding homes de Miami y Hialeah, que jamás dejó de ser consciente de quienes habían sido y seguían siendo los grandes culpables. La referencia al resentimiento vuelve a sugerir culpabilizar al sujeto, como si hubiese admitido la santidad inmaculada de los autoritarios burócratas.

Le agradezco al joven Velazco su esfuerzo, pero lamento hacerle saber que el interesado hubiese rechazado efusivamente esas conclusiones.

Tuesday, April 23, 2013

El intoxicado salto al abismo



Hace unos años me lancé entusiasmado a leer La montaña del alma, la novela de Gao Xingjian, el escritor chino residente en París que ganó el premio Nobel de Literatura en el año 2000. Luego de trabajosamente leerme unas decenas de páginas de la más de quinientas que tiene este voluminoso texto, el tedio comenzó a vencerme, la trama dejó de interesarme y terminé su lectura, saltando un párrafo por aquí y otro por allá, más por tozudez que por interés cultural. Me pareció un libro de densidad gratuita, con una prosa excesivamente lírica, inundada de metáforas y demasiado explicativa. No se distinguía mucho de la prosa de los pocos libros de autores chinos que he leído. Por esa razón, vacilé mucho antes de decidirme a leer al ganador del mismo premio literario de 2012, el narrador Mo Yan. Lo que finalmente me decidió a hacerlo fue la reciente polémica, ventilada en la prensa occidental, sobre sus actitudes políticas y su errática trayectoria como miembro de la burocracia cultural china, ya que es vicepresidente de la Asociación de Escritores Chinos.

Escogí su novela The Republic of Wine (1992) por ser la más corta de todas las que se encontraban disponibles, aunque no es una de las más alabadas por la crítica. Para mi sorpresa, desde la primera página me tropecé con un lenguaje coloquial, fluido, de adjetivación mínima pero precisa y con un uso agresivo y desenfadado de los juegos de palabras, las boutades y las vulgaridades, además de una descripción descarnada de hechos violentos, que se mueve entre el realismo y la alucinación.

Debido a informes que llegan a la capital, acerca de corrupción y de una gula gargantuesca que se practican en la región conocida como República del Vino, el veterano investigador Ding Gou’er es despachado a la remota provincia para que desentrañe la realidad de lo que ocurre. A pesar de ser un investigador resuelto y de alta confianza entre el liderazgo máximo del partido en Pekín, Ding Gou’er es descrito como un hombre solamente interesado en resolver casos criminales, “fumador empedernido, que le gusta beber pero se emborracha con facilidad, de dentadura dispareja…mal tirador…algo supersticioso…casado en cómodo matrimonio pero más interesado en su amante, siempre soñando que a su mujer se la llevara un cáncer, ya que era incapaz de divorciarse…”, en fin, un cuadro nada edificador. En la Tierra del Licor, como también se conoce a la provincia, es recibido por un par de funcionarios indistinguibles y luego introducido a un líder regional del partido muy poderoso, un corrupto legendario. Desde el comienzo convencen a Ding Gou’er a beber en exceso y a partir de aquí comienzan a suceder una serie de eventos que alcanzan niveles surreales. No se sabe si la novela es un reflejo de la realidad o de los delirios alcohólicos del personaje central.

A la trama central se suma, inicialmente alternando capítulos, un intercambio epistolar entre un candidato a doctor en “Estudios sobre el Licor” y aspirante a novelista, llamado Li Yidou, y el propio Mo Yan. A medida que el libro avanza, comienzan a aparecer personajes de la trama en cuentos que Li Yiduo le envía a Mo Yan y poco a poco una línea argumental se va entrometiendo en la otra y Mo Yan empieza a vivir las aventuras de Ding Gou’er hasta que ambas se confunden en un solo hilo argumental. Narración dentro de la narración que se funden hasta constituir una sola narración comprehensiva. Esto lo logra el autor de forma magistral, mezclando distintos estilos narrativos que finalmente se unen y consiguen una polifonía coherente.

La novela es una secuencia de sobornos, banquetes sibaritas, violencia sexual, esclavitud infantil, bacanales y actos de refinado canibalismo. Está poblada por corruptos militantes del partido comunista, creyentes idiotizados, sobrevivientes y mercenarios de la cultura. Todos son, a su vez, víctimas y victimarios, piezas de un sistema que se especializa en devorar su propia creación. El engaño y la desconfianza son los mecanismos de defensa preferidos por los habitantes de la provincia. Todos son seres sin esperanza, que cultivan un hedonismo de ocasión, atemorizados de ser castigados a cada minuto, en un sistema de relaciones en el cual los abusadores de hoy son los abusados de mañana y viceversa.

A medida que proseguía en mi lectura esperaba el momento en el cual Mo Yan iba a introducir un personaje o una situación en la cual se daba alguna esperanza en el sistema, algo que eximiera al liderazgo y a la pureza de las ideas del sistema, porque no hay dudas que la Tierra del Licor es una metáfora de toda China. Pero no, Mo Yan es inmisericorde. Se burla directamente de personajes reales como Wang Meng, uno de los escritores chinos más famosos en su país, quien fuera ministro de cultura entre 1986 y 1989, criticando su quehacer literario. Le da el nombre de Zhou Bao, un gobernador provincial durante la dinastía Tang, famoso por su corrupción y su despotismo, al editor de la “principal revista literaria china”. Se burla de la censura. Ironiza sobre dictámenes de Mao y usa sus frases con doble sentido. Nombra también, como Liu Wencai, uno de los más crueles señores feudales de principios del siglo veinte, a uno de los más distinguidos líderes del partido de la Tierra del Licor. Nadie se salva del sarcasmo del autor. Tampoco nadie sale ileso de esta orgía inacabable.

Sus personajes descienden a los instintos más bajos y perversos del ser humano. Caracteriza con imaginación la homogeneidad de todos aquellos que viven para alcanzar y mantener un alto estatus social, a quienes carecen de fantasía, a quienes viven atemorizados. No acude nunca al lamento bolchevique de la causa perdida, al contrario, se burla de la propia causa como una farsa en la cual creen solamente los frustrados. En este entorno, mantener la dignidad es un asunto de idiotas porque una dignidad basada en una falacia es indefendible y ridícula.

Mo Yan ha confesado su afición por Faulkner y García Márquez, y se nota en su estilo y en su prosa.  Pero en su obra también se ve un hombre altamente influenciado por la cultura occidental y la novela americana. Ecos de Chandler, Carver y Bukowski se escuchan en muchos párrafos. Sin embargo, la obra también está repleta de referentes a la cultura china y en su intertextualidad también utiliza al cine chino, citando incluso su propio guión de la película Sorgo rojo (1987). Su escritura es altamente civilizada y civilizatoria, no hay intenciones de folclorismo. Mo Yan ha sabido crear su propio universo, que ha sido llamado realismo alucinante y que hace honor a esa etiqueta.

Sin muchos subterfugios, el autor expresa que el Gran Salto Adelante, no fue más que un salto al abismo, un salto suicida realizado bajo la intoxicación ideológica y el miedo a la represión, un salto del cual nadie sale indemne.

The Republic of Wine. Autor: Mo Yan. Arcade Publishing, New York, 2012. 356 páginas. Traducción de Howard Goldblatt. De  esta edición traduje las citas.

 
Roberto Madrigal

Tuesday, April 16, 2013

Estudios epidemiológicos y fariseísmo académico



El survey es el método de investigación más usado en los estudios epidemiológicos.  Funciona bien en los países desarrollados, en los cuales la recolección de datos no es difícil, ya que la instituciones que controlan la información están bien organizadas y se abren a los investigadores a quienes les ofrecen todas las posibilidades de búsqueda tecnológica de datos así como de instrumentos de corroboración.  Dada la efectividad organizativa de los países desarrollados y democráticos, las enfermedades pueden estudiarse y controlarse con bastante éxito. La población no solamente es más educada, sino que también se encuentra bien informada respecto a lo que sucede a su alrededor, es, a su vez, excelentes fuente de información y esto ha permitido desarrollar diferentes herramientas de recopilación de datos que son altamente efectivas. El mundo en vías de desarrollo es otra cosa y la extrapolación de estas técnicas y herramientas muchas veces se hace imposible y en el mejor de los casos sus resultados son poco confiables.

El estudio recientemente publicado en el British Medical Journal, 9 de abril de 2013, en el cual se estudia la relación entre la pérdida de peso y su efecto en la diabetes y la mortalidad cardiovascular en Cuba durante el periodo que va de 1980 a 2010, parece más un mal chiste que una investigación seria. Su conclusión de que la crisis económica de principios de los noventa promovió el declive de la diabetes y las enfermedades cardiovasculares no necesitaba estudiarse. Se sabe de sobra que estas enfermedades ocurren con más frecuencia  en países en los cuales la población se alimenta bien o consume exceso de grasas que en países en los cuales la comida escasea. En otras palabras, estas enfermedades son más propias de Canadá y Suecia que de Haití y Bangla Desh. Pero para poner las cosas peor, el estudio es un soberano disparate que tiene todos los defectos que pueden existir en una investigación y cuyos resultados no tienen la menor validez. O sea, que aunque la conclusión sea cierta, los métodos usados no la justifican.

Aunque tiendo a pensar, por experiencia personal, que la mayoría de los investigadores científicos y de los profesores universitarios, sobre todo en el campo de la medicina, son gente seria, dedicada y honesta, en el mundo académico se da mucho el oportunismo y el socialismo. Si me ayudas te ayudo, si tienes algo que ofrecerme, me interesas, y así. Hay mucha hipocresía y muchos no se atreven a desenmascarar a un farsante o a una farsa por temor a que algún día las acusaciones se vuelvan contra ellos. Existe una amplia red de intereses creados.

En el caso del estudio realizado en Cuba, el primer problema es la poca confiabilidad de la base de datos, en un país en el cual el gobierno controla la información sobre la salud y la manipula con fines propagandísticos. Por otra parte, no hay fuentes de corroboración de datos. Un estudio que se basa en los datos que aporta el gobierno, sin alternativas de investigación, ya es un fracaso desde el comienzo. Este estudio es tan malo, que los mismos autores confiesan que “…escasez de información adecuada sobre la salud pública impide evaluaciones comparativas…” (p.2).  O sea, desde su introducción reconoce la poca validez de sus fuentes, que es en lo único que se basa su estudio. Las fechas de los diferentes periodos estudiados tienen grandes variaciones que también afectan la pretendida seriedad del proyecto.

Por otra parte, reconocen que todos los datos son obtenidos del Ministerio de Salud Pública y de publicaciones cubanas del período estudiado. En la página 9 reconocen que “Nuestro estudio tiene limitaciones importantes. No había información sobre la incidencia de la diabetes en el período de crisis…la información no representa adecuadamente la incidencia de la diabetes…Los certificados de muertes están sujetos a malas o parcializadas clasificaciones…los estimados de ingesta alimenticia tienen muchas limitaciones…”. En fin ¿Existe algún dato confiable en el cual basaron sus conclusiones? Dados estos problemas la respuesta es no. Además, los instrumentos usados fueron auto-informes, que por años se han probado poco efectivos en poblaciones subdesarrolladas, que tienden a mentir en ellos. Para colmo, los datos fueron exclusivamente recopilados por funcionarios de la escuela de medicina de Cienfuegos, sin supervisión externa.

Ninguno de estos problemas metodológicos impidió que los autores emitieran opiniones como: “antes de la crisis, esta era una población bien alimentada…”¿Los cubanos bien alimentados? Y ni siquiera sustentan esta postulación. Otro gran disparate es decir, sin ningún tipo de referencia que: “la crisis económica de principios de los noventa se debió a la disolución de la Unión Soviética y el endurecimiento del embargo…”. O sea, hablan de un endurecimiento del embargo sin decir la fuente de esa información, que es, además, falsa. Lo único que reconocen es que aunque se mejoró respecto a la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, hubo un aumento significativo en la neuropatías por avitaminosis.

El estudio es responsabilidad del doctor Manuel Franco, médico español, quien es profesor asociado en el Departamento de Ciencias de la Salud, unidad de Salud Pública de la Universidad de Alcalá y profesor adjunto del Departamento de Epidemiologia de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins.  Los datos los interpretó su discípulo Usama Bilal. Los consultores principales fueron el doctor Richard Cooper, médico especializado en estudios epidemiológicos en Africa y el Caribe, profesor y jefe del Departamento de Ciencias de la Salud Pública de la Escuela Stritch de Medicina de la Universidad de Loyola, en Illinois y la doctora Joan Kennelly, enfermera especializada en salud pública y estudios infantiles. Como asesor también se presentó el doctor Benjamín Caballero, médico argentino, profesor del Centro de Nutrición Humana, Departamento de Salud Internacional de la Escuela Bloomberg de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins. Por Cuba participaron tres médicos, los doctores Pedro Ordúñez, Alain Morejón y Mikhail Benet, todos profesores de la Universidad de Ciencias Médicas de Cienfuegos y asociados de alguna manera, en estudios o investigaciones, a la Universidad Johns Hopkins.

Es inconcebible que profesores con unos currículos tan destacados, pertenecientes a distinguidas instituciones académicas, se presten a realizar un estudio tan débil desde el punto de vista científico. Una cosa que no aclaran es quiénes son las fuentes de apoyo financiero de la investigación. Habría que ver qué beneficios no necesariamente científicos obtienen el doctor Franco y sus colegas por esta patraña seudocientífica. No me cabe la menor duda de que la mano de las autoridades cubanas fue generosa con quienes tomaron parte en esta farsa.

Peor aún es el hecho que una revista del prestigio del British Medical Journal, supuestamente de alta exigencia en la aceptación de manuscritos,se atreva a publicar un trabajo tan hueco y carente de la menor rigurosidad científica. Cabría preguntarse si también fueron beneficiados económicamente o si algún miembro de su consejo editorial se está pasando unas vacaciones gratuitas en Cuba en los hoteles más caros y con otras amenidades.

 
Roberto Madrigal

Tuesday, April 9, 2013

Sobre poses y figurantes


La reciente visita a Cuba de Beyoncé Knowles y su esposo Shawn Carter, popularmente conocido como Jay-Z ha desatado la alharaca de los sospechosos usuales. Congresistas que claman su ira y exigen explicaciones sobre posibles violaciones legales para sustentar su agenda pro-embargo. Profesores e instituciones que se apresuran a escribir en defensa de los viajeros, víctimas inocentes de los intolerantes, para avanzar su agenda anti-embargo. No me refiero a quienes están honestamente convencidos de la necesidad del embargo ni de los que piensan con certitud que el embargo es una política anacrónica que se debe derogar. Los que me molestan son los que asumen poses y falsas posturas, los figurantes que no se pierden una oportunidad de robar cámara o espacio virtual y cuyo único objetivo es la publicidad personal.

Beyoncé y Jay-Z no son los primeros, ni serán los últimos, músicos americanos que han visitado la isla. Son quizá los más famosos y los únicos que han declarado que han ido en viaje turístico, para celebrar su aniversario de bodas. Por supuesto, hay que ser muy ingenuo para pensar que esta ha sido una visita espontánea y que no ha sido planeada con rigurosa exactitud. Las visitas a grupos teatrales, instituciones artísticas y fiestas “privadas” no suceden en Cuba sin pasar por la lupa minuciosa de la policía política, sobre todo si se trata de dos figuras de la popularidad de este matrimonio. Tampoco se puede obviar que siendo donantes mayores y propulsores de la campaña del presidente Obama, no haya alguna otra agenda escondida detrás de la visita. No sugiero que Beyoncé sea Mata-Hari ni que Jay-Z sea Sidney Reilly, pero algo, por muy insignificante que sea, se cocina tras este agasajo.

Hay que ser muy ingenuo o muy hipócrita para pensar que la pareja haya violado alguna ley del embargo. Sus abogados deben haber arreglado todo de manera apropiada (ya se ha dicho que su viaje fue legal). Además, el dinero todo lo puede.

Por otra parte, tanto Beyoncé como Jay-Z tienen derecho a hacer lo que se les antoje. Viven en un país libre y forman parte no del 1%, sino del 0.05%. Su visita no va a afianzar ni a desmoronar la dictadura de los Castro. Ni la va a hacer más compasiva. Los chinos no se humanizaron después que Nixon les mandó a los jugadores de ping-pong y Kim Jong-un se lanzó en una virulenta ofensiva contra Corea del Sur y sus aliados tras la reciente visita “personal” de Dennis Rodman, quien quizá le explicó sus técnicas defensivas en el tabloncillo. Son avatares de la política internacional, gestos semivacíos para explorar al contrario.

“Muéstrame un héroe y te escribiré una tragedia”, dijo Scott Fitzgerald. La presencia de la pareja en Cuba no es más que una pantalla en blanco que cada cual puede interpretar a su antojo. Se puede tener una opinión sobre el viaje, pero escandalizarse es de tontos. Aparte de su apoyo a Obama, desconozco las creencias políticas de la pareja. Tampoco me interesan. Hasta ahora, no han utilizado su fama para hablar maravillas del sistema, lo que si resultaría ofensivo. Han tratado de restarle importancia al asunto, al menos en público. De todos modos, seguirán siendo millonarios y famosos. Al menos algunos de sus fanáticos en la isla tuvieron la oportunidad de echarles un vistazo, aunque fuera muy distante, y la seguridad paso su sofocón conteniendo a la muchedumbre.

No se puede perder de vista que una gran parte de los músicos son gente muy imaginativa y talentosa, pero no son de pensamientos profundos ni de cultura pesada. Hace unos años la propia Beyoncé, asi como Mariah Carey y Nelly Furtado, entre otros, cantaron en funciones privadas para Muamar el Gadafi y su familia. Avergonzadas por la protesta pública, alegaron desconocimiento de las brutalidades de sus empleadores y devolvieron los millones cobrados, donándolos a la ayuda a Haití y otras obras de beneficencia.

Vale recordar que, en 1974, durante los eventos que se desarrollaron alrededor de la pelea por el campeonato mundial de pesos pesados entre George Foreman y Mohamed Alí para celebrar la amistad entre los afroamericanos y los pueblos de Africa, se presentaron un gran número de cantantes americanos para festejar, nada menos que en Kinshasa, capital de la entonces Zaire, hoy llamada República Democrática del Congo, en el momento que gobernaba ese país uno de los dictadores más sanguinarios de la historia (no solamente de Africa), Mobutu Sese Seko. Por el lado africano se encontraban Miriam Makeba, Manu Dibango y Hugh Masekella. Por el lado americano se presentaron, entre otros, B.B. King, Bill Withers, James Brown, Fania All Stars y…Celia Cruz. Todo esto bien documentado en el filme Soul Power (2008), dirigido por Jeff Levy-Hinte y fotografiado por el genial Albert Maysles.

Ninguno de los músicos presentes en ese agasajo a una figura repugnante ha perdido su lustre artístico con el paso de los años, ni los cubanos piensan menos de Celia Cruz, cuya música y su actitud anticastrista prevalecieron, pero, quizá porque mató mayormente negros, ya nadie se acuerda del sanguinario Mobutu Sese Seko ni de su cruel payasada política. Justicia histórica y poética. La música de Beyoncé y de Jay-Z se seguirá escuchando mucho después de esta pataleta de figurantes. Desgraciadamente no estoy seguro de que el nombre de los Castro pase al olvido de la historia.

Roberto Madrigal

Monday, April 1, 2013

Se cierra un capítulo


 
Acaba de morir en Nueva York, a los 85 años, el crítico de cine René Jordán. Hace apenas unos días también falleció, en La Habana, otro gran crítico, Walfredo Piñera. Ambos, junto a Guillermo Cabrera Infante, se convirtieron en tres de los más destacados críticos de cine de la década del cincuenta en Cuba. Cabrera Infante, como G. Caín, publicaba en Carteles, Jordán lo hacía en Excelsior y en la revista Bohemia, mientras Piñera editaba las imprescindibles guías católicas.

Todos conocen la historia de Cabrera Infante, pero Piñera y Jordán pertenecen al dominio de los arqueólogos de la cultura cubana. Sus historias son conocidas solo a retazos y mayormente por quienes tuvieron contacto con ellos. Piñera, por católico, fue ninguneado por las autoridades culturales cubanas y relegado a un papel oscuro en el departamento de medios audiovisuales de la Universidad de La Habana, fungiendo prácticamente como un inocuo archivero, bien alejado del ICAIC. Aceptó su rol con la humildad que le imponían sus creencias religiosas. Jordán, al exilarse, fue despachado al olvido, a pesar de que se mantuvo activo y exitoso como crítico de cine.

Para los cinéfilos de mi generación Jordán fue un personaje casi legendario. Sabíamos que había escrito biografías de Clark Gable, de Marlon Brando y de Barbra Streisand, pero esos libros nos eran inaccesibles. También nos enteramos que publicaba en Film Quarterly y en The Village Voice, dos revistas que por entonces reverenciábamos y que leíamos fervorosos cuando algún número caía por casualidad en nuestras manos. Pero la primera vez que supe de la existencia de René Jordán fue cuando cayó en mis manos un ejemplar de Tres Tristes Tigres, cuando Arsenio Cué, sentencioso, dice: “…considero que todos los escritores cubanos, todos…gente de tu generación no son más que unos malos lectores de Faulkner y Hemingway y Dos Passos…¿Qué queda? Algunos nombres sueltos como…entre los hombres de tu generación, tal vez René Jordán. Si deja la frivolidad que exhibe con tanto despliegue en sus críticas de cine y se olvida de la otra Quinta Venida y del New Yorker.”

Cabrera Infante siempre consideró a Jordán como un gran cuentista y aparte de su amistosa rivalidad como críticos de cine, le imputaba que no se dedicara más a la ficción. Jordán publicó su primer cuento, “Visita de cumplido” y tres relatos más, en la revista Ciclón.  En 1959 formó parte de la dirección inicial de Lunes de Revolución. Tradujo Miss Lonelyhearts, la obra de Nathaniel West y escribió un libro, La angustia del sábado, que ganó mención en la primera edición del Premio Casa de las Américas en 1960, pero nunca se publicó porque Jordán partió al exilio poco después.

Comenzó en 1976 a escribir críticas y reseñas de cine para el suplemento en español de The Miami Herald, continuando a lo largo de los años a través de los distintos cambios de la publicación, hasta su muerte hace menos de 48 horas. Desde que llegué a Estados Unidos traté de no perderme ninguna de sus críticas, que eran para mí una brújula. No había que estar de acuerdo con lo que decía sobre una película, pero conocer su opinión era importante, incluso en sus momentos menos felices. Sus críticas se caracterizaban por un refinado uso de la ironía, un sutil despliegue de erudición, un lenguaje sencillo y una total falta de pomposidad. Se tomaba su oficio muy en serio, pero sin alardes de solemnidad pretenciosa. Fue, por varias décadas, el único crítico de cine cubano del exilio y el más longevo, de esos que escriben semanalmente, incluyendo los que han publicado en Granma y Juventud Rebelde, en todos estos años.

Ahí queda su obra, dispersa, a la espera de un compilador. A la espera también de una merecida reivindicación, de un improbable acto de contrición de los censores.

 

Roberto Madrigal