Reproduzco el artículo del poeta y amigo Rogelio Fabio
Hurtado, publicado en la edición 269 de la revista Primavera Digital, ese increíble y persistente esfuerzo que publica,
contra toda esperanza, un grupo de
periodistas independientes en Cuba.
Ya hace tiempo que entre los nuevos cambios que ocurren
en Cuba se encuentra el reivindicar, rescatar o hurtar la figura de escritores
disidentes cubanos que fueron exorcizados de la memoria cultural en pos de la
pureza ideológica, para ahora presentar un panteón que los incluya pero
edificando su resurrección a partir de medias verdades, análisis incompletos y
de un prisma distorsionador.
Con las figuras más conocidas tienen que andarse con
mucho cuidado, pero ahora parece que le toca a mi generación, la que hace
tiempo he llamado la generación del
silencio, compuesta por escritores que surgieron a la creación cultural a
finales de los sesenta y principios de los setenta y que sintieron el peso de
la censura y la represión cuando estas se encontraban en plena forma. Es una
generación más fácil de tergiversar, ya que sus autores fueron casi o
totalmente desconocidos en Cuba y casi todos partieron al exilio. Con este
trabajo, Hurtado le enmienda la plana a Velazco con conocimiento de causa y me
parece que es un documento importante que debe tener la mayor difusión posible.
Busqué por toda la internet el trabajo de Carlos Velazco,
pero no lo encontré. De aparecer en algún momento ampliaría este post para
incluirlos a los dos. Velazco es uno de los arqueólogos del momento, ya que
también se encargó anteriormente de rescatar parte de la figura y trayectoria de
Guillermo Cabrera Infante en su libro Sobre
los pasos del cronista, escrito junto con Elizabeth Mirabal, un libro nada
despreciable que recopila una buena cantidad de información valiosa. Ahora,
quizá con menos instrumentos a su disposición, aborda a Esteban Luis Cárdenas.
Los rescatados son preferentemente muertos, su lista
quedará como un canon de cadáveres exquisitos que revelarán la realidad y las
intenciones conscientes de sus creadores.
Roberto Madrigal
Lunes, 22 de Abril de 2013 03:48
Cuba
actualidad, Marianao, La Habana, (PD) Como su amigo y asiduo como él a la ahora
inesperadamente reconocida "célebre Tertulia de la Funeraria, en el
parquecito de Calzada y K", vengo a precisar algunos de los criterios
vertidos por Carlos Velazco en su ensayo Patakín
(Unión 78/2013), consagrado a presentar una muestra mínima de la obra literaria
de Esteban Luís Cárdenas (1945-2010), fallecido en Miami, donde residía desde
el mes de enero de 1980.
Absolutamente
ignorado por la cultura oficial debido a su invariable rebeldía, cuando lo
conocí, alrededor de 1971, Cárdenas era el mejor escritor de mi generación.
Sus historias
personales, que Velazco prefiere llamar "leyendas", fueron
efectivamente numerosas. No precisa que fue Esteban Luís el primer joven cubano
objetor de conciencia y no por motivos religiosos precisamente – contrario a lo
que sugieren el título del ensayo y la piel del sujeto. Cárdenas no era
entonces creyente, ni su literatura, realista, crítica, inteligentísima, se
cobijaba para nada en el folklore. Omite, por ejemplo, sus inquietantes
vínculos con los militantes norteamericanos del Black Power domiciliados en La Habana después de desviar aviones de
los Estados Unidos.
El único
vínculo laboral que se le atribuye es el de "trabajador de la hemeroteca
de la Biblioteca Nacional", leve eufemismo por estibador de libros en la
torre de dicha institución. Antes, había sido "periodista" de la
Revista Bohemia, donde le pagaban sin permitirle publicar una línea. Al
intentar salir de Cuba, era asesor literario de las escuelas en el campo.
La referencia
a "la becada extranjera" no agota el capítulo amatorio, dominado por
Ana María Paredes, madre de su hija y consecuente compañera suya por muchos
años. Tampoco me consta que Esteban recordase a la joven eslovaca como
"una historia triste". Velazco, al parecer, no llegó a saber de su
romance platónico con Concha Bouza Leyva, Concha la de Luyanó.
La historia
que se le atribuye al Babalawo, la conozco con dos variaciones de peso: ocurrió
después de ser liberado en 1978 y la protagonista fue la cartomántica de la
Loma de Chaple, a quien el difunto Pastor Vega dedicara su última película. La
profecía fue : "Vas a buscar la muerte". Al situar este hecho antes,
Velazco se asegura una de sus frases temáticas: "A Esteban Luís Cárdenas
Junquera lo dominaba una obsesión, irse. Así, su salida del país, forzada de
hecho por tener que escoger entre cumplir 15 años de prisión o irse, se
presenta como una decisión absolutamente personal, casi como una locura, de la
que las autoridades políticas y culturales no tendrían responsabilidad ninguna.
Esta línea, que preserva la inocencia de los máximos responsables, es acatada a
todo lo largo del ensayo, que evita cuidadosamente toda alusión explícita al
hipócritamente denominado Quinquenio gris.
Respecto al
intento de penetrar saltando al jardín de la sede argentina, tengo algunas
precisiones. El acompañante de Esteban no fue "un conocido de apellido
Colás", sino nuestro amigo Reynaldo Colás McPherson, joven poeta quien
esperaba la publicación de un libro suyo, merecedor de mención en el Concurso
13 de Marzo de la Comisión de Extensión Universitaria. Hasta donde sé, Colás se
hizo pastor cristiano y vive como tal en los Estados Unidos. El personal de la
embajada eran los representantes de la dictadura militar de Videla, quienes
telefonearon inmediatamente a la policía para que recogiesen a "esos
negros de su jardín". El ingreso en el hospital "Calixto García"
corrió a cuenta de la entonces muy activa sección de diversionismo ideológico del DSE.
Velazco
afirma, con razón, que Esteban había sido leído en Cuba por sus cuentos, pero
no presenta ni siquiera la sinopsis de ninguno de aquellos relatos.
Lamentablemente tampoco conservé ninguno y debo limitarme al recuerdo de
algunas tramas. Recuerdo, por ejemplo, un relato donde un trabajador militante
es cuestionado constantemente por su mujer, debido a las condiciones de penuria
en las que viven.
Los trágicos
accidentes que lo mutilaron, lo hicieron consagrarse a la poesía, género donde
siempre prefirió la lírica, por encima del realismo de crítica social.
Velazco
recorre sus libros de poemas, para llegar a un párrafo inadmisible: donde
afirma que " De su etapa en Cuba, en mayo de 2008, Esteban Luís Cárdenas
resumía que su mayor enfrentamiento había sido su propia honestidad." O
sea, que la culpa era únicamente suya.
Me consta,
porque visité a Esteban en sus agónicos boarding homes de Miami y Hialeah, que
jamás dejó de ser consciente de quienes habían sido y seguían siendo los
grandes culpables. La referencia al resentimiento vuelve a sugerir culpabilizar
al sujeto, como si hubiese admitido la santidad inmaculada de los autoritarios
burócratas.
Le agradezco
al joven Velazco su esfuerzo, pero lamento hacerle saber que el interesado
hubiese rechazado efusivamente esas conclusiones.