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Tuesday, May 31, 2011

Una epopeya a los confines de la vileza

El polémico y destacado crítico, novelista, poeta, dramaturgo y periodista australiano Clive James dijo, no hace mucho, que si le daban 90 segundos para escoger el libro que mejor representaba el horror del siglo veinte, seleccionaría, sin ninguna duda Under a Cruel Star, el libro de memorias de la checa judía Heda Margolius Kovaly (Praga, 1919-2010), porque es el único que expone la vida bajo los dos regímenes totalitarios que brutalizaron esa época, el nazismo y el comunismo.
En esta breve, paradójicamente amena y desgarradora evocación, Margolius Kovaly narra su vida a partir de su deportación, en 1941, junto con toda su familia,  al ghetto polaco de Lodz, desde donde fue enviada a Auschwitz, para luego de un tiempo ser seleccionada para sobrevivir y trabajar en el campo de trabajo forzado de Christianstadt. De ahí fue evacuada por la llegada de las tropas soviéticas en 1945 y luego, junto con unas amigas, planeó un escape que la llevó de regreso a Praga. Tiempo después, se casó con Rudolf Margolius, un sobreviviente de Auschwitz y Dachau, devenido en comunista ferviente, que entre otros cargos de importancia, finalmente fue Viceministro de Comercio Exterior del gobierno de Klement Gottwald y que en 1952, fue arrestado y acusado de traidor durante los juicios estalinistas contra el primer ministro Rudolf Slansky y otros trece de los miembros de su gabinete, del cual también formó parte Artur London.
Margolius fue torturado, obligado a declararse traidor y fue uno de los que fueron ejecutados. El libro continúa narrando su avatar por todos esos años hasta la Primavera de Praga y la subsecuente invasión soviética.
A pesar de su protagonismo en un trascendente periodo histórico, Margolius Kovaly, sin escatimarlo, se concentra mas en las vicisitudes de la historia con minúscula que en los grandes sucesos que pueden encontrarse en los tratados sobre la era. Recuenta con claridad las pequeñas maniobras cotidianas de los sobrevivientes, de los oportunistas, de los que se han beneficiado con el horror y rechazan el rostro que les trae de vuelta su pasado, los temores fundados e infundados, las lealtades y las traiciones de la gente de a pie que vive en situaciones extremas, el vecino que no nos reconoce, el que nos tira la puerta en la cara, el que nos alberga y protege por un tiempo limitado y luego se lava las manos, el delator y también el que nos ayuda sin restricciones, a cuenta y riesgo. Todos estos personajes les resultarán familiares a quienes han vivido bajo un régimen similar. Todo esto narrado de forma simple, sin pretensiones literarias, para que el lenguaje no se convierta en el personaje principal e interfiera con la fluidez de los hechos. Si algo se le puede criticar es que en algunas ocasiones expresa en diálogos que se supone sean testimoniales, situaciones que se beneficiarían con la paráfrasis.
La autora se casó en 1955 con el intelectual Pavel Kovaly, quien fue defenestrado por casarse “con la viuda de un traidor”. El año siguiente, con el deshielo que siguió a la muerte de Stalin y el ascenso de Nikita Jruschev, los asesinados de manera similar en Hungría y Polonia, fueron rehabilitados pero en Checoslovaquia no fue hasta 1963 que algunos de los acusados en el proceso a Slansky, fueron públicamente reivindicados, sin embargo, Rudolf Margolius no lo fue y un tiempo después Heda fue llamada para comunicársele, en privado, la inocencia de su difunto marido. Cuando indignada reclamó una alocución pública le fue negada y ella continuó luchando, pero sin éxito. El libro llama por nombre y apellido a los funcionarios involucrados en la farsa, a los que se prestaron al engaño posterior y a los que continuaron sometiéndose a los dictados de la metrópoli opresora. Termina con la invasión soviética y su escape insólito hacia Holanda, en el cual pudo atravesar la frontera cuidada por tropas soviéticas, porque los habitantes de la región se negaron a darle comida a los soldados invasores y éstos, hambrientos, comenzaron a comer hongos del bosque y al no discriminar entre los que eran y los que no eran comestibles, pasaron horas con diarreas, evacuando en los bosques, alejados de sus atalayas. En aquel momento su esposo se encontraba dictando conferencias en los Estados Unidos y su hijo, Ivan Margolius, hacía años que se había escapado a Londres, en donde ejercía como arquitecto. El libro está lleno de anécdotas personales que sin embargo sirven para tipificar los mecanismos de control del gobierno comunista a niveles ordinarios, como por ejemplo, el uso de las encargadas de los edificios como fuentes de información acerca de los vecinos, muy a la manera de los CDR cubanos. Dibuja sutilmente un pastel representativo de la vida en la Praga de aquellos tiempos.

Heda Margolius Kovaly finalmente emigró a los Estados Unidos y fue bibliotecaria en la biblioteca de leyes internacionales de la universidad de Harvard, en Boston. En 1996, ella y su marido regresaron a Praga. Ha legado una imprescindible narrativa del terror totalitario que sólo puede compararse con Contra toda esperanza, las memorias de Nadiezhda Mandelstam.

Under a Cruel Star: A life in Prague 1941-1968. Autor: Heda Margolius Kovaly. Holmes and Meier Publishers, Trenton, New Jersey, 1997. 192 páginas. (Esta es la edición que poseo, el ibro fue escrito originalmente en 1986 y ha tenido varias ediciones y ha sido traducido a varios idiomas. En inglés, ha aparecido con distintos títulos como Farewell y The Victors and the Vanquished. En español fue publicado por la editorial mejicana V Siglos, en 1974, bajo el título de No quisiera recordarlo: Auschwitz 1941-Praga 1968.

Roberto Madrigal

Wednesday, May 25, 2011

Desempolvando un testimonio

En 1979 la Editorial Científico-Técnica se apresuró a imprimir El hombre y la mujer en la intimidad, un texto sobre relaciones sexuales escrito por el psicólogo entonces germano-oriental, Siegfried Schnabl, quien había sido invitado a ofrecer una conferencia en la Universidad de La Habana ese mismo año.
Schnabl era un autoproclamado investigador sexual que tras publicar en 1969, su manual sobre la intimidad sexual entre el hombre y la mujer, se había convertido en el consejero sexual y matrimonial más exitoso de la ya desaparecida República Democrática Alemana y aunque sus investigaciones sobre sexualidad fueron oficialmente prohibidas en 1973 por el gobierno de su país, se le permitió continuar como jefe de esta especialidad en la universidad Karl Marx Stadt en Chemnitz.
Entre las dieciocho ediciones que se hicieron de su manual estaba la cubana. A decir verdad, el libro no era más que un compendio banalizado y procesado para el socialismo real de las teorías y prácticas elaboradas desde 1957 por el matrimonio americano del ginecólogo William Masters y la psicóloga Virginia Johnson, seguidores de Kinsey que sentaron cátedra en este campo por muchos años. Con la prisa de preparar la edición para la visita del distinguido alemán, los editores descubrieron un poco tarde, que había un capítulo que trataba sobre la homosexualidad de una manera que no encajaba en los principios que regían una psicología dominada por principios ideológicos.
Quizá confiados en que Schnabl hasta hacía poco consideraba la homosexualidad como una enfermedad, a pesar de que desde 1973 la American Psychological Association la había desclasificado como psicopatologia, los encargados de organizar la gira no revisaron bien el libro y para su consternada sorpresa se dieron cuenta que en ese capítulo Schnabl presentaba la teoría del baño andrógeno, en pañales entonces, como explicación del homosexualismo sin connotaciones éticas o ideológicas. Simplificando los argumentos, esta teoría establecia que todos los embriones son inicialmente femeninos y muchos son sometidos a un baño andrógeno que determina el desarrollo del sexo masculino. Con los estudios genéticos todavía muy lejos de lo que son ahora, diferentes mezclas y visiones de esta teoria se sostenían para calificar la homosexualidad como un fenómeno natural. Por supuesto, la teoria, que ha evolucionado con el tiempo y con el desarrollo de la genética, estaba muy incompleta y llena de baches, pero lo importante es que representaba un desafío insólito para la dirigencia de la facultad psicología cubana, ya que implicaba un apoyo científico a la normalidad biológica de la homosexualidad en un momento en el cual la homofobia era razón de estado.
No se hicieron esperar los parches. Originalmente, el libro iba a ser distribuido a toda la población, pero en sus afanes remendones, las autoridades pertinentes determinaron que se vendería sólo a psicólogos y psiquiatras previa presentación de su identificación como tales. Recuerdo el día que fui a comprar mi ejemplar, ya que no vendían más de uno por cliente, en una libreria de la calle Zanja, muy cerca del barrio chino. Le dije a la dependienta lo que quería y ésta, tras mirar sigilosamente a ambos lados, me pidió la identificación que de inmediato produje. Sacó una libreta y anotó mis datos lenta y cuidadosamente. Tras guardar la libreta y devolverme mi carnet, sacó un cartucho y se agachó tras el mostrador. Con trabajo manipuló para extraer un libro que estaba enterrado bajo un montón de revistas (lo supuse por el sonido, ya que nada se veía) y luego lo puso dentro del cartucho. Se irguió y me lo entregó mirando de nuevo a todas partes y advirtiéndome: “No lo saques aquí”.
El dichoso capítulo se convirtió en el tema del momento entre los psicólogos. Las autoridades de la facultad prepararon un almuerzo con Schnabl para ajustarle y advertirle los límites a los cuales se ajustaría su conferencia. El temita había que tocarlo de pasada. Aunque la mayoría de nosotros estábamos más interesados en preguntar sobre el uso de la prostitución para tratar la impotencia y la esterilidad sexual en un sistema socialista, elemento que manejaban con frecuencia Masters y Johnson y que Schnabl tímidamente reflejaba en su libro, la dirigencia del partido y de la juventud comunista repartieron entre varios de sus miembros una lista oportuna de preguntas que coparían la sesión una vez que Schnabl terminara su alocución, propósito que lograron y que interfirió con las pocas preguntas espontáneas que algunos intentaron hacer.  Sin embargo, Schnabl, queriendo hacerse el simpático para aligerar el ambiente y romper el hielo que reinaba en el local, empezó su conferencia diciendo: “Ayer durante el almuerzo que me ofrecieron, me pareció que me miraban como si yo hubiera llegado dirigiendo un batallón de homosexuales que invadían por Playa Girón”. Hubo un silencio ensordecedor en el anfiteatro.
En 1982 Néstor Almendros me contactó para preguntarme si me interesaba ofrecer este relato para que formara parte del documental sobre la represión a los homosexuales en Cuba que entonces filmaba y que luego sería Conducta Impropia (1984). Accedí y unos meses más tarde Néstor vino al festival de cine que organiza la Ohio University en la pequeña y pintoresca Athens, situada en el este rural del estado de Ohio, a unos doscientos kilómetros de mi casa. Me pidió que fuera por allá para filmarme y entrevistarme, pero cuando aquéllo yo era pobre e indocumentado y el vehículo que manejaba no hubiera llegado ni a mitad del camino. Hablamos de la posibilidad de que él llegara a Cincinnati o de que nos acercáramos a medio camino, pero sus obligaciones con el festival se lo impidieron y el testimonio cayó en el olvido.

Roberto Madrigal

Thursday, May 19, 2011

Los trece samurais

Takashi Miike es un genio que no se toma en serio. Nacido en Yao, Japón, en 1960, a los 18 años empezó a estudiar con Shohei Imamura y desde 1991 está haciendo cine. Ha dirigido 84 películas, porque dice que le divierte y no quiere hacer otra cosa. En el año 2002 filmó ocho. Sin proponérselo se ha convertido en una figura de culto a la vez que popular. Es uno de los íconos del género que Hamish McAlpine bautizara como “Asian Extreme”, en el cual predomina el horror exagerado, la imagen grotesca y la sangre desparramada por toda la pantalla. Por supuesto, Miike ha hecho muchas películas malas, pero las buenas bastan para ubicarlo en el panteón de los grandes del cine japonés. El que tenga dudas, que repase Audition (2000), Ichi the Killer (2001) o Zebraman (2004), todas disponibles en DVD.
13 Assassins es otra de esas raras joyas que a cada rato Miike entrega. Una película de samurais a la altura de lo mejor de Kurosawa. Está basada en una cinta del mismo título rodada por Eiichi Kudo en 1963. La trama ocurre durante el periodo Edo (1815-1868), una época mayormente pacífica en la cual abundaban los ronins y los samurais empleados tenían poco trabajo. El cruel Lord Naritsugu, medio hermano del Shogun Sir Doi, está a punto de obtener mayor poder. Sir Doi sabe que si esto ocurre, se acabará la tranquilidad en el shogunato y decide mandar a asesinar a su medio hermano, pero la tarea no se le puede encomendar a ninguno de sus hombres, pues él tiene que ser visto como un hombre de paz. Los temores del Shogun están justificados, ya que se nos muestra como en sus ratos de ocio Lord Naritsugu se dedica al pillaje y a violar a las mujeres de sus colaboradores cercanos. Es un malcriado que ama la violencia por la violencia y que además está ansioso de poder. Cualquier parecido con familias poderosas en la actualidad, muy conocidas de todos, no es pura coincidencia, el amor desenfrenado por el poder y particularmente por el poder total, siempre ha sido igual.
La película abre con uno de los más violentos y más bellamente filmados hari-kiris de la historia del cine. La primera parte se dedica a mostrar las intrigas palaciegas que conforman la conspiración y el reclutamiento cuidadoso de los samurais. El líder Shimada recluta once hombres y ya en camino al combate se encuentran con un cazador semi-salvaje que no es samurai pero que se les une para combatir a su manera. Una mujer cuyas extremidades han sido amputadas para gozo de Lord Naritsugu, resume la misión al presentarse ante Shimada y escribir con la boca (la lengua también le fue cortada) su pedido: “Masacre total”, que Shumada enrolla para luego enarbolar como estandarte de la contienda. Los ronins y los samurais reclutados comparten no sólo un código de honor, sino una carencia total de miedo a la muerte. Son hombres cuyas vidas sólo tienen valor si se arriesgan en el combate, en cumplimiento de la misión y en obediencia a su jefe.
La segunda parte de la película está completamente compuesta por la batalla, que se muestra en todo su sangriento esplendor. Aquí apenas hay efectos especiales ni, como diría un amigo, chinitos volando. Es cine tradicional, alejado de los fuegos artificiales, pero filmado con imaginación y gran sentido del humor. De hecho, el único efecto de trucaje son unos toros con candela en el lomo que se nota cartonesco, obviamente a propósito y que ofrece una zona de relevo y de extrañamiento en medio de la intensidad de los combates. Los trece se enfrentan a mas de doscientos y nada termina hasta que no culmina la masacre total. La pantalla se embadurna de fango, vómito y sangre. Ruedan las cabezas, los brazos y las piernas cercenadas. La fotografía se concentra en el horror del combate y la banda sonora en el tañido de la muerte. Al final, sólo quedan en pie dos de los samurais y en una última trompetilla al clásico que ha compuesto, Miike hace decir a uno de los personajes que: “Creo que me voy a retirar y me voy para América, a acostarme con blancas”.

13 Assassins (Japón 2010). Director: Takashi Miike. Guión: Kaneo Ikegami, basado en el guión original de Deisuke Tengan. Actores: Koji Yakusho, Goro Inagaki, Takayuki Yamada y Yusuke Iseya. De estreno extendido en casi todas las ciudades de los E.U.A.

Roberto Madrigal

Monday, May 16, 2011

El disfraz como oráculo


Tras desarrollarse y alcanzar su cúspide en las décadas de los cuarenta y los cincuenta, el thriller como género, comenzó a declinar a principios de los años sesenta y en los últimos cuarenta años casi se pueden contar con los dedos de una mano los que se han producido con calidad. Por diversas razones, simplemente ha pasado de moda.
The Double Hour es uno de esos pocos thrillers que llegan, sorprenden y se agradecen. Italia no es un país que se ha caracterizado por producir buenas películas del género. Hace poco mas de un año produjo The Girl by the Lake, un filme interesante, que decae mucho al resolver el misterio, como sucede con demasiada frecuencia en las películas recientes de este corte, pero tiene su atractivo y está muy por encima de la escasa producción general.
Contar un thriller es una proposición injusta, pues uno debe evitar revelar aspectos de la trama que alerten al espectador sobre el posible desenlace y no quiero restarle disfrute a quienes la vayan a ver. En The Double Hour todo lo insólito, lo imprevisto, lo ominoso o lo apocalíptico sucede, como indica su titulo, en las horas dobles, empezando por las once y once minutos. A partir de ese momento, el entorno de la protagonista se convierte en un universo conminatorio. Todo empieza a dejar de ser lo que parece y en la mejor tradición de Vértigo, todo sucede dentro de las fronteras de la cotidianidad mas anodina pero traspasando los límites entre la realidad y el sueño, moviéndose entre la amnesia y la anticipación. El déja vu como elemento de confusión que nos hace cuestionar el lugar que cada personaje ocupa en el espacio y que atenta contra el transcurso lógico del tiempo. El peligro acecha en cualquier esquina de la vigilia o la pesadilla, no hay donde escapar.
Aquí no hay buenos ni malos. Los personajes presentan sus sospechosas identidades de manera confusa. No sabemos a ciencia cierta qué se esconde en el pasado de Guido, el ex-policía, que se convierte primero en víctima y después en aparición para regresar después a la realidad como un hombre traicionado. O Sonia, la mucama de hotel, de origen esloveno, pero de circunstancia desconocida, que parece simplemente ser un alma solitaria en busca de compañía, pero que guarda quizá demasiados secretos. Todos entran en un carnaval de disfraces cuyo ropaje se convierte en el presagio de su destino, sólo que no se sabe a ciencia cierta lo que está ocurriendo. En un momento determinado puede parecer que la suspensión de la incredulidad que se exige es excesiva, pero todo se desenvuelve de manera apropiada a medida que la trama se despliega en este excelente guión, escrito por Ludovica Rampoldi, que, no casualmente, es la guionista de The Girl by the Lake.
Giuseppe Capotondi hace un excelente y promisorio debut como director. La actuación de Filippo Timi (Vincere, The American) como Guido, es impecable y por su papel de Sonia, la rusa Ksenia Rappaport (The Rider Named Death, The Unknown Woman) obtuvo el premio a la mejor actriz estelar en el Festival de Venecia del año 2010.
Lo único lamentable es el tiempo que le ha tomado a este filme llegar a nuestras costas y lo probablemente limitado de su distribución. La mayoría de los cinéfilos esperará su aparición en DVD o en streaming.

The Double Hour (Italia 2009). Dirección: Giuseppe Capotondi; Guión: Alessandro Fabri y Ludovica Rampoldi; Actores: Ksenia Rappaport, Filippo Timi, Antonia Truppo y Michele di Mauro. De estreno actualmente en algunas ciudades de los Estados Unidos.

Roberto Madrigal

Wednesday, May 11, 2011

Dios no pasó por aquí

Los personajes de los seis relatos que componen God Lives in St. Petersburg, de Tom Bissell (Escanaba, Michigan 1974) se mueven en una geografía poco referida en la literatura “occidental”.
Las antiguas repúblicas soviéticas del Asia central no han ocupado mucho espacio en el imaginario literario europeo o americano. Esbozos de su existencia anterior pueden verse como trasfondo escénico y temático en películas como Ashik Kerib de Parajanov, Pirosmani de Shenguelaya, El primer maestro de Konchalovski, todas filmadas en la difunta U.R.S.S y la francesa La herencia de Gela Babluani, por citar algunas.
En el relato que abre el libro, Death Defier, un periodista inglés y otro americano, ambos en busca de un golpe periodistico, se mueven en el área fronteriza entre Afganistán y Uzbekistán, en donde sufren las consecuencias de los conflictos bélicos actuales y los atavismos y rivalidades históricas de sus habitantes. Mientras que en Expensive Trips to Nowhere, una pareja de americanos buscan un turismo de riesgo en los terrenos rugosos de las praderas de Kazajstán y terminan confundiendo las señas de todo cuanto les rodea. Unos biólogos marinos americanos intentan comprender, en Aral, las causas de las conmociones ecológicas en esta zona fronteriza entre Uzbekistán y Kazajstán pero son incapaces de entender las redes de intrigas que se tejen a su alrededor. En The Ambassador’s Son, el arrogante y condescendiente hijo del embajador americano en una no identificada república tártara, ofrece una noche de hedonismo a un timorato evangelizador en sus últimas horas en el área, con consecuencias funestas para todos los involucrados. God Lives in St.Petersburg, que da título al libro, es probablemente el más logrado de todos los relatos, en éste, un naïve evangelizador disfrazado de maestro en Uzbekistán, sucumbe, a pesar de su homosexualidad, a la entrega de una adolescente de origen ruso de 14 años, alumna suya, que tras defenderla de abuso étnico, la madre entiende que es el hombre indicado para que salve a la niña de la miseria prevaleciente y lo insta a que se case con ella y se la lleve a los Estados Unidos. El sexto relato es el más flojo, titulado Animals in Our Lives una pareja lucha con los efectos psicológicos que les dejó su paso por la región.
Bissell construye un universo poblado de matarifes, prevaricadores, pingueros, jineteras, primermundistas que acuden a darse un baño de tercer mundo para evitar enfrentar sus dramas personales, bolsanegreros, cristianos ingenuos, diplomáticos corruptos y rusos abandonados a su suerte en estas tierras en las cuales no son biemvenidos, tras haber participado en la guerra de Afganistán o en la repoblación forzosa del área con la cual los soviéticos trataron de cambiar la composición étnica de estas repúblicas, que se me hace de cierta forma y con las transposiciones comprensibles muy semejante a la situación de Cuba durante distintas etapas de estos últimos 52 años. Muchas de las interacciones entre nativos y foráneos que se reflejan en los cuentos,  me resultaron muy familiares.
Se me antoja curioso como en la isla se han vivido y se viven, bajo el comunismo, situaciones típicas del postcomunismo en la era de relativa independencia de esas repúblicas antiguamente sovietizadas. En cierta medida, Cuba parece vivir un postcomunismo anacrónico.
La desolación moral y material de la región, excelentemente reflejada con economía de recursos por la prosa precisa de Bissell, parece tener toda una narrativa que demuestra una experiencia histórica de sumisión y pillaje perpetrados por diferentes bandas e imperios. Una realidad mucho mas agreste que la nuestra. Cuando el ingenuo cristiano trata por última vez de defenderse ante los avances de la rusita diciéndole: “...me entristeces Susana, pero no te preocupes, todos somos pecadores ante Dios”, ésta le responde: ‘No me preocupo, para los rusos Dios sólo vive en San Petersburgo, Dios no vive aquí, nos ha abandonado”. Pero es obvio, al final de la lectura, que por estas tierras, Dios nunca estuvo.

God Lives in St. Petersburg. Autor: Tom Bissell. Editorial: Vintage Contemporaries. New York, 2006.

Roberto Madrigal

Tuesday, May 3, 2011

El revoloteo de las tiñosas insatisfechas

No me cabe la menor duda que la eliminación de Osama bin Laden es una victoria de la cual la mayor parte de la humanidad debe sentirse eufórica. Es cierto que hoy se respira mejor en el mundo.
La operación ejecutada por los Navy SEALS fue de una impecable precisión quirúrgica, que cumplió sus objetivos sin sufrir bajas y sin costos monetarios excesivos. A su vez, que se sepa, no hubo daños colaterales que afectaran a ninguna persona fuera de la edificación que servía de madriguera a bin Laden. Todas las bajas pertenecen al enemigo. No hay lágrimas que derramar.
Sin embargo, ya hay quienes comienzan a disminuir la decisión del presidente Obama, que si no hacía falta matar a Osama, que si ya no era tan importante, que por qué no mostró el cadáver al mundo y asi sucesivamente. Las quejas vienen de diferentes sectores, cada cual con su propia agenda, pero hay voces que vienen de los cubanos exiliados.
Si esto hubiera ocurrido durante el mandato de Bush, estoy seguro que el jolgorio sería mucho mayor, pero ha sucedido bajo la guía de Obama, presidente demócrata, y para añadir insulto a la injuria, la operación fue planeada por una bestia negra de los políticos cubano-americanos, Leon Panetta, veterano funcionario de Clinton. Para muchos, el mérito se concede a regañadientes y con algunos peros.
Esta actitud revela una conducta errada que el exilio cubano ha incurrido a lo largo de estos 52 años: la afiliación ciega y mayoritaria al partido republicano. No se trata de defender a los demócratas ni de atacar a los republicanos, pero al entregarse fanáticamente a un partido, la causa cubana sufrió una gran pérdida. El único líder destacado que comprendió esto fue Jorge Más Canosa, que sabía muy bien que para realizar un cabildeo efectivo las organizaciones cubanas del exilio tenían que convencer al gobierno americano, cualquiera que sea el partido que ocupe la Casa Blanca, que la instauración de la democracia en Cuba beneficia los intereses del gobierno de los Estados Unidos. No creo que los americanos estén plenamente conscientes de esto ni que quizás les importe .
Esta actitud es  hasta cierto punto comprensible. Se originó con Kennedy y Playa Girón y se reforzó con Clinton y Elián. Además, la retórica republicana ha sido más agresiva con respecto al castrismo, aunque ninguno ha sido consecuente con ella. Se puede ser republicano o demócrata a la hora de votar en las elecciones americanas. Cada cual es libre de elegir su representante, su senador y su presidente del partido que más le plazca, pero a la hora de empujar por el destino cubano, las preferencias partidistas deben echarse a un lado.
La acción planeada por Panetta y aprobada por Obama fue corajuda y apropriada. Merecen el aplauso de todos. Se necesitaban agallas para apostar por esta opción. En silencio tuvo que ser.¿Exhibir el cadáver de Osama? Recuerden la lasca que le sacó la izquierda dura a las fotos del Che capturado en Bolivia, no ha sido más que una imagen iconica para su beatificación. ¿Qué habrá quienes duden? Siempre habrá teóricos de la conspiración, eso no importa, se les prestará cada vez menos atención con el tiempo. ¿Qué se violaron ciertas normas internacionales? Dadas las circunstancias, están más que justificadas. Dejen que se reunan unos cuanrtos comités de la ONU y jirimiqueen un poco y culminen con dos resoluciones menores condenando a los Estados Unidos con el firme apoyo de Irán, Venezuela y Cuba.
El Vaticano se queja de que nadie se debe alegrar de la muerte de un individuo. Es verdad, esas muestras de alegría pública con banderas agitadas pueden ser excesivas, pero yo hago mías las palabras de Mark Twain: “Nunca le he deseado la muerte a nadie, pero he leido algunos obituarios con gran placer”.

Roberto Madrigal