Hace ya casi
seis años, Yoani Sánchez se dio a conocer cuando empezó a colgar en la
blogosfera unos textos breves, muy bien escritos, en los cuales se presentaban
facetas de la realidad cubana en forma aguda y mordaz. Eran unas lúcidas viñetas que encapsulaban
fragmentos de la tragedia cotidiana nacional. Su valor crítico se incrementaba
por el hecho de haber sido escritas desde adentro. Su calidad y su conciso poder radiográfico la
distinguieron rápidamente de otros que también se arriesgaban a escribir
trabajos similares. Inmediatamente acaparó la atención mediática internacional.
Yoani ha
seguido escribiendo este tipo de textos y no solo su blog Generación Y ha multiplicado
en proporción geométrica su número de lectores, sino que ha conseguido
instalarse en otros foros de mayor alcance de difusión como son The Huffington Post y El País, lo cual le ha dado, a nivel
internacional, junto con los múltiples premios recibidos, un gran poder de
convocatoria.
En ningún
momento Yoani ha presentado un programa político, una plataforma ideológica o
un ideario de acción. Su discurso se ha limitado, consistentemente, a abogar
por la libertad de expresión y por el derecho a viajar libremente que hasta
hace poco se negaba a los cubanos. Es cierto que en los últimos años ha
aumentado su militancia activa gravitando entre varios grupos de opositores
como los que se agrupan alrededor de Estado de SATS, las Damas de Apoyo y la
participación en actos de protesta pública, pero nunca se ha erigido como líder
político ni pretende tener repercusión nacional. De hecho, se sabe que ha
declarado: “No soy opositora, no tengo un programa político, ni siquiera tengo
un color político, y esa es una característica de mi generación y del mundo
actual: ya la gente no se define ni de izquierdas ni de derechas, son conceptos
cada vez más obsoletos”. Nada de eso minimiza el poder de denuncia de sus
escritos.
Ahora que
finalmente le han permitido salir y que ha comenzado su periplo por un país que
mantiene relaciones armónicas con el gobierno cubano, los primeros en exigirle
una posición ideológica definida han sido muchos exiliados cubanos. Es cierto que una posición pública implica
una serie de responsabilidades que quizá muchos tienen que asumir a su pesar.
Es un poco ingenuo o hipócrita hacer ver que Yoani viaja a nivel personal. Hay
demasiadas expectativas de muchos grupos de interés, de diversas orientaciones
políticas, que no se pueden soslayar. Además, los viajes de carácter individual
no conducen a comparecencias ante instituciones políticas y culturales. Por
todos sus antecedentes, el viaje de Yoani es un acontecimiento mediático de
unas dimensiones que jamás ha enfrentado ningún opositor al castrismo.
Yoani sale de
una realidad en la cual el tono de las discusiones es bastante simplista y
maniqueo, en el cual no existen tonalidades entre el blanco y el negro, y los
enemigos están bien definidos, a una realidad variopinta, que la enfrenta a
distintos grupos de opinión, a una prensa inquisitiva que constantemente hace
preguntas de doble filo y elabora trampas retóricas, asi como a grupos de
choque que son más extremistas en sus posiciones procastristas que el propio gobierno
cubano. En estos tres meses se moverá
entre grupos de aduladores, provocadores a sueldo, políticos oportunistas y
curiosos desinformados. Oscilará entre el
apoyo solidario y las intrigas palaciegas.
Algunos se
indignan ante algunas declaraciones festinadas, muchos anticastristas no tienen
sentido del humor y ya aprenderá a medir sus palabras, a usar la condenada
cautela. Pero ¿por qué pedirle un discurso que nunca ha elaborado? Además,
¿acaso existe el discurso del exilio? En realidad, la carencia de un discurso
coherente ha sido un anatema del exilio cubano, que apenas ha farfullado sin
unidad, desperdigado entre decenas de grupúsculos malamente organizados, muchos
de los cuales solo obedecen a mezquinos intereses personales.
Yoani se ha
ganado el derecho a decir lo que piensa y ello le granjeará, sin dudas, nuevos
amigos y muchos enemigos. Ojalá que las expectativas, las exigencias y las
responsabilidades que su posición mediática le endilgan, no le hagan perder la
espontaneidad y lo corrosivo de sus escritos. Que no se contamine el poder
expresivo de sus viñetas.
Roberto
Madrigal