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Monday, November 26, 2012

Los escritores incómodos



Revisando hace unas semanas el excelente blog de la traductora española Marta Rebón (Rumores Etéreos), que se dedica al arte y la literatura rusas, leí un excelente trabajo sobre un escritor para mi, hasta ese momento, desconocido. El artículo, que trata sobre la publicación en español de un libro de este autor ruso, Daniil Jarms, me resulta interesante y me lleva a buscar más sobre el mismo y finalmente a comprar un libro suyo en inglés, Incidences. Es un verdadero descubrimiento.

La edición que poseo fue impresa en Londres en 1993, por una oscura editorial, Serpent’s Tail, que se dedica a publicar obras de Pessoa, Onetti y Walser. Es un texto que reúne cuentos y obras de teatro de Jarms (Kharms para quienes lo buscan en inglés). La obra de este autor comenzó a publicarse en los Estados Unidos en el 2006.

Jarms es un maestro del absurdo que se adelantó a Ionesco y a Beckett. Sus cuentos, con la excepción de La vieja, que es un relato de 29 páginas, tienen una extensión que va de entre 39 palabras (An Encounter), hasta cinco o seis párrafos. Su prosa sencilla, es impecable en cuanto a sintetizar la narrativa, o más bien la ausencia de narrativa. Sus obras no solamente son un desafío y una burla de todo tipo de convenciones literarias, sino que a la vez convierten el proceso narrativo en una total inutilidad. Sin embargo, uno no puede dejar de leer este libro que sorprende a cada vuelta de página.

Ataca con acidez los patrones morales de la sociedad, es cruel, desenfadado, sardónico y agresivamente burlón, un verdadero nihilista que no tiene piedad ni paz con nadie. Despliega un desprecio absoluto por el acomodamiento del ser humano, capaz de aceptar pasivamente el atropello o el látigo de quienes les guían. Los ve capaces de llevar sus instintos animales hasta las últimas consecuencias, a la vez que sumisos de las costumbres que lo acorralan. No hay un mínimo de sentimentalismo en Jarms.

La vieja es un pastiche de la indiferencia, An Encounter es una joya de la anti-narrativa y Lynch Law es una obra maestra de crítica social y política inmisericordemente resuelta a la perfección en 165 palabras. La lista de citas puede seguir interminable, prácticamente no hay una página del libro que no sea recomendable.

Es una lástima que no se pueda hablar de la influencia que Jarms tuvo sobre otros escritores de su generación o incluso sobre Beckett y Ionesco. Hasta sobre Godard, ya que el estilo de Jarms pudiera explicarse con aquella sentencia del cineasta francés que decía: “No tengo nada en contra de que una obra narrativa tenga un comienzo, una trama intermedia y un desenlace, siempre y cuando no tenga que ser en ese orden”. La vida de Jarms se lee como la de tantos otros escritores víctimas del estalinismo.

Nacido en San Petersburgo en 1905 con el nombre de Daniil Ivanovich Yuvachov (Jarms, fue su seudónimo definitivo), apareció en la escena literaria y artística de la joven Unión Soviética en 1925, cuando su ciudad natal se había convertido en Leningrado. Apenas publicó dos poemas en un par de antologías, pero tras aparecer disfrazado de Sherlock Holmes mientras yacía bocabajo en medio de Nevski Prospect y luego hacer lecturas de poemas encima de un armario, en 1927 fundó, junto con su amigo de peripecias Alexander Vvedenski y el poeta Nicolai Zabolotski, el grupo OBERIU (que son las siglas en ruso que significan Asociación del Arte Verdadero). Hicieron varias presentaciones, entre ellas una muy comentada titulada Tres horas de izquierda, en la cual, entre otras cosas, presentaron la obra teatral absurdista con gran influencia kafkiana, Yelizaveta Bam (que está incluida en Incidences), para poco después ser atacados en la prensa y verse obligados a desmantelar el grupo. Jarms se puso a trabajar para una editorial de libros infantiles y ya en 1940 había publicado once libros de tema infantil. Mientras tanto, seguía escribiendo para la gaveta. Todo intento de publicar lo que verdaderamente le interesaba, fue en vano.

Jarms fue arrestado en 1931 por sus escritos y aunque luego se dedicó a la más tranquila literatura infantil, cayó en desgracia otra vez en 1937 debido a un poema infantil con “desviaciones ideológicas”, en el cual un niño comete un pequeño robo. Perdió su trabajo, pasó hambre y en 1941 fue apresado en Leningrado y ese mismo año, en diciembre, murió en una sala psiquiátrica penitenciaria. Su obra jamás fue publicada en su tiempo. No fue hasta el deshielo de Jruschev, que fue perdonado en la Unión Soviética y su obra no llegó a publicarse en su país hasta la llegada de la Perestroika. De hecho, si hoy podemos leerlo es gracias a los esfuerzos de su amigo, el filosofo, teólogo y crítico Yakov Driskin, que recogió todos los escritos que había en las gavetas del apartamento de Jarms, tras su arresto en 1941, y los guardó. Driskin no fue exactamente su Max Brod, porque a diferencia de Kafka, Jarms sí quería publicar.

Pienso que Stalin fue un gran crítico literario. Casi todos los historiadores se tragaron la imagen que de él dio Trotski, la de un campesino ignorante, bruto, brutal y pretencioso. Pero lo más probable era que tenía mucha más cultura que lo que dejaba entrever. La lista de los escritores que sufrieron prisión, censura y pasaron por sus Gulags o murieron en ellos, entre los que se pueden contar Bulgákov, Ajmatova, Solzhenitsin, Mandelstam, Babel, Zamiatin, Shalamov y Victor Serge (que fue concuño de Jarms), bastaría para hacer una antología de lo mejor de la literatura rusa y universal. Nunca antes en la historia un grupo tan enorme y tan destacado de escritores habían sufrido el peso de una dictadura tan férrea. Stalin era exquisito, entendía perfectamente al enemigo, los detectaba con precisión, sabía distinguir entre la grandeza y la mediocridad. Luego los humillaba y los destrozaba. Se dice mucho que Fidel Castro es un lector voraz. Puede ser, pero no se nota ni en su retórica ni en su visión utilitaria de la literatura, debe ser que no digirió bien sus lecturas.

Muchos críticos, entre ellos George Saunders, se niegan a reducir a Jarms como un escritor que dio una respuesta absurda a la brutalidad de su época. Piensan que, dado su estilo, hubiera sido un escritor incómodo en cualquier parte. Hay cierta razón en ello, pero es imposible echar a un lado las circunstancias en las cuales vivió y las vejaciones que sufrió. Lo cierto es que su literatura trasciende su momento histórico, quizás, como decía Oscar Wilde, hay obras literarias que responden a preguntas que aún no se han hecho.

Los que se niegan a ver el aspecto de crítica antiestalinista lo hacen pensando en escritores o artistas que son malditos en sus países pero que una vez que parten al exilio se vuelven parte del nuevo establishment, se acomodan. Es cierto, a muchos se los traga la academia y a otros el éxito financiero. Lo que sucede es que aunque muchos hayan emigrado, su mente aun reside en su país de origen y se mantienen incómodos, ya en menor medida, para la sociedad que se vieron obligados a dejar.

Reinaldo Arenas, por ejemplo, fue también un escritor incómodo y lo siguió siendo una vez exilado, no solo en su literatura, cuyos temas no eran apropiados para aquellos que disfrutan del discreto encanto de la burguesía, sino en sus presentaciones personales y en sus perennes enfrentamientos contra amigos y enemigos. Nunca le interesó ser vendible ni ser popular. Fue genio y figura hasta su sepultura. Otro escritor incómodo, en otro sentido,  fue Solzhenitsin, quien comenzó a habitar sus propias ideas, cada vez más reaccionarias, y se volvió insoportable tanto a sus benefactores como a sus seguidores. Tanto Jarms, como Arenas, como Solzhenitsin y no muchos otros, son escritores devotos de sus propias causas, tanto estéticas como políticas. Nunca se dejaron allanar. Los tres también representan una resistencia, un reto literario y personal al sistema en el cual se desarrollaron.¿Cuántos otros escritores incómodos quedaron escondidos en sus gavetas rusas, cubanas, checas, búlgaras y de tantos otros países? Es difícil pronosticar si se sabrá algún día. Esta es una historia que se rescribe incesantemente.

 

Roberto Madrigal

Sunday, November 18, 2012

El problema Rodiles




No es, por supuesto, la primera vez que el gobierno cubano ataca con furia a quienes se atreven a expresar públicamente su desacuerdo con su política. Los límites de la tolerancia del totalitarismo son caprichosos y se estrechan o se amplían según tengan el día los gobernantes. Una vez que alguien amenaza con transgredirlos, los represores responden con una furia meticulosa y alevosamente programada.

El caso de Antonio Rodiles es un problema muy especial para Raúl Castro. Como el autor principal de la Demanda ciudadana por otra Cuba, Rodiles se ha atrevido a denunciar no solamente el desastre económico, la desintegración social de la nación y la represión cultural, críticas sobre asuntos que aunque horripilantes, muchas veces los Castro la han rebatido culpando a un militar de alto mando, o a un burócrata inepto, o a un corrupto administrador de empresa. No, esta vez se ha atrevido a asaltar los pilares sobre los cuales se funda todo el andamiaje de su sistema. Ha cuestionado la ausencia de la aplicación de acuerdos y derechos a la sociedad civil, así como la validez de un sistema unipartidista. Este es un tipo de debate en el cual los hermanos Castro nunca han aceptado participar y uno que, para vergüenza suya, los intelectuales cubanos no han enfocado ni de lejos.

El documento de cuya autoría Rodiles es responsable, tiene muchos puntos en común con la Carta 77 que redactaron los opositores checos en 1977, cuyo principal portavoz fue Vaclav Havel, pero que fue redactado fundamentalmente por el filósofo Jan Patocka. Todos sabemos como influyó ese documento en la historia de Europa del este, lo que pocos saben es que Patocka murió meses después de publicada la carta, en la cárcel, tras un interrogatorio de once horas.

Pero hay algo más que agrava el caso Rodiles y lo hace más ofensivo e inaceptable ante los ojos de Raúl Castro y su claque gobernante. Hijo del Coronel Manuel Rodiles, y sobrino del General de Brigada Samuel Rodiles, Antonio es un hombre que creció dentro de los privilegios que el gobierno concede a su círculo más íntimo. Tuvo la posibilidad de asistir a las mejores escuelas que el castrismo puede ofrecer, ha estudiado en el extranjero y hasta obtuvo una maestría en Matemáticas de la Universidad Estatal de la Florida en Tallahassee. Es un hombre que se pudo haber acomodado y perseguir una tranquila y exitosa vida académica en los Estados Unidos, sin embargo, lo dejó todo para regresar a su país y emprenderla contra los represores. Dedicando sus esfuerzos y sus posibilidades materiales, a desarrollar Estado de Sats, un foro de discusión de temas sobre las dificultades que enfrenta la sociedad y la cultura cubanas que se difunde ampliamente por la internet. Un hijo pródigo que no viene en busca de perdón, sino que viene a exigir sus derechos como el más insignificante de los ciudadanos y que de paso lo arriesga todo. Esa actitud, sumada a su cuestionamiento del sistema es algo imperdonable en un régimen totalitario. Los líderes de la gerontocracia cubana no pueden, en su decrepitud, darse el lujo que este ejemplo cunda y les arruine un apacible ocaso. De la atención internacional que se le preste a su caso, dependerá en gran parte la forma en que se resuelva.

Rodiles está acostumbrado a ser acosado por varios flancos. Posee una perspectiva mucho más cosmopolita que quienes le acompañan en su trayecto. Es de esperar que haga uso de todos sus recursos personales para enfrentar lo que se le viene encima. Ahora deberá enfrentar un largo y empinado camino cuesta arriba. Ojalá que tenga la persistencia del Sísifo de Camus, para quien “la batalla es suficiente para llenar el corazón”. De momento, debe contar con todo nuestro apoyo.

 

Roberto Madrigal

Monday, November 12, 2012

Lo que el sóviet nos dejó

 
Con más virtudes que defectos, Caviar with Rum: Cuba-USSR and the Post-Soviet Experience, es un libro necesario. Enfrenta una temática que muchos prefieren ignorar más que olvidar y cubre un amplio campo minado de interrogantes.

El libro surgió a partir de una conferencia que tuvo lugar en la University of Connecticut en febrero de 2007, que aparentemente generó otros encuentros celebrados en otros sitios, incluyendo Cuba, y auspiciados por distintas organizaciones entre las cuales se encuentran el Instituto Cervantes de Nueva York, el departamento de Cultura Ibéricas y Latinoamericanas de la Universidad de Columbia y la Universidad de Aberdeen, Escocia.

Los editores, la profesora Jacqueline Loss, del departamento de Estudios Culturales y Literarios sobre América Latina de la University of Connecticut, y el escritor y profesor José Manuel Prieto, quien no creo necesite presentación, han reunido dieciséis trabajos de un igual número de autores entre los cuales ambos se incluyen y han dividido el texto en cinco secciones: “Ostalgie: Cuban Style”, “Communicating Vessels”, “The Recalcitrant Ajiaco”, “The Imaginary Tractor” y “Diplomatic and Economic Coquetteries”. Al principio del libro, en los reconocimientos, tienen la cortesía de excusarse por no incluir a toda una lista de autores que aparentemente participaron o enviaron trabajos a los diferentes encuentros, no se aclara. Es un gesto muy elegante, pero como no hay en el libro ninguna explicación respecto al criterio utilizado para la selección de los textos incluidos, crea más dudas y confusión respecto a por qué no están todos los que son, no son todos los que están y la razón por la cual están los que están. Se hubiera agradecido también una mayor información respecto al origen de los trabajos.

El libro cuenta con una introducción excelente, en la cual se resumen todos los trabajos de forma objetivamente crítica y se ofrece una clara perspectiva de lo que representa este punto de partida. No se da crédito al autor aunque se supone que sea uno o quizá ambos editores. La última sección, en la cual se reúnen los trabajos de dos conferencistas extranjeros, expertos en política internacional, Mervyn Bain, conferencista de la Universidad de Aberdeen, y Yuri Pavlov, un veterano del servicio extranjero de la difunta Unión Soviética y autor del libro Soviet-Cuban Alliance: 1959-1991, es la menos interesante. Los dos trabajos son bastante informativos y no dejan de arrojar luz sobre el tema, sobre todo proporcionan datos estadísticos, pero por su carácter excesivamente académico, es la parte menos atrayente.

Continuando el sentido inverso, en “The Imaginary Tractor”, el trabajo de Ariana Hernández Reguant, profesora de la University of California en San Diego, toca puntos intrigantes respecto al sistema de incentivos morales crudamente importado al contexto cubano, pero no aporta ningún entendimiento nuevo, aunque tiene la virtud de reunir información valiosa. En esta misma sección aparece un trabajo de Yoss (José Miguel Sánchez), escritor cubano de ciencia-ficción, titulado “What the Russians Left Behind’, que está muy por debajo de otros escritos anteriores que he leído de Yoss. Aunque ingenioso, muchas cosas parecen traídas por los pelos en su recuento.

Jacqueline Loss es autora de un trabajo muy interesante ubicado en la sección “The Recalcitrant Ajiaco”, titulado “Persistent Matrioshkas”, que es una lectura desde el punto de vista femenino de algunos de los modelos culturales y sociales soviéticos que se trataron de imponer en la cultura cubana contemporánea. La artista plástica Gertrudis Rivalta deja un testimonio muy personal respecto a su participación en un ambiente cultural repleto de un imaginario soviético y sus avatares en cuanto a asimilar estos valores siendo ella una mujer negra. En esta misma sección, los autores Dmitri Prieto Samsonov y Polina Martínez Shvietsova, en su texto titulado “…so Borscht Doesn’t Mix into the Ajiaco?” presentan una relación interesante de las tribulaciones y problemas de identidad de los cubanos hijos de ciudadanos soviéticos y cubanos, a quienes en Cuba se les denomina popularmente como agua tibia, y además ofrecen datos sobre las diferentes comunidades soviéticas de distintas etnias que aún residen en la isla. A pesar de que no ofrecen las fuentes de sus datos con exactitud, no se puede olvidar de que no hay antecedentes para este tipo de trabajo y que esto lo menos que puede considerarse es como un buen comienzo. Luego pasan a analizar la obra y las influencias de tres autores agua tibia, como Andrés Mir, Ana Lidia Vega Serova y Ernesto González Litvinov. También tocan de pasada la obra Adoleciendo de Verónica Pérez Konina, un libro que tuvo gran resonancia en su momento, que es actualmente imposible de adquirir y del cual yo hubiera agradecido en este libro un estudio más a fondo, sobre todo por la repercusión que tuvo entre los de su generación.

La sección “Communicating Vessels” combina trabajos sobre arte, cine y literatura. Carlos Espinosa expande su excelente trabajo, anteriormente publicado en Encuentro, sobre el redescubrimiento del filme Soy Cuba en su ensayo “The Mammoth that Wouldn’t Die”. Ernesto Menéndez Conde discute unas tesis artísticas sobre arte y socialismo expuestas por Gerardo Mosquera en “Toward a Cuban October” mientras Jorge Ferrer se cuestiona la órbita satelital de Cuba con respecto a la U.R.S.S. en “Around the Sun: The Adventures of a Wayward Satellite”. El trabajo de Juan Carlos Betancourt titulado “The Rebel Children of the Cuban Revolution”, toca el tema de la influencia de la perestroika en el arte cubano de los noventa.

En “Ostalgie: Cuban Style”, la sección que abre el libro, la poetisa Reina María Rodríguez hace un recorrido nostálgico por las influencias intertextuales de la poesía, la narrativa y el cine que llegó a través de la Unión Soviética, en su obra y en la de otros autores de su generación. En “Roxy the Red”, el escritor y actor Pedro González Reinoso publica algunos de los libretos que sostienen sus actuaciones  como el personaje de “La Rusa Roxana Rojo”.

Dejo para el final los dos trabajos que más me aprehendieron. En “Heberto Padilla, the First Dissident (of the Cuban Revolution)”, José Manuel Prieto realiza una muy excepcional lectura del “caso Padilla” desde una perspectiva soviética. Hace un examen retrospectivo de los elementos a través de los cuales el caso fue conducido, que revelan una visión sovietizada de las autoridades para controlar el caso y la cultura y además trata de establecer como el propio Padilla fue influenciado en sus contactos con la Unión Soviética para llegar a convertirse en un disidente estilo soviético. Esta conjugación de factores fue lo que hizo posible el desarrollo del caso de la manera en que se desenvolvió. Un trabajo bien informado, con el cual no es necesario estar de acuerdo para advertir sus buenas cualidades.

Finalmente, el trabajo que más me impresionó fue “The Muñequitos Rusos Generation”, de la arquitecta y bloguera Aurora Jácome, que abre el libro. Menos atada a requerimientos académicos, Jácome relata su experiencia personal respecto a crecer viendo los muñequitos rusos por la televisión y el impacto que, más allá de su calidad, estos tuvieron en su formación. Con una prosa fluida y elegante la autora trasmite sus vivencias con una sensibilidad y una agudeza que hacen fácil al lector la tarea de identificarse y comprender su caso y el de toda una generación, desde cualquier punto de vista. Es un trabajo escrito con sinceridad y talento artístico, porque ambas por separado no hubieran bastado, que no necesita de citas ni datos, ya que se basa en una experiencia personal profunda que aún persigue a la autora. Tres patrias habita Jácome, Cuba, donde creció hasta los 15 años, España, donde reside desde entonces y los muñequitos rusos, el universo que la nutrió y que aún le dificulta relacionarse completamente con los españoles de su generación entre los cuales completo su educación y su formación.

Este libro es una obra fundacional, a partir del cual espero que otros textos continúen explorando este aspecto de la cultura cubana contemporánea.

Caviar with Rum. Editado por: José Manuel Prieto y Jacqueline Loss. Palgrave/McMillan. New Directions in Latino American Cultures. 262 páginas. E.U.A. Septiembre de 2012.

Roberto Madrigal

Monday, November 5, 2012

País de buhoneros


Un documental recientemente realizado por la cadena noticiosa Al Jazeera y un artículo de portada aparecido en el número más reciente (Noviembre 2012) de la revista National Geographic Magazine, ambos centrados en los cambios económicos que se están produciendo en Cuba, coinciden en mostrar una realidad desoladora, en la cual la máxima aspiración del ciudadano común parece ser la de convertirse en un vendedor ambulante. Con algunas excepciones, ese es mayormente el nivel de cuentapropismo que presentan estos trabajos.

Al Jazeera es una cadena televisiva con sede en Qatar, que trasmite noticieros y documentales en inglés y otros idiomas, las veinticuatro horas del día. Trata de establecer el punto de vista árabe sobre los problemas de actualidad. Sus enviados a Cuba realizaron un documental que se trasmitió en tres partes de media hora cada uno. Recorrieron varias localidades en las cuales se permite el comercio independiente en la isla, entre otros lugares fueron al “Mercado de las flores”, situado en la calle 12, cerca del cementerio, y a la Plaza de Armas. Ahí los periodistas estuvieron haciendo preguntas a los diferentes  empresarios, cuya mayoría presenta un aspecto físico bastante deteriorado (no sé si se centraron en lo peor o eso es lo que había).  Todos se muestran entusiastas respecto a las posibilidades de trabajar por cuenta propia, sin jefes ni reuniones, y de ganarse lo que puedan. Pero cada vez que los periodistas escudriñan sobre aspectos más ideológicos con respecto a la naturaleza de los cambios, como “¿Creen ustedes que estos cambios pueden ampliarse a otros sectores de la economía?”, los entrevistados unánimemente responden: “¡Ah, no!, eso es política, yo no me meto en política”.

Cynthia Gorney, la autora del artículo que aparece en National Geographic Magazine, es una periodista de larga trayectoria, que ha publicado artículos investigativos en diversos medios prestigiosos de la prensa americana como The New Yorker, American Journalism Review, Sports Illustrated y The New York Times Magazine. Fue jefa del buró sudamericano de The Washington Post y desde 1999 es profesora titular en la escuela de periodismo de  la Universidad de California en Berkeley. Su trabajo titulado “Cuba’s New Now”, parece motivado por su relación con “Eduardo…un mulato claro de 35 años…con cuerpo de luchador” (que el lector saque sus conclusiones). Un hombre bastante ideologizado que está decidido a abandonar Cuba en una lancha y quien le muestra a Gorney sus preparativos. En sus intentos de disuadirlo por lo arriesgado de la empresa, comienza a entrevistar a cubanos de diferentes extracciones para tratar de encontrar algo que ofrecer como alternativa a Eduardo.

Gorney ofrece un muestrario de sobrevivientes dedicados a pequeños negocios, sin mucho futuro, o a dueños de paladares sofisticados que financian sus negocios con ayuda de extranjeros o de familiares que residen en los Estados Unidos. Busca también argumentos ideológicos en defensa del neocastrismo, pero no los encuentra, de hecho, el único entrevistado que se presenta ideologizado es Roberto Veiga, el editor de Espacio Laical, quien se muestra muy preocupado porque Cuba se convierta en el futuro en un país que recoja lo peor de la China moderna, o de la Europa desbancada o de las narcoguerras de México, algo que, dado el contexto en que se emite, parece de un surrealismo de inteligencia fronteriza.

No hay muchas novedades en ninguno de estos trabajos, pero una lectura no muy entre líneas de ambos,  lo lleva uno a concluir que poco a poco Cuba se está convirtiendo en una cultura de bazar, que atrae turistas por su pintoresquismo de país que aún se mantiene firme en el socialismo, mientras su capital se encuentra en ruinas que exudan un tercermundismo al cual el turista occidental no se puede resistir. Un país miserable, con un casco bien cuidado (La Habana Vieja de Eusebio Leal), en el cual se pueden adquirir prendas folclóricas, consultarse con una santera y escuchar unos cuantos tríos callejeros cantando música tradicional para el halago del oído extranjero, en medio de una indudable belleza geográfica. Un país que no solamente ya se jacta de tener las prostitutas más cultas y educadas del planeta, sino que parece también liderar el mundo en cuanto a poseer el mayor porcentaje de taxistas con título universitario, mientras el visitante puede fotografiar esta miseria con el fondo de unas descascaradas consignas revolucionarias. En fin, Haití con lemas.

Pero la otra conclusión que se puede extraer de estos trabajos es el papel de la ideología, que aunque ya no parece ejercer influencia en la conciencia de la población, se mantiene en la penumbra como un arma de control. Toíto te lo permito menos faltarle a mi ideología. Es el hacha pendiente sobre las cabezas de todos. De hecho, los “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución”, editados el año pasado, insisten en que “no se permitirá la concentración de propiedad en manos de los individuos”. Mientras el cubano de a pie se atenga comedidamente a este principio, podrá desarrollarse como un buhonero legal que se beneficiará mayormente del turismo. Esto implica una prosperidad muy limitada y subyugada a la decisión de un organismo único de poder.

Viendo y leyendo las distintas entrevistas y las uniformes respuestas cuando el feo rostro de la política aparece en las preguntas, me recuerda un viejo chiste de los años setenta, en el cual un periodista extranjero, después de preguntar decenas de veces a un cubano su opinión sobre los sucesos políticos del momento y recibir por respuesta invariable “yo opino lo mismo que dice el editorial del Granma con respecto a esos hechos”, se enfurece y frustrado le pregunta a ese cubano de a pie: ”Pero hombre ¿Usted no tiene opinión propia?”.  A lo cual este le responde: “Sí, pero estoy en contra de ella”.

Roberto Madrigal